Charles Spurgeon Collection: Spurgeon - C.H. - Tesoro de David (Treasury of David): 077 Salmo 77

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Charles Spurgeon Collection: Spurgeon - C.H. - Tesoro de David (Treasury of David): 077 Salmo 77



TOPIC: Spurgeon - C.H. - Tesoro de David (Treasury of David) (Other Topics in this Collection)
SUBJECT: 077 Salmo 77

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SALMO 77

«
Salmo de Asaf». Asaf era un músico y poeta que cantaba con frecuencia en tono menor; era reflexivo, contemplativo, creyente, pero, pese a todo, había un punto de tristeza en su persona, y esto impartía un sabor especial a sus cánticos.

Vers. 1. Con mi voz clamé a Dios. Este Salmo contiene muchas ideas tristes, pero podemos estar seguros que todo termina bien, porque empieza con oración; y la oración nunca llega, a un mal término. Asaf no acudía a los hombres, sino a Dios, e iba a El, no con palabras altisonantes, estudiadas, refinadas, sino con expresiones de dolor naturales, no fingidas. Usaba su voz también, porque aunque el pronunciar en voz alta las palabras no es necesario en la vida de oración, a veces nos vemos forzados a ello por la energía de nuestros deseos. Algunas veces el alma se siente impelida a usar la voz porque así halla una salida más libre a su agonía. Es un consuelo escuchar el timbre de alarma cuando la casa es invadida por los ladrones. C. H. S.

Al principio del Salmo, antes de hablar de sus penas, se apresura a mostrar el remedio más eficaz y necesario para aliviar la aflicción. Dice que no murmuró a causa de su impaciencia como hacen muchos, ni tampoco acusó a Dios de crueldad o tiranía, o pronunció palabras blasfemas por las cuales podría haber sido causa de deshonra para Dios, ni se ha permitido desconfianza o pena que apresurara su propia destrucción, o llenar el aire de vanas quejas, sino que corrió directamente a Dios y desplegó ante Él su aflicción, y procuró que Él no le negara de la gracia que cura las heridas del modo más efectivo. Mollerus

Y Él me escuchará.,
Espera que se abra la puerta de la gracia al segundo aldabonazo. (El me escuchó, en la versión usada por el autor.) John Collings

Vers. 2. Al Señor busqué en el día de mi angustia. Los días de la tribulación han de ser días de oración; en los días de tribulación interna, especialmente cuando parece que Dios se ha apartado de nosotros, hemos de buscarle hasta que lo encontremos. En el día de la tribulación no buscó las diversiones para sacudirse la tribulación de esta manera, sino que buscó a Dios, su favor y su gracia. Los que pasan aflicciones no deben esperar aliviarías con la bebida ni la risa, sino con la oración. Matthew Henry

Vers. 3.
Hay momentos en la vida de todos los creyentes en que Dios y sus caminos se les vuelven ininteligibles. Se pierden en la meditación profunda, y no queda nada en ellos sino suspiros de abatimiento. Pero sabemos, por el apóstol Pablo, que el Espíritu Santo intercede por los creyentes en Dios con gemidos indecibles. (Ver Romanos 8:26). Augustus F. Tholuck

Vers.
4. Estaba yo quebrantado, y no hablaba. Las grandes aflicciones dejan mudo. Las corrientes profundas no borbotean entre los guijarros, como los arroyuelos superficiales de un chubasco pasajero. Las palabras le fallan al hombre cuyo corazón falla. Ha clamado a Dios, pero no puede hablar a los hombres; qué misericordioso es que, si hemos hecho lo primero, no tenemos que desesperarnos cuando lo segundo no nos es posible. Sin sueño y sin habla, Asaf se veía reducido a grandes extremos, y, con todo, se reanimó, y también lo haremos nosotros. C. H. S.

Algunas veces nuestra aflicción es tan violenta que si no le damos salida nos sofoca y somos aplastados. En nuestras deserciones y abandonos ocurre como en el hombre que sufre una herida pequeña; al principio ni hace caso, pero al no prevenir un daño futuro, la herida descuidada empieza a enconarse, o viene la gangrena que le causa gran dolor y pérdida.

Lo mismo pasa en ocasiones de tristeza espiritual; cuando estamos turbados al principio, oramos y derramamos nuestra alma delante del Señor, pero después las aguas de nuestro pesar ahogan nuestros gritos y nos vemos tan abrumados que no podríamos orar por nada en el mundo, o por lo menos no hallamos alivio, ni vida, ni placer en nuestras oraciones; y Dios mismo parece no deleitarse en ellas, y esto nos pone aún más tristes (Salmo 22:1). Timothy Rogers en Un discurso sobre la preocupación y la melancolía

Las lágrimas tienen una lengua, una gramática y un lenguaje que nuestro Padre conoce. Los niños pequeños no tienen necesidad de oraciones para conseguir el pecho, sino que usan el llanto: la madre puede oír el hambre en el lloro. Samuel Rutherford

Si, en medio de todos tus desánimos, tu condición empeora de forma que no puedes orar, sino que te quedas mudo cuando acudes a su presencia, como David, entonces vienen otras expresiones cuando no puedes hablar: gemidos, suspiros, sollozos, como sucedió en el caso de Ezequías; lamenta tu condición indigna y desvalida, y desea que Cristo presente a Dios tus peticiones, y Dios las oirá de Él. Tomas Goodwin

Vers.
5. Consideraba los días desde el principio, los años de los tiempos pasados. Si no hay bien en el presente, la memoria rebusca en el pasado para hallar consolación. De buena gana pide prestada luz de los altares de ayer para iluminar la oscuridad de hoy. Nuestro deber es buscar consuelo, no permanecer en la hosca indolencia cediendo a la desesperación. C. H. S.

Vers. 6. Me acordaba de mis cánticos de noche. Sin duda, Pablo y Silas más adelante recordaron sus cantos en la noche que pasaron en la cárcel de Filipos; y esto les dio ánimo en pruebas ulteriores. ¿Y no podemos hacer, hermanos, lo mismo, recordar los apoyos y consolaciones que hemos disfrutado en anteriores dificultades y la forma en que el Señor nos hizo pasar de la sombra de muerte a la mañana? John Ryland

Meditaba en mi corazón.
No cesaba en la introspección porque estaba decidido a hallar el fondo de su pena y seguirla hasta su origen. Hacía trabajo seguro al hablar, no con la mente solo, sino con lo más íntimo de su corazón; su corazón estaba en actividad dentro de él. No estaba ocioso, sumido en la melancolía; estaba de pie y en acción, decidido a no morir mansamente de abatimiento, sino que lucharía por su esperanza hasta el último momento de su vida. C. H. S.

Vers. 9. ¿Ha olvidado Dios el tener misericordia? Oh Dios mío, peco contra tu justicia a cada momento, y tu misericordia interviene para mi remisión; pero guárdame de pecar contra tu misericordia.

¿Cuál puede ser mi apelación cuando me he enemistado con mi abogado? Joseph Hall

El niño afligido llama y busca a su madre. ¡Qué voy a hacer, madre, madre mía! Y es posible que la madre se halle a la espalda del niño, sólo que se esconde para poner a prueba el afecto del niño.

Así la pobre alma dama y busca a Dios, y lamenta: « ¡Oh Padre mío, Padre mío! ¿Dónde se halla mi Padre celestial? ¿Ha olvidado el tener misericordia? ¿Ha cerrado su bondad a causa de su desagrado?», por más que (durante todo este tiempo) Dios está más cerca de lo que pensamos, mostrándose en «un espíritu de gracia y súplica», con suspiros «y gemidos indecibles». Matthew Laurence

¿Ha encerrado en su ira sus entrañas?
¿Están atascadas las cañerías de la bondad de modo que el amor no puede fluir por ellas? ¿No sienten conmiseración las entrañas de Jehová hacia sus hijos queridos?

Así, golpe tras golpe, la incredulidad es acorralada y expulsada del alma; hace preguntas y le responderemos con más preguntas. Nos hace pensar y obrar de modo ridículo, y nosotros acumularemos desprecios sobre ella. El argumento de este pasaje adopta la forma de la reductio ad absurdum. Hay que dejar desnuda a la desconfianza y se demuestra que es una necedad y una locura. Selah. Aquí descansamos un tanto, porque la batalla de preguntas requiere un descanso. C. H. S.

Vers. 10. Y me dije: Éste es mi tormento. El autor está ganando la batalla; ahora habla de modo más razonable y examina la situación con más claridad en su mente. Confiesa que la incredulidad es una debilidad, una locura, un pecado. Puede también entenderse que significa: «Esta es mi aflicción designada»; la llevaré sin quejarme. Cuando nos damos cuenta de que nuestra aflicción ha sido administrada por el Señor y es la porción ordenada de nuestra copa, nos reconciliamos con ella y ya no nos rebelamos contra lo inevitable. ¿Por qué no hemos de estar contentos con la voluntad del Señor? Lo que El dispone es algo a lo que nosotros no hemos de presentar objeciones. C. H. S.

Resulta un tormento cuando la inclinación y tendencia del alma son rectas, pero por alguna violencia de corrupción o por la fuerza de la tentación el hombre es desviado y se dirige en otra dirección. Como la aguja de la brújula del marinero; sabemos que si funciona bien se, dirige siempre hacia el Norte y que la dirección de la misma tendera hacia el Norte, pero si se la sacude y perturba es posible que se desvíe durante un tiempo, por más que tendrá que recobrar la dirección que le corresponde: esto es un tormento. James Nalton

Vers. 10, 11. Éste es mi tormento: que la diestra del Altísimo ha cambiado. Me acordaré de las obras de JAH; si; haré memoria de tus antiguos portentos. Por tanto, cristiano, cuando te hallas en las profundidades de la aflicción y Satanás te tienta a que hables mal de Dios, como si El se hubiera olvidado de ti, ciérrale la boca con esto: «No, Satanás, Dios no se ha olvidado de mí, sino que yo me he olvidado de lo que El ha hecho por mí, pues de otro modo no podría poner en duda su cuidado paternal en la ocasión presente.» Ve, cristiano, aprende de tus propias lecciones; alaba a Dios por las misericordias pasadas, y no tardarás mucho antes de que haya un nuevo canto en tu boca por la misericordia presente.

En ocasiones se halla algún documento en el despacho de un hombre que hace posible salvar su hacienda, por falta del cual habría ido a la cárcel; y alguna experiencia recordada puede salvar a uno de la desesperación, una cárcel en la que el diablo desea tener encerrado al cristiano.

El sabueso, cuando ha perdido la pista, vuelve hacia atrás hasta que la recobra, y entonces prosigue en su búsqueda con mayor ardor que antes. Así, cristiano, cuando hayas perdido la esperanza y pongas en duda tu salvación en el otro mundo, mira hacia atrás y ve lo que Dios ya ha hecho por ti. William Gurnll

Vers.
11. Me acordaré de las obras de JAH; sí, haré memoria de tus antiguos portentos. Aunque que todo lo demás pase al olvido, las obras maravillosas del Señor en los días antiguos no deben ser olvidadas. La memoria es una sirvienta apropiada para la fe. Cuando la fe pasa sus siete años de hambre, la memoria, como José en Egipto, abre sus graneros. C. H. S.

Las obras de JA.... tus portentos.
El Salmista no quiere hacer una distinción entre las obras y los portentos de Dios, sino que afirma que todas las obras de Dios son portentos. Todas, sea en la providencia o la gracia, ¡todas las obras de Dios son maravillosas! Si consideramos la experiencia individual del cristiano, ¿de qué está formada? De portentos.

La obra de su conversión, ¡maravillosa!: detenida en su curso por el descuido y la impiedad; buscada por la gracia e impulsada suavemente a estar en paz con Dios, cuya ira había provocado. La comunicación de conocimiento, ¡maravillosa!: la Divinidad y la eternidad gradualmente acumuladas; la Biblia considerada página tras página, y cada página un volumen que no puede ser agotado por el escrutinio más minucioso.

La ayuda en la campaña, ¡maravillosa!: el mismo cristiano es un hijo de corrupción, aunque capacitado para presentar batalla al mundo, la carne y el demonio y, con frecuencia, hacerles morder el polvo. Los solaces en la aflicción, ¡ maravillosos!: la pena, santificada de modo que suministre gozo, y una cosecha de alegría recogida de un campo que había sido regado con lágrimas. Los anticipos del cielo, ¡maravillosos!: los ángeles que nos traen racimos del país, y el espíritu deambulando con paso ligero por el río de cristal y las calles de oro. ¡Todo maravilloso! Henry Melvill

Vers. 13. Oh Dios, santo es tu camino. Aunque las obras de Dios son manifestadas en parte en nosotros, con todo, nuestro conocimiento de ellas se queda muy corto de su inconmensurable altura. Además, hay que observar que nadie goza en el menor grado sus obras, como no sean los que por la fe se levantan hasta el cielo. Y, sin embargo, el punto máximo a que ascienden, el contemplar con admiración y reverencia la sabiduría escondida y el poder de Dios según se muestran en sus obras, sobrepasan con mucho la capacidad limitada de nuestro entendimiento. Juan Calvino

Vers. 15. Los hijos de Jacob y de José. ¿Fue José o fue Jacob el que engendró los hijos de Israel? Sin duda, fue Jacob; pero José los nutrió, y por esto son llamados por su nombre. Talmud

Vers.
16. Te vieron las aguas, oh Dios; las aguas te vieron, y temieron. Las aguas vieron a su Dios, pero el hombre rehúsa discernirlo; las aguas temieron, pero los orgullosos pecadores son rebeldes y no temen al Señor. C. H. S.

Vers. 16, 18.
Las aguas te vieron, pero los hombres no te ven. Los abismos fueron perturbados, pero los hombres dicen en su corazón: «No hay Dios.» Las nubes derraman agua, pero los hombres no prorrumpen en gritos y lágrimas ante Dios. Los cielos emiten su sonido, pero los hombres no dicen: «¿Dónde está mi Dios, mi Hacedor?»

Tus saetas fueron disparadas, pero no hay saetas de contrición y súplica que los hombres te devuelvan a su vez. La voz de tu trueno está en los cielos, pero los hombres no escuchan los truenos más ruidosos de la ley. Los relámpagos iluminan el mundo, pero la luz de la verdad brilla en las tinieblas, y las tinieblas no la comprendieron. La tierra tembló y fue sacudida, pero los corazones humanos permanecen inmutables. George Rogers

Vers. 20. Condujiste a tu pueblo como rebaño por mano de Moisés y de Aarón. ¡Qué transición desde la tempestad a la calma, desde la ira al amor! Sosegadamente, Israel fue guiado por mano humana que velaba la gloria excesiva de la presencia divina. El que hirió a Egipto era, el pastor de Israel. El echó a sus enemigos de delante de sí, pero El mismo fue delante de su pueblo. Los cielos y la tierra lucharon a su lado contra los hijos de Cam, coadyuvando a los intereses de los hijos de Jacob.

Por tanto, con gozo devoto y plenitud de consolación cerramos este Salmo; el cántico de uno que se había olvidado de hablar y, con todo, aprendió a cantar más dulcemente que sus compañeros. C. H. S.

El Salmista ha alcanzado el punto culminante de su canto, ha encontrado alivio a su aflicción al forzar sus pensamientos por otro cauce, considerando todas las obras maravillosas y potentes del pasado; y aquí ha de terminar: en la intensidad presente de su pasión no puede fiarse de sí mismo para sacar en detalle meras lecciones de consuelo. Hay sazones en que la fe más santa no puede soportar las palabras del razonamiento; aunque puede hallar todavía apoyo en que reposar, en la simple contemplación, en toda su grandeza natural, de las obras que Dios ha realizado. Joseph Francis Thrupp



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