Charles Spurgeon Collection: Spurgeon - C.H. - Tesoro de David (Treasury of David): 088 Salmo 88

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Charles Spurgeon Collection: Spurgeon - C.H. - Tesoro de David (Treasury of David): 088 Salmo 88



TOPIC: Spurgeon - C.H. - Tesoro de David (Treasury of David) (Other Topics in this Collection)
SUBJECT: 088 Salmo 88

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SALMO 88

Título: «Cántico o Salmo para los hijos de Coré.» Esta triste queja no produce la impresión de un Salmo, ni podemos concebir cómo puede ser llamado con un nombre que denota un canto de alabanza o de triunfo; con todo, quizá fue intencional llamarlo así para mostrar en qué forma la fe «se gloría también en las tribulaciones». Con toda seguridad, si hay algún cántico de tristeza y un salmo de lamentación, es éste. C. H. S.

Los versículos 10-12 nos proporcionan una esperanza sustentadora de la resurrección. Sí, las maravillas de Dios serán conocidas en la boca de la sepultura. La justicia de Dios, al dar lo que satisface la justicia en favor de los miembros del Mesías, ha sido manifestada gloriosamente, de modo que esta resurrección ha de seguir, y la tierra del olvido ha de entregar a sus muertos.

¡Oh mañana de bienaventuranza inefable, apresúrate! El Mesías ha resucitado; ¿cuándo resucitarán todos los que son suyos? Hasta que el día amanezca, tienen que adoptar las exclamaciones lastimeras de su Cabeza, y recordar a su Dios, en el tono de Hemán ezraíta, lo que todavía tiene que realizar. «¿Manifestarás tus maravillas a los muertos?», etc. Andrew A. Bonar

Vers. 1.
Dios de mi salvación. En tanto que el hombre puede ver a Dios como su Salvador, para él nunca es medianoche por completo. En tanto que podemos hablar del Dios vivo como la vida de nuestra salvación, no ha cesado para nosotros toda esperanza. Una de las características de la verdadera fe es que se vuelve a Jehová, el Dios salvador, cuando todas las demás fuentes de confianza se han visto que son falsas. C. H. S.

Día y noche clamo delante de ti.
El día y la noche son ambos apropiados para la oración; no es una obra que deba hacerse en la oscuridad, por lo tanto hagamos como Daniel y oremos cuando los hombres pueden vernos; con todo, como la suplicación no necesita luz, acompañemos a Jacob y luchemos en Jaboc hasta que apunte el día. El mal es transformado en bien cuando nos lleva a la oración. C. H. S.

Vers. 3. Porque mi alma está saturada de males. Estoy saturado y harto de ellos. Como un vaso lleno hasta el borde de vinagre, mi corazón está lleno a rebosar de adversidad de modo que no puede haber lugar para más. David veía su casa llena de calamidades; pero, peor aún, su corazón estaba lleno de dolor.

La tribulación en el alma es el alma de la tribulación. Un poco de tribulación en el alma es penosa; ¿qué debe ser el estar saturado de ella? Y cuánto peor todavía el que las oraciones regresen vacías cuando el alma está llena de pena. C. H. S.

Y mi vida está al borde de la tumba.
¿A los hombres buenos se les deja sufrir de esta manera? Sí, pueden sufrir así; y algunos se hallan toda la vida sometidos a servidumbre de este tipo. ¡Oh Señor, apiádate y da libertad a tus prisioneros de esperanza! Que ninguno de los tuyos que están postrados y afligidos se imaginen que les está sucediendo alguna cosa extraña, sino más bien que se regocijen al ver las pisadas de los hermanos que han andado por este desierto antes que ellos.

Vers. 4. Soy como hombre sin fuerza. Sólo tengo el nombre de que vivo; mi constitución ha sido quebrantada; apenas puedo arrastrarme por mi aposento; tengo la mente más débil que el cuerpo, pero mi fe es la más débil de todas. Los hijos e hijas de aflicción necesitarán poca explicación para entender estas expresiones; son para ellos palabras bien conocidas. C. H. S.

Vers. 5. Como los pasados a espada que yacen en el sepulcro, de quienes no te acuerdas ya. Se sentía completamente abandonado, como los cadáveres que han sido abandonados para que se pudran en el campo de batalla. Como cuando un soldado, mortalmente herido, sangra sin que nadie se dé cuenta, entre montones de muertos, y sigue sangrando hasta que exhala su último suspiro sin que nadie le atienda o sienta compasión de él, así Hemán, el salmista aquí, exhalaba su alma en una aflicción solitaria, con el sentimiento de que incluso el mismo Dios le había abandonado. ¡Hasta qué punto se hunden a veces los ánimos de hombres valientes y buenos! Bajo la influencia de ciertos desórdenes todo se vuelve sombrío y oscuro, y el corazón se hunde en las mayores profundidades de la depresión.

Es comprensible que aquellos que se hallan en plena salud y robustos y animosos consideren que los que se hallan dolidos bajo el pálido manto de la melancolía se lo deben a sí mismos, pero el mal es tan real como una herida sangrante, y más difícil de sobrellevar, porque se encuentra en gran parte en la región del alma, que al que no tiene experiencia le produce la impresión de que es una mera cuestión de fantasía o imaginación enfermiza.

Lector, nunca pongas en ridículo al que padece de los nervios o al hipocondríaco; su pena es real; aunque hay mucho mal que yace en el terreno de la imaginación, con todo, no es imaginario. C. H. S.

Fueron arrebatados de tu mano.
Ten cuidado en no considerarte como arrebatado o cortado de la vida y del goce; no eres arrebatado, echado a un lado quizá durante un tiempo, sí, o quizá para toda la vida, sino que eres una parte del cuerpo del que Cristo es la Cabeza.

Tus pies es posible que no sean veloces; puede que hayan corrido en muchas actividades, y te afliges porque ya no pueden correr. Pero no sufras por ello; no tengas envidia de los que corren; tienes otra obra que hacer; es posible que sea obra de la cabeza, del ojo, u otra distinta la que Dios te da. Es posible que sea la obra de yacer echado y quieto, sin mover pie ni mano, apenas hablando, apenas dando muestras de vida.

No temas; si tu Señor celestial te ha dado esta tarea, hazla, y Él te bendecirá. No te quejes. No digas: «Esto es trabajar y esto no lo es»; ¿cómo lo sabes tú? ¿Qué trabajo crees que hacía Daniel en el foso de los leones? ¿O Sadrac, Mesac y Abed-nego en el horno ardiente? Su tarea era gloriosa, «laudable y honorable»; estaban glorificando a Dios en el sufrimiento. De «Enfermedad, sus tribulaciones y sufrimientos» (Anónimo)

Vers. 6. Me has puesto en el hoyo profundo, en tinieblas, en los abismos. La carne puede soportar sólo cierto número de heridas, pero el alma puede sangrar de diez mil maneras diferentes, y morir una y otra vez en una hora.

Vers. 7. Sobre mi pesa tu ira. Terrible es esta situación, la peor en que puede encontrarse el hombre. La ira en sí es pesada; la ira de Dios aplasta sin comparación posible, y cuando oprime al alma, ésta se siente verdaderamente oprimida. La ira de Dios es el mismo infierno, y cuando pesa sobre la conciencia, el hombre siente un tormento que sólo puede ser excedido por el que sufren los espíritus condenados. C. H. S.

Vers. 8. Has alejado de mí mis conocidos. Hay ocasiones en que una tristeza indescriptible se apodera de mí, una soledad inmensa satura mi alma, el anhelo de una mano desaparecida, y una voz consoladora, como antes, una desolación sin forma y hueca, que me envuelve en sus pliegues y oscurece lo más íntimo de mi ser. No era así en los primeros días de mi enfermedad.

Incluso para los que más me aman, mi dolor e impotencia es algo a lo que ellos están acostumbrados, por más que a mí me hace sentir el filo vivo del sufrimiento, apenas embotado por la costumbre. Mis males para ellos son una historia enojosa y sabida que se repite de modo aburrido.

Ha pasado a ser casi una cosa corriente que en una actividad placentera yo sea puesto de lado; que en un paseo agradable se me deje atrás; una cosa corriente que los placeres de la vida pasen de largo por mi lado; y la enfermedad, los días monótonos y las sombras grises sean mi porción.

¡Dios mío, Dios mío! ¿A quién iré en busca de consuelo sino a Ti? Tú, que bebiste la amarga copa de la soledad humana hasta las heces para poder llegar a ser un hermano para el solitario, un sumo sacerdote misericordioso y fiel del alma desolada; Tú, el único que puedes entrar, aunque las puertas estén cerradas, para ayudar en los lugares secretos en que el alma es echada de acá para allá por la tempestad y sufre y lucha sola; Tú, el único que domina los vientos y las tempestades y dice al mar: «¡Estate quieto!», y al viento: «¡Amaina!», y sobreviene una gran calma.

Como el niño en la oscuridad clamo yo a Ti, busco tus brazos tiernos, tu voz de consuelo, tu corazón, para descansar en él mi cabeza dolorida y sentir que este amor está cerca. De «Christ, the Consoler, A Book of Comfort for the Sick» (Anónimo)

Me has puesto por abominación de ellos. La
multitud de hombres que se congregan alrededor de uno y le halagan son como leopardos domesticados; cuando lamen la mano, es bueno recordar que con el mismo deleite beberían tu sangre. C. H. S.

Vers. 11. En el sepulcro. Aquí hay una figura destacada de lo que siente el alma viva bajo las manifestaciones de una corrupción profunda del corazón. Todas las buenas palabras, antes tan estimadas; y todas sus buenas obras, antes tan alabadas; y todas sus oraciones, y toda su fe, esperanza y amor, y todas las imaginaciones de su corazón, no sólo están paralizadas y muertas, no meramente reducidas a un estado de impotencia completa, sino también, en el sentimiento del alma, transformadas en podredumbre y corrupción.

Cuando nos damos cuenta de esto, somos llevados espiritualmente al punto en que se hallaba Hemán, cuando exclamó: «¿Será contada en el sepulcro tu misericordia?» ¡Qué! ¿Manifestarás tu amor a un cadáver que se descompone?

¿Acaso puede tu amor ser derramado en un corazón lleno de contaminación y putrefacción? ¿Ha de salir tu bondad de tu glorioso santuario, en que estás sentado en el trono de majestad, santidad y pureza; ha de dejar el santuario y entrar en una «tumba» sucia y asquerosa? ¿Acaso ha de salir tu bondad del santuario y entrar en un osario? ¿Será «declarada», allí, revelada, expresada, manifestada y conocida allí? Porque allí no bastará otra cosa como no sea la declaración de la misma.

No dice: «¿Será declarada tu bondad en las Escrituras?» «¿Será declarada tu bondad en Cristo?» «¿Será declarada tu bondad por la boca de tus ministros?» «¿Será tu bondad declarada en los corazones santos y puros?» Sino que dice: «¿Será declarada tu bondad», expresada, revelada y manifestada «en la tumba?», donde todo es contrario a ella, donde todo es indigno de ella; el último de los lugares que podrían considerarse apropiados para que entrara en ellos la bondad de un Dios purísimo. J. C. Philpot

Vers. 12. ¿Serán reconocidas en las tinieblas tus maravillas? Si no se le permite saborear aquí la bondad de Jehová, ¿cómo podrá hacerlo el cantor en la tierra de tinieblas y sombra de muerte? ¿Podría su lengua, cuando se ha vuelto polvo, hacer llegar su canto al oído embotado y frío de la muerte? ¿No es un perro vivo mejor que un león muerto, y un creyente vivo de mayor valor para la causa de Dios sobre la tierra que todos los que ya han partido? C. H. S.

Vers. 14. ¿Por qué, oh Jehová, desechas mi alma? ¿Por qué escondes de mí tu rostro? ¿Ni aun vas a mirarme? ¿No puedes sonreírme una sola vez? ¿Por qué esta severidad a uno que ha disfrutado de días mejores a la luz de tu favor?

Es posible que hagamos todas estas preguntas al Señor; es más, deberíamos hacerlas. No es una familiaridad impropia, sino santa audacia. Puede ayudarnos a quitar el mal que mueve a celo al Señor el que de veras le pidamos que nos muestre por qué está contendiendo con nosotros.

Dios no puede obrar para nosotros como no sea en una forma recta y misericordiosa; por tanto, hay razón suficiente para cada golpe que recibimos de su vara en el juicio de su corazón amoroso; procuremos aprender esta razón y aprovecharnos de ella. C. H. S.

Vers. 15. Yo estoy afligido y enfermizo desde la juventud. ¡Cuánto más hay que sufrir! He visto un niño que a la edad de veinte meses probablemente ha sufrido más corporalmente que toda la congregación de mil almas a la que asisten sus padres. William S. Plumer

Los sufrimientos del Redentor empezaron ya en su tierna infancia. Estoy enfermizo, afligido y dispuesto a sufrir desde la juventud. Quizás estos rayos abrasadores queman la frente del niño, y esta brisa árida seca sus labios, en tanto que el ardor de la maldición de Dios empezó a derretir su corazón por dentro. Aun en el desierto podemos ver la fianza de Jesús. «Narrative of a Mission of ¡nquiry to the Jews», R. M. Mccheyne

Me han abrumado tus terrores, y estoy amedrentado.
¡Cuán cerca de la locura parece estar la depresión del alma! A veces no podemos decidirlo. Pero decimos lo que sabemos cuando afirmamos que, a veces, el peso de una pluma parece ser suficiente para hacer ascender la otra balanza. ¡Dad gracias a Dios los que sois tentados y podéis retener vuestra razón! ¡Dad gracias a Dios que el mismo diablo no puede añadir esta pluma en tanto que el Señor se halla al lado reajustando todas las cosas! C. H. S.

¡Oh Señor, la monotonía de mis días sin cambio me oprime, el cansancio constante de mi cuerpo me aplasta! Estoy cansado de contemplar los mismos objetos invariablemente; estoy cansado de recorrer el mismo camino día tras día; las mismas cosas inanimadas de mi habitación, los dibujos de las paredes, parecen vivos comparados con mi vida perdida, y, por medio del poder de asociación, mis propios pensamientos y mi propio dolor se me vuelven a presentar como una reverberación insistente.

«Mi corazón está demasiado cansado para esperar; no me atrevo a mirar al futuro; no espero nada de los días venideros; y, con todo, mi corazón se hunde ante el pensamiento de lo vasto de los años que tengo por delante; y me pregunto cómo podré resistirlo, si no voy a desmayar por el camino antes de llegar a mi lejano hogar.» De «Cristo, el Consolador»

Vers. 18. Has alejado de mí amigos y compañeros. La tristeza solitaria es la suerte de muchos; que no se quejen, sino que entren por ella en una comunión más íntima con el Amigo y Amante más querido, que nunca está lejos de los atribulados. C. H. S.

Y mis allegados son las tinieblas.
El ser desairado o tratado fríamente por los amigos cristianos es, a veces, la consecuencia de que un creyente haya perdido su consuelo espiritual. Cuando el Señor está airado con su hijo rebelde, y le está disciplinando, no sólo da permiso a Satanás para turbarle, sino que permite que algunos de los santos que son conocidos suyos dejen de hacer caso de él y, con su frialdad, añadan a su pena.

Cuando el padre de una familia resuelve corregir de modo más efectivo a su hijo obstinado, dice al resto de la casa: «No os mostréis amables con él; no le hagáis caso; que se avergüence.»

De la misma manera, cuando el Señor disciplina, especialmente con tribulación espiritual, a su hijo desobediente, está diciendo a los demás hijos suyos algo así como: «No os mostréis amables con él; tratadle con frialdad, para que se sienta avergonzado y humillado por su iniquidad.» Job, bajo su penosa aflicción, se quejó de esta manera: «Ha alejado a mis hermanos de mí, y mis conocidos han pasado a ser extraños.» John Colquhoun

(No hemos intentado interpretar este Salmo con referencia a nuestro Señor, pero creemos firmemente que ~í donde están los miembros, allí se ve la Cabeza de modo prominente. El haber dado una doble exposición a cada versículo habría sido difícil y causa de confusión.)

C. H. S.

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