Charles Spurgeon Collection: Spurgeon - C.H. - Tesoro de David (Treasury of David): 081 Salmo 81

Online Resource Library

Commentary Index | Return to PrayerRequest.com | Download

Charles Spurgeon Collection: Spurgeon - C.H. - Tesoro de David (Treasury of David): 081 Salmo 81



TOPIC: Spurgeon - C.H. - Tesoro de David (Treasury of David) (Other Topics in this Collection)
SUBJECT: 081 Salmo 81

Other Subjects in this Topic:

SALMO 81

Vers. 1. Cantad con gozo. No debería haber monotonía o sopor en nuestro canto, ni desánimo que nos haga cojear. Cantad bien alto, deudores de la gracia soberana. Vuestros corazones están profundamente agradecidos; que vuestras voces expresen este agradecimiento.

Aclamad con júbilo al Dios de Jacob. Es de lamentar que las consideraciones sociales impidan a los miembros que canten los himnos a todo pulmón. Por nuestra parte nos deleitamos en las explosiones de alabanza, y preferimos voces no entrenadas en las reglas artísticas que canten de todo corazón con toda la congregación al unísono. El decoro que apenas permite emitir un murmullo o deja el canto al coro, simplemente es una burla del culto de adoración.

Los dioses de Grecia y de Roma podían ser adorados con cánticos refinados y clásicos; pero Jehová ha de ser adorado sólo con el corazón, y la música mejor para su servicio es la que deja libre juego al corazón. C. H. S.

Vers. 4. Porque estatuto es de Israel, ordenanza del Dios de Jacob. Cuando pueda demostrarse que muchas de las festividades religiosas que se celebran tuvieron su origen en un estatuto divino, las observaremos, pero mientras no sea así, guardamos sobre las mismas nuestras reservas.

Nuestro deber es rechazar las tradiciones de los hombres y observar las ordenanzas del Señor. Nos preguntamos con respecto a cada rito y rúbrica: « ¿Es esto una ley para el Dios de Jacob?» Si no se ve claro, no hay autoridad para imponerlo a los que andamos en la libertad cristiana. C. H. S.

Vers. 7. Te probé junto a las aguas de Meribá. La historia de Israel es sólo nuestra propia historia en otra forma. Dios nos ha escuchado, nos ha librado, nos ha dado libertad, y con frecuencia nuestra incredulidad da lugar a desconfianza, murmuraciones y rebelión. Nuestro pecado es grande, grande es la misericordia de nuestro Dios; reflexionemos sobre los dos y hagamos una pausa.

Selah. El correr en la lectura no aprovecha nada; sentémonos un rato y meditemos, lo cual es muy provechoso. C. H. S.

Vers. 9. No habrá en medio de ti dios ajeno. En las tiendas de Israel no es tolerado ningún dios ajeno.

Ni te inclinarás a dios extraño. Allí donde hay falsos dioses, al poco se les rendirá culto. El hombre es un idólatra tan empedernido que las imágenes son para él siempre una fuerte tentación; allí donde hay los nidos, 105 pájaros se sienten atraídos otra vez. C. H. S.

Vers. 10. Abre tu boca. Cuando el hombre bueno se acerca a Dios, tiene muchas cosas de que tratar, muchas quejas que presentar, muchas bendiciones que implorar; y como estas ocasiones no suceden con frecuencia, tiene más cuidado en mejorarlas. Entonces derrama toda su alma, y no le faltan palabras, porque cuando el corazón está lleno, la lengua rebosa. La aflicción y la pena hacen elocuentes a los que de modo natural son tardos en el hablar.

Abre tu boca, pues, oh cristiano; tensa tus deseos a lo sumo, abarca cielo y tierra con tus deseos, y cree que hay bastante en Dios para darte plena satisfacción. No basta con que acudas al trono de la gracia, has de hacerlo osadamente; es erigido para los pecadores, incluso los principales de ellos. Ven, pues, y espera hasta que obtengas misericordia y halles gracia que te ayude en el día de la necesidad. Los que esperan más de Dios suelen ser los que más reciben. El deseo del justo, por extenso que sea, será concedido. Benjamin Beddome

En Persia existe todavía la costumbre de que cuando el rey desea honrar de modo especial a un visitante, o a un embajador, quiere que abra bien la boca; y el rey la llena de golosinas, tantas como quepan en ella, a veces incluso joyas. Esta costumbre es muy curiosa, y sin duda está en alguna forma en relación con este texto: Abre tu boca, y yo la llenaré; no con burbujas, o sea, joyas, sino con un tesoro mucho más rico. John Gadsby

Vers. 11. Pero mi pueblo no oyó mi voz, e Israel no me quiso obedecer. Sabe, pecador, que si al final te pierdes el cielo -¡que Dios no lo permita!- no podrás decir que el Señor tenga la culpa; tu condenación será el resultado de tus propias decisiones; no habrá quebrantamiento de la promesa, ni sutileza legal en el Evangelio, sino que tú mismo, voluntariamente, apartaste la vida eterna de ti, digan lo que digan tus labios para desmentirlo. «Mi pueblo no oyó mi voz.» «No me quiso obedecer.» Por consiguiente, cuando el jurado se siente para inquirir sobre tu alma perdida, para ver cómo llegaste a este miserable fin, se hallará que tú eres el culpable de tu propia condenación. Nadie pierde a Dios sino el que voluntariamente se aparta de El. William Gurnall

Vers. 12 Los entregué, por tanto, a la dureza de su corazón; caminaron según sus propios consejos. Ningún castigo es más severo que éste. Si los hombres rehúsan ser frenados, y aun con el freno en la boca rehúsan la obediencia, quién ha de asombrarse que se les suelten las riendas sobre el cuello y que se les deje libres para que se lancen desbocados a su propia destrucción. Sería mejor ser lanzado a los leones que a los deseos del propio corazón.

Los hombres, descartando la gracia restrictiva, pecan deliberadamente; consultan, debaten y consideran, y luego, con malicia y sangre fría, eligen lo peor en vez de lo mejor. Es una obstinación extrema en la rebelión el que los hombres no sólo corran al pecado por la pasión, sino que con calma «andan según sus propios consejos» de iniquidad. C. H. S.

Un hombre puede ser entregado a Satanás para la destrucción de la carne a fin de que el alma pueda ser salvada, pero el ser entregado al pecado es mil veces peor, puesto que su fruto es la ira divina con miras a la condenación del alma; Dios hiere aquí como un enemigo, con dureza, y podemos atrevemos a decir que Dios nunca castigó a un hombre o una mujer con su juicio espiritual en amor y compasión. John Shower en El día de la gracia

Que tu preocupación y esfuerzo constantes sean el tener la guía del Espíritu continuamente sobre ti. Si la tienes, ora para conservarla. ¿Pueden ir las cosas bien para un cristiano cuando esta guía está en suspenso o desaparece? ¡Cómo yerra y se descarría aquel a quien no guía el Espíritu! ¡Cómo se retrae y aparta del bien aquel al cual el Espíritu no inclina y guía al mismo! ¡Qué incapaz de avanzar es aquel a quien el Espíritu no sostiene! ¡Qué pasiones y concupiscencias obran sobre aquel a quien el Espíritu no tiene bajo su gobierno santo y misericordioso!

¡Oh, esto es de infinito interés para todos los que pertenecen a Dios: el preservar y asegurarse la guía del Espíritu! Considerad a un hombre bueno sin ella; es como un barco sin piloto, un ciego sin guía, un niño a quien nadie sostiene, la pobre multitud que no tiene quien la mantenga en orden. ¡Qué triste diferencia hay en la misma persona cuando es guiada por el Espíritu y cuando el Espíritu la abandona! Thomas Jacombe en Ejercicios matutinos

Este es el resultado cuando Dios entrega a una persona a sus propios consejos: pronto pasa a ser un caos y corre a su perdición y ruina. Joseph Caryl

El que Dios deje a un alma a sus propias concupiscencias es peor que el ser abandonado a los leones del mundo. ¡Ay!, va a desgarrar su alma peor que un león lo hará al cuerpo, y hará pedazos de él cuando no haya quien le libre. El que Dios los deje a sus propios consejos es, en efecto, entregarlos a la ira y destrucción eternas. George Swinnock

Nuestra primera corrupción es nuestro propio acto, no es obra de Dios; nuestra creación la debemos a Dios, nuestra corrupción a nosotros mismos. Ahora bien, puesto que Dios gobierna a sus criaturas, no veo cómo puede ser de otro modo que según la naturaleza presente de la criatura, a menos que Dios se complazca en alterar esta naturaleza. Dios no fuerza al hombre contra su naturaleza; no le fuerza la voluntad en la conversión, sino que se la inclina a ella en su gracia y su poder. No fuerza ni inclina la voluntad al pecado, sino que la deja a los hábitos corruptos en que se ha establecido ella misma.

Así, cuando un reloj tiene un defecto en alguna de sus ruedecillas, el hombre que le da cuerda o pone sus manos en las ruedas y las mueve es la causa del movimiento, pero es la falla en el reloj, una deficiencia de algo, que es la causa de su movimiento erróneo; este error no es de la persona que lo hizo, o de la persona que le da cuerda o lo pone en marcha, sino que es debido a otra causa; sin embargo, hasta que sea arreglado no funcionará de otra manera siempre que esté en movimiento.

Nuestro movimiento proviene de Dios (Hechos 17:28). «En Él nos movemos», pero no el desorden de este movimiento. Es la plenitud del estómago del hombre en el mar lo que causa su mareo, y no el gobierno del barco por el piloto.

Dios no nos infunde el deseo carnal ni lo estimula, aunque Él presenta el objeto por el cual el deseo es estimulado. Dios entregó a Cristo a los judíos, se lo presentó, pero nunca les mandó que le crucificaran, ni les infundió malicia, ni la avivó; sino que El, viendo esta disposición y estado mental, apartó su gracia restrictiva y los abandonó a la conducta de sus propias voluntades viciadas. Toda la corrupción del mundo aparece de la concupiscencia en nosotros, no del objeto que Dios en su providencia nos presenta. «La corrupción que hay en el mundo a causa de la concupiscencia» (2ª Pedro 1:4). Stephen Charnock

Vers. 13. Andado en mis caminos. Ninguno se halla en los caminos de Dios excepto los que han escuchado sus palabras. W. Wilson

Vers. 16. Y con miel de la peña. La roca o peña, espiritual y místicamente indican a Cristo, la roca de Salvación (lª Corintios 10:4); la «miel» de la roca, la plenitud de la gracia en El, y las bendiciones de ella, las misericordias firmes a David y las preciosas promesas del pacto eterno; y el Evangelio, que es más dulce que la miel o que el panal de miel, y con ella son llenados y satisfechos los que escuchan a Cristo y andan en sus caminos; porque, así como el conjunto de lo que dice aquí muestra lo que Israel perdió por la desobediencia, también sugiere claramente lo que gozarán los que escuchan y obedecen. John Gill

***