Charles Spurgeon Collection: Spurgeon - C.H. - Tesoro de David (Treasury of David): 091 Salmo 91

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Charles Spurgeon Collection: Spurgeon - C.H. - Tesoro de David (Treasury of David): 091 Salmo 91



TOPIC: Spurgeon - C.H. - Tesoro de David (Treasury of David) (Other Topics in this Collection)
SUBJECT: 091 Salmo 91

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SALMO 91

Este Salmo no tiene título, y no tenemos manera de averiguar el nombre de su autor o la fecha en que fue compuesto con exactitud. Los expertos judíos consideran que cuando no se menciona el nombre del autor, podemos asignar el Salmo al último autor mencionado; si fuera así, éste sería otro Salmo de Moisés, el hombre de Dios. Se usan muchas expresiones aquí similares a las que usa Moisés en el Deuteronomio, y la evidencia interna de las expresiones idiomáticas peculiares señalaría a Moisés como su autor.

En toda la colección no hay Salmo más alentador; su tono es elevado y sostenido: la fe en sus aspectos mejores y más nobles. Un médico alemán acostumbraba a hablar de él como el mejor preservador en los tiempos de cólera, y en realidad es una medicina celestial contra la plaga y la peste. El que puede vivir en su espíritu no conocerá el temor; incluso si una vez más Londres pasara a ser un hospital y las tumbas estuvieran rebosando de cadáveres. C. H. S.

Es una de las obras más excelentes de esta clase que se han escrito. Es imposible imaginar nada más sólido, hermoso, profundo o adornado. Si el latín o alguna lengua moderna pudiera expresar del todo la hermosura y elegancia, así como las palabras de sus frases, no sería difícil persuadir al lector de que no hay poema comparable con esta oda hebrea, ni en griego ni en latín. Simon De Muis

El Salmo 90 habla del hombre marchitándose bajo la ira de Dios a causa del pecado. El Salmo 91 nos habla de un hombre que podía hollar al león o la víbora bajo sus pies. Indudablemente el Tentador tenía razón al referirse a este Salmo cuando tentó «al Hijo de Dios» (Mateo 4:6). William Kay

Vers. 1.
El que habita al abrigo del Altísimo. Las bendiciones que se prometen aquí no son para todos los creyentes, sino para aquellos que viven en íntima comunión con Dios. Todo hijo de Dios mira en dirección al santuario interior y al propiciatorio, pero no todos moran en el lugar santísimo; acuden a él a veces, y gozan al hacerlo, pero de modo habitual no residen en la presencia misteriosa. C. H. S.

El que.
No importa si es rico o pobre, sabio o ignorante, patricio o plebeyo, joven o viejo, porque «Dios no hace acepción de personas», sino que «El es rico para todos los que le invocan». Bellarmine

Morará bajo la sombra del Omnipotente.
No es posible imaginarse un refugio comparable a la protección de la propia sombra de Jehová. Allí donde está su sombra está el Omnipotente y,, por tanto, los que moran en su lugar secreto son resguardados por El. ¡Qué sombra en el día del calor insoportable! ¡Qué refugio en la hora de la tormenta mortal! La comunión con Dios es la seguridad. Cuanto más nos acerquemos a nuestro Padre Todopoderoso más confiados podremos estar. C. H. S.

Hemos leído de un ciervo que iba por todas partes completamente seguro a causa de que llevaba un letrero colgando del cuello que decía:

«No me toques, soy del César»; del mismo modo los siervos de Dios están siempre seguros, incluso entre los leones, osos, serpientes, fuego, agua, truenos y tempestades; porque todas las criaturas conocen y reverencian la sombra de Dios. Bellarmine

Vers. 2. Diré al Señor: Él es mi refugio y fortaleza. Es un consuelo muy pobre decir: «El Señor es un refugio», pero decir es mi refugio, es la esencia de las consolaciones. Los que creen, deberían decir: «Diré», porque esta osada afirmación honra a Dios y lleva a otros a procurarse la misma confianza.

Los hombres tienden a proclamar sus dudas, y aun a jactarse de ellas; en realidad, son muchos, hoy, los que pretenden audazmente que la cultura y el pensamiento les autoriza a proyectar sospechas sobre todo; por ello, se ha hecho un deber para el verdadero creyente el hablar bien alto y testificar con decisión tranquila sobre su bien fundada confianza en su Dios. C. H. S

Mi Dios, en quien confío.
Ahora ya no puede decir más; «Mi Dios» significa todas las cosas, y más que todas las cosas, que el corazón puede concebir a modo de seguridad. Hemos confiado en Dios; sigamos confiando en El. El nunca nos ha fallado; ¿por qué hemos de albergar ahora sospechas de El? El confiar en el hombre es natural para la naturaleza caída; el confiar en Dios debería ser también natural para la naturaleza regenerada. C. H. S

Vers. 3.
Él te librará del lazo del cazador. ¿No son las riquezas de este mundo el lazo del diablo? ¡Ay, cuán pocos hallamos que puedan gloriarse de estar libres de este lazo, cuántos los que no se preocupan mucho de estar entre las mallas de esta red y que aún siguen procurando con tesón enredarse más y más en ella!

Los que lo habéis dejado todo y seguido al Hijo del hombre, que no tenía dónde reclinar su cabeza, regocijaos y decid: El me ha librado del lazo del cazador. Bernard

Y de la peste destructora. El que es Espíritu puede protegernos de los malos espíritus. El que es misterioso puede rescatamos de los peligros misteriosos. El que es inmortal puede redimirnos de las enfermedades mortales.

Hay una pestilencia mortal de error; somos inmunes a ella si estamos en comunión con el Dios de verdad; hay una pestilencia de fatal pecado, y no seremos infectados por ella si moramos con el que es tres veces santo; hay también una pestilencia de enfermedad, y aun de esta calamidad conseguirá nuestra fe inmunización si es del orden elevado que mora en Dios, anda en serena calma y lo arriesga todo por amor al deber. C. H. S.

Lord Craven residía en Londres durante el período en que la plaga estaba causando estragos en la ciudad. Su casa se hallaba en aquella parte de la ciudad llamada Edificios Craven. Al extenderse la plaga decidió abandonar su residencia y alojarse en la campiña.

Tenía el coche a la puerta, su bagaje listo, y todo dispuesto para emprender la marcha, cuando, al atravesar el vestíbulo con el sombrero puesto, el bastón bajo el brazo y poniéndose los guantes para subir al carruaje, oyó al muchacho negro que le servía de postillón que decía a otro criado: «Supongo que, como el señor se marcha de Londres para evitar la plaga, su Dios vive en el campo y no en la ciudad.»

El negro dijo esto en la simplicidad de su corazón, como si realmente creyera que hay muchos dioses. Estas palabras, sin embargo, hicieron pensar a Lord Craven, y se detuvo. «Mi Dios», pensó, «vive en todas partes, y puede preservarme en la ciudad lo mismo que en el campo. Voy a quedarme donde estoy. Este negrito, en su ignorancia, me ha predicado un sermón muy útil. ¡ Señor, perdona esta incredulidad y esta desconfianza en tu providencia, que me hizo pensar en escapar de tu mano.»

Dio orden inmediata de desenganchar los caballos del carruaje y de entrar el equipaje. Se quedó en Londres, donde fue útil a sus vecinos enfermos, y no se infectó de la plaga. Anécdotas de Whitecross

Vers. 4. Con sus plumas te cubrirá, y debajo de sus alas estarás seguro. ¡Qué maravillosa expresión! Si no hubiera sido escrita por un hombre inspirado, podríamos considerarla al borde de la blasfemia, porque, ¿quién puede, atreverse a aplicar estas palabras al infinito Jehová? Pero como El mismo ha autorizado, sí, incluso ha dictado, estas palabras, tenemos aquí una condescendencia trascendente que es necesario que admiremos y adoremos.

¿Habla el Señor de sus plumas como si se hiciera semejante a un ave? ¿Quién no ve aquí un amor incomparable, una ternura divina, que debería atraernos y ganar nuestra confianza? Tal como la gallina cubre sus polluelos, del mismo modo el Señor protege las almas que moran en El.

Su verdad. Su verdadera promesa y su fidelidad a la promesa serán mi escudo y adarga. Para detener los dardos encendidos, la verdad es el escudo más efectivo, y para parar todas las espadas es una cota de malla igualmente efectiva. Vayamos a la batalla armados así, y estaremos seguros en lo más encarnizado de ella. C. H. S.

Vers. 5. Ni saeta que vuele de dí. Cuando la aljaba de Satanás esté vacía, tú seguirás ileso a pesar de su astucia y crueldad; sí, sus dardos quedarán quebrados y serán trofeos para ti de la verdad y el poder del Señor tu Dios. C. H. S.

Vers. 6. Ni mortandad que en medio del día destruya. El hambre puede ser causa de muerte, o podemos ser devorados por la guerra sangrienta, el terremoto puede trastornar y la tempestad derribar, pero entre todo ello, el hombre que se ha acogido al propiciatorio y se ha abrigado bajo las alas del mismo, permanecerá en perfecta paz. Recuerda que la voz que dijo: «No tendrás temor», es la del mismo Dios, y al decirlo empeña su palabra como garantía de la seguridad de todos los que habitan bajo su sombra. No sólo seguridad sino también serenidad. No sólo no serán heridos, sino que ni aun tendrán temor de los males que les rodean, puesto que el Señor los protege. C. H. S.

Vers. 7.
Mas a ti no llegará. ¡Qué cierto es esto de la plaga del mal moral, la herejía y el hacerse atrás! Naciones enteras están infectadas, pero el hombre que está en comunión con Dios no es afectado por el contagio; tiene en sus manos la verdad cuando la falsedad está de moda.

Los que dicen ser cristianos se ven por todas partes afectados por la plaga, la iglesia se ve diezmada, decae la misma vida de la religión, pero en el mismo lugar y ocasión, en comunión con Dios, el creyente renueva su juventud, y su alma no conoce enfermedad. Hasta cierto punto esto es también cierto de los males físicos; el Señor hace diferencia entre Israel y Egipto en el día de sus plagas. El ejército de Senaquerib fue destruido, pero el de Jerusalén quedó intacto. C. H. S.

Así como el bien puede hallarse localmente cerca de nosotros, y, con todo, virtualmente muy lejos, lo mismo el mal. La multitud se apiñaba alrededor de Cristo, según el Evangelio, pero sólo una mujer le tocó de forma que recibió bien; así Cristo puede guardarnos en medio de una multitud de peligros de modo que ninguno nos dañe. Joseph Caryl

Vers. 9. Porque has puesto a Jehová, que es mi esperanza, al Altísimo, por tu habitación. Nuestra seguridad no consiste meramente en que Dios es un refugio y una habitación, sino en que «has hecho del Señor tu refugio, tu habitación, y por ello no sufrirás mal alguno». De esto depende, pues, nuestra seguridad; y ésta es la forma de hacer de Dios nuestra habitación: el ponernos por la fe bajo su poder y providencia. Jeremiah Dyke

Vers. 9, 10.
Antes de exponer estos versículos, no puedo por menos de referir un incidente personal que ilustra el poder de los mismos para calmar al corazón cuando son aplicados por el Espíritu Santo.

En el año 1854, cuando hacia apenas doce meses que residía en Londres, el vecindario en que trabajaba fue presa del cólera asiático, y mi congregación sufrió de sus estragos. Familia tras familia me llamó al lado de la cama de los afectados, y casi cada día fui llamado para visitar una tumba.

Yo me entregué con ardor juvenil a la visitación de los enfermos, y me requerían de todas partes del distrito personas de todos los rangos y religiones. Estaba agotado en el cuerpo y en el corazón. Parecía que mis amigos iban cayendo uno tras otro, y yo sentía o me imaginaba que estaba enfermando como los que me rodeaban. Un poco más de trabajo y llanto y pronto me hallaría como los demás, reposando; sentía que mi carga era más pesada de lo que podía llevar, y estaba a punto de hundirme bajo la misma.

Un día que regresaba a casa, entristecido, después de un entierro, la curiosidad me llevó a leer un papel que había en el escaparate de un zapatero en Dover Road. No daba la impresión de que se tratara de un anuncio de su oficio, y no lo era; estaba escrito a mano con grandes letras: «Porque has puesto a Jehová, que es mi esperanza, al Altísimo, por tu habitación, no te sobrevendrá ningún mal, y ninguna plaga tocará tu morada.

El efecto sobre mi corazón fue inmediato. La fe se apropió el pasaje como propio. Me sentí seguro, renovado, ceñido por la inmortalidad. Continué visitando moribundos con un espíritu sosegado y pacífico; no tuve temor de mal alguno y no sufrí ninguno. La providencia que había impulsado a aquel zapatero a colocar estos versículos en su escaparate es la misma que yo reconozco con agradecimiento, y en el recuerdo de su poder maravilloso, adoro al Señor, mi Dios. C. H. S.

Se cuenta de Agustín que había decidido ir a cierta ciudad a visitar a los cristianos residentes en ella y pronunciar un sermón, o más de uno. El día y el lugar eran conocidos por sus enemigos, que enviaron a varios hombres armados en una emboscada para que lo mataran cuando pasara.

Dios alteró estos planes inicuos, ya que el guía a quien habían enviado para que le acompañara y así no se perdiera, le llevó por otro camino y llegó a su destino sin sufrir daño alguno. Los creyentes que le habían solicitado, al enterarse de la asechanza tramada, adoraron la providencia de Dios y le dieron gracias por su gran liberación. John Arrowsmith

Vers. 9-14.
La dependencia de Cristo no es la causa de que Él nos guarde, sino que es el calificativo de la persona que es guardada. Ralph Robinson

Vers. 10.
El pecado, que ha encendido un fuego en el infierno, está encendiendo fuegos en la tierra continuamente. Y cuando aparecen, todos se preguntan cómo ha sucedido. Amós replicó: «¿Habrá mal en una ciudad, y no lo habrá hecho el Señor?» Y cuando la desolación tiene lugar por el fuego, Isaías declara: El Señor «nos ha consumido, a causa de nuestras iniquidades».

Hace muchos años me amenazaron repetidamente con destruir mi casa, pero el Señor la aseguró, dándome el versículo diez del Salmo noventa y uno; y la providencia del Señor es la mejor seguridad. John Berridge

Vers. 11. Pues a sus ángeles dará orden acerca de ti. No un ángel guardián, como sueñan algunos, sino que son todos los ángeles los aludidos aquí. Son la guardia personal de los príncipes de la sangre real del cielo, y han recibido la orden de su Señor y el nuestro de velar cuidadosamente sobre todos los intereses de los fieles. C. H. S.

Cuando Satanás tentó a Cristo en el desierto, hizo uso sólo de una cláusula de la Escritura (Mateo 4:6), y el Salmo del cual la pidió prestada demostró de modo tan claro que había buscado una palabra aquí y otra allá, y dejado lo que había en medio, antes y después, que echó a perder su propia causa.

La Escritura es tan santa, pura y verdadera, que no hay palabra o silaba en ella que pueda ser aprovechada por el diablo, los pecadores o los herejes; con todo, como el diablo alegó una porción de la Escritura, aunque resultó ir en contra de él, así también le imitan los libertinos, epicúreos y herejes, como si hubieran aprendido en la misma escuela. Henry Smith.

Vers. 12. Para que tu pie no tropiece en piedra. Y estos ángeles, viendo que somos amados por Dios, hasta el punto que por nosotros no eximió a su propio Hijo, aceptan el mandato con todo su corazón y hacen todo su deber, desde nuestro nacimiento hasta el fin de nuestra vida. Henry Lawrence, en «A Treatise of our Corninunion and Warre with Angelis»

Vers. 13. Sobre el león y el áspid pisarás. Ante los hombres que viven en Dios, las peores fuerzas del mal son impotentes; su vida está resguardada y desafían los peores males. Sus pies entran en contacto con los peores enemigos. Incluso el mismo Satán intenta morderles el talón, pero en Cristo Jesús tienen la segura esperanza de quebrantar a Satanás con el talón prontamente.

El pueblo de Dios es el verdadero «Jorge y el dragón», los verdaderos dominadores de leones y encantadores de serpientes. Su dominio sobre los poderes de las tinieblas les hace decir: «Señor, incluso los demonios se nos someten por medio de tu palabra.»

Vers. 14. Por cuanto en mí ha puesto su amor; yo también lo libraré. Cuando el corazón se enamora del Señor, se deja arrebatar por El y está intensamente adherido a El, el Señor reconoce la llama sagrada y preserva al hombre que la lleva en su seno. C. H. S.

No dice: «Porque no tiene pecado; porque ha guardado de modo perfecto todos mis preceptos; porque tiene mérito y es digno de ser librado y guardado.» Si no que El produce aquellas cualidades que incluso se encuentran en los débiles, los imperfectos y los que están todavía expuestos a pecar en la carne, a saber, adhesión, conocimiento de su nombre y oración. Musculus

Vers. 15. Me invocará, y yo le responderé. Los santos son primero llamados por Dios, y luego ellos invocan a Dios; estas llamadas siempre producen respuesta.

Es mejor para mí, Señor, estar atribulado, con tal que Tú estés conmigo, que reinar sin Ti, festejar sin Ti, ser honrado sin Ti. Es mejor estar abrazado a Ti en la tribulación, tenerte a Ti en el horno, que estar sin Ti incluso en el cielo. Porque, ¿qué tengo yo en el cielo, y sin Ti, qué es lo que deseo en la tierra? El crisol pone a prueba el oro, y la tentación de la tribulación a los hombres justos. Bernard

Lo libraré y le honraré.
Los creyentes no son librados o preservados en una forma que los rebaje y les haga sentirse humillados; muy al contrario, la salvación del Señor concede honor sobre aquellos a quienes libra. Dios nos da primero gracia que nos vence, y luego nos premia por ella. C. H. S.

Vers. 16. Lo saciaré de larga vida.

Contemos la vida en hechas, no años;

En pensamientos, no en respiraciones;

En sentimientos, no en números.

Escritos en una esfera

Deberíamos contar el tiempo en latidos.

El que vive más es el que piensa más,

Tiene sentimientos más nobles

Y mejor se porta.

Philip James Bayley, en «Festus»

Y le mostraré mi salvación
. ¡Ésta es la cumbre máxima de la bendición, que lo incluye todo y lo concluye todo! Lo que hace Dios es perfecto. Hasta aquí su siervo ha captado vistas fugaces de la «gran salvación». El Espíritu ha venido revelándosela, paso tras paso, según él podía sobrellevar. La Palabra le ha enseñado, y se ha regocijado en su luz. Pero todo lo que ha visto es en parte y conocido en parte. Pero cuando Dios ha satisfecho a su siervo con largura de días y ha llegado el tiempo para él, empieza la eternidad, y él le «mostrará su salvación». Todo quedará claro. Todo será conocido. Dios será revelado en su amor y en su gloria. Y nosotros conoceremos todas las cosas, tal como somos conocidos. Mary B. M. Duncan

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