Charles Spurgeon Collection: Spurgeon - C.H. - Tesoro de David (Treasury of David): 094 Salmo 94

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Charles Spurgeon Collection: Spurgeon - C.H. - Tesoro de David (Treasury of David): 094 Salmo 94



TOPIC: Spurgeon - C.H. - Tesoro de David (Treasury of David) (Other Topics in this Collection)
SUBJECT: 094 Salmo 94

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SALMO 94

Tema: El escritor ve a los malvados en el poder y le duele su opresión. Su sentido de la soberanía divina, de la cual ha cantado en el Salmo anterior, le lleva a apelar a Dios, el gran Juez de la tierra; lo hace con gran vehemencia e insistencia, evidentemente escociéndole el látigo del opresor.

Confiado en la existencia de Dios y asegurado de su escrutinio personal de los actos de los hombres, el Salmista reprende a sus adversarios ateos y proclama su triunfo en su Dios; interpreta también la severa dispensación de la Providencia como una disciplina en gran manera instructiva, y considera felices a los que la soportan.

El Salmo es otra discusión patética del antiguo enigma: «¿Por qué prosperan los impíos?» Es otro ejemplo de un hombre bueno perplejo por la prosperidad de los inicuos, que alienta su corazón al recordar que, después de todo, hay un Rey en el cielo, el cual dice la última palabra sobre el gobierno de las cosas. C. H. S.

Vers. 1. Jehová, Dios de las venganzas, Dios de las venganzas, muéstrate: ¡Oh Dios de las retribuciones, Dios de las retribuciones, muéstrate! Una oración muy natural cuando la inocencia es pisoteada y la maldad es exaltada. Si la ejecución de la justicia es algo justo ¡y nadie puede negar el hecho!-, entonces ¿ha de ser algo apropiado el desearla, no por desquite personal, en cuyo caso un hombre difícilmente podría atreverse a apelar a Dios, sino por simpatía con el derecho y por compasión a los que sufren injustamente? C. H. S.

No creo que prestemos suficiente atención a la distinción que existe entre el desquite (venganza rencorosa) y venganza retributiva. «La venganza rencorosa», dice el Dr. Johnson, «es un acto de pasión, la venganza lo es de justicia; uno se desquita de las injurias, pero los crímenes son vengados.» Barton Bouchier

Vers. 3. ¿Hasta cuándo los impíos, hasta cuándo, oh Jehová, se gozarán los impíos? Lo dice dos veces, porque el impío se jacta día tras día, con tanta insolencia como si estuviera más allá de todo control. John Trapp

¿Qué respuesta vamos a dar, qué fecha pondremos a este «Hasta cuándo»? La respuesta nos la da el versículo 23: «Y él hará recaer sobre ellos su iniquidad, y los destruirá por su propia maldad; etc.» Como si dijera: «A menos que el Señor los ataje en sus maldades, ellos nunca dejarán de obrar de modo impío. Son hombres de tal clase que no hay cura para ellos, no dejarán de obrar maldades hasta que sean eliminados por la muerte; por tanto, Dios les amenaza de muerte, para detener a estos hombres de pecar.

Un hombre piadoso dice: «Aunque (Dios) me mate, aún confiaré en El»; y algunos malvados dicen (en los hechos, aunque np lo digan de palabra): «Hasta que Dios nos mate, pecaremos contra El.» Joseph Caryl

Vers. 4. ¿Hasta cuándo se jactarán, hablando de cosas arrogantes? Los impíos no están contentos con obrar injustamente, añaden a ello palabras duras, arrogantes y amenazadoras, ultrajando con ellas a los santos. ¿Va a tolerar esto para siempre el Señor? ¿Va a dejar a sus propios hijos que sean durante mucho más tiempo la presa de sus enemigos? ¿No van los discursos insolentes de sus adversarios a provocar finalmente su justicia hasta que intervenga?

Las palabras, a veces, hieren más que las espadas, son tan duras para el corazón como las piedras para la carne; y son derramadas por los impíos en redundancia y las usan de modo tan común que pasan a ser su habla ordinaria. ¿Van a ser toleradas para siempre? C. H. S.

Vers. 7. Y dicen: El Señor no lo ve. Ésta es la razón de su arrogancia y el colmo de su maldad: su maldad es respaldada por el hecho de que sueñan que Dios es ciego.

Cuando los hombres creen que los ojos de Dios están enturbiados, no hay razón para preguntarse por qué dan rienda suelta a sus pasiones brutales. Las personas antes mencionadas no sólo albergan creencias infieles, sino que se atreven a defenderlas, confiados en la monstruosa doctrina de que Dios está demasiado lejos para darse cuenta de las acciones de los hombres. C. H. S.

Vers. 8. Comprended, necios del pueblo. Cuando un hombre ha decidido que no quiere saber nada de Dios, ha prescindido también de su condición humana, ha caído al nivel del buey y el asno; sí, por debajo de ellos, porque «el buey conoce a su dueño, y el asno el pesebre de su amo». En vez de humillamos ante la presencia de los científicos infieles, deberíamos sentir compasión de ellos; ellos hacen ver que nos miran con desprecio, pero somos nosotros, con mucho, los que tenemos motivos de hacerlo respecto a ellos. C. H. S.

Vers. 8-11.
Podemos observar que esta terrible enfermedad es atribuida a la humanidad en general. «Jehová conoce los pensamientos de los hombres, que son vanidad.» El Salmista ha venido mostrando la vanidad y falta de razón de los pensamientos de algunos de los hijos de los hombres; e inmediatamente hace notar que esta vanidad y necedad en el pensamiento son comunes y naturales a la humanidad.

De los casos particulares podemos sacar con justicia la siguiente observación doctrinal: Que hay una ceguera extrema en las cosas de la religión, que de modo natural tiene posesión de los corazones de la humanidad. Jonathan Edwards

Vers. 9. El que plantó la oreja, ¿no oirá? Él formó este órgano maravilloso del oído y lo puso en el lugar más conveniente cerca del cerebro, y ¿será El mismo sordo? El que es capaz de tanto designio e inteligencia, ¿no podrá discernir lo que se hace en el mundo que El ha hecho? El hizo que tú pudieras oír; ¿no va a poder oír El mismo? ¡La pregunta es abrumadora! Llena de confusión al escéptico. C. H. S.

¿No podrá sentir el Autor de los sentidos? Nuestro Dios no es el Júpiter de Creta, que era representado sin orejas y no podía entretenerse atendiendo a las cosas pequeñas. John Trapp

El que formó el ojo, ¿no verá?
Podemos entender el mecanismo del ojo, podemos comprender la sabiduría del que lo diseñó; pero la preparación de los materiales y el ajuste de sus partes hablan de un poder y habilidad que el hombre no puede esperar alcanzar nunca.

Cuando el hombre ve que su mayor habilidad y destreza son sobrepasadas tanto en plan como en ejecución, ¿podrá fallar en reconocer que hay un designio en ello? ¿Fallaremos en reconocer a un Constructor cuando contemplamos una obra así? P. A. Chadbourne, en «Lectures on Natural Theology»

El que hizo el mismo sol y rige su giro, siendo ésta una pequeña porción de sus obras si la comparamos con el conjunto de ellas, ¿es incapaz de percibir las cosas? Epicteto

El siguiente es un buen consejo de los rabinos: Las tres mejores salvaguardas para no caer en el pecado son recordar, primero, que hay un Oído que lo oye todo; segundo, que hay un Ojo que lo ve todo; tercero, que hay una Mano que lo escribe todo en el Libro del Conocimiento, que será abierto el día del juicio. J. M. Neale

Vers. 10. ¿No sabrá el que enseña al hombre la ciencia? La inferencia es tan natural, que el escritor ni tan sólo se molesta en sacar la conclusión para el hombre embrutecido con quien discute.

El creyente sincero a veces tiene deseos de decir: « ¡ Basta ya, no vale la pena discutir contigo! Si fueras un hombre razonable, estas cosas serían evidentes y no tendría que repetírtelas. Basta.» El conocimiento del hombre viene de Dios. La ciencia en sus primeros principios fue enseñada a nuestro progenitor Adán, y todos los progresos que se han hecho después han sido con la ayuda divina; ¿no sabe el Autor y Revelador de todo conocimiento? C. H. S.

Vers. 11. Jehová conoce los pensamientos. Los pensamientos del corazón del hombre, ¡a cuántos millones no ascienden en un día! Un abrir y cerrar de ojos no es tan rápido como el desarrollo y curso de un pensamiento; con todo, estos miles y miles de pensamientos que pasan por tu mente, que tú no puedes contar, todos ellos son conocidos por Dios. Anthony Burgess

Son vanidad.
Si se adscribiera esta vanidad a los pensamientos que tenemos durante nuestra infancia y juventud, nos quedaríamos menos sorprendidos. Esta es una verdad de la que pueden dar penosa prueba innumerables padres, sí; y estos mismos niños, cuando llegan a la edad madura, se dan cuenta de ello. La vanidad, sin embargo, tiene cierta justificación en este período. La obstinación y locura de algunos jóvenes, aunque sea causa de enojo, a veces da lugar a una lágrima de compasión. Pero ¡la acusación aquí se hace contra un hombre! «El hombre, en el mejor estado, es sólo vanidad.» Andrew Fuller

Son vanidad.
La versión siríaca dice: «Son un vapor.» Comparar Santiago 4:14. John Gill

Vers. 12. Bienaventurado el hombre a quien tú, JAH, corriges. La mente del Salmista se va aquietando. Ya no se queja a Dios ni discute con los hombres, sino que afina su arpa a melodías más suaves, porque su fe percibe que, aun para el creyente más afligido, todo va bien. C. H. S.

Si como resultado de las aflicciones externas el alma es llevada más adentro de las enseñanzas de Dios, indudablemente sus aflicciones han sido en amor. Toda la disciplina del mundo, sin la enseñanza divina, fallará en ser una bendición para el hombre; el hombre que halla corrección unida a instrucción, y azotes con lecciones, es un hombre feliz.

Si por medio de la aflicción que está sobre ti Dios te enseña a aborrecer más el pecado, a apartarte más del mundo y a andar más con Dios, tus aflicciones son en amor. Si Dios te enseña por medio de las aflicciones a morir más al pecado, y a morir más a tus relaciones, y a morir a tu propio interés, las aflicciones son en amor.

Si Dios te enseña por medio de las aflicciones a vivir más para Cristo, a elevarte más hacia Cristo y a anhelar más a Cristo, tus aflicciones son en amor. Si Dios te enseña por medio de las aflicciones a conseguir obtener seguridad de una vida mejor y a estar quieto, dispuesto y preparado para el día de la muerte, tus aflicciones son en amor.

Si Dios te enseña por medio de las aflicciones a poner más interés en el cielo y a estar más preparado para el cielo, tus aflicciones son en amor. Si por medio de las aflicciones Dios enseña a tu orgulloso corazón a inclinarse y tu orgulloso corazón se humilla, y tu corazón criticón se vuelve caritativo, y tu corazón camal crece más en lo espiritual, y tu inquieto corazón se calma, etc., tus aflicciones son en amor.

Pambo, según refiere la anécdota, «hacía diecinueve años que intentaba aprender la lección de estar alerta para no pecar con la lengua», pero todavía no la había aprendido. ¡Ay! Es de temer que hay muchos que han estado en esta escuela de la aflicción más de diecinueve años y todavía no han aprendido durante ellos ninguna lección salvadora. Sin duda, sus aflicciones no son en amor, sino en ira.

Cuando Dios ama, aflige en amor, y cuando Dios aflige en amor, enseña tales lecciones a las almas que les son provechosas para toda la eternidad. Thomas Brooks

Si no tenemos nada más que la vara, no nos beneficiamos de ella, sí; y si no tenemos más que la Palabra, no nos beneficiaremos de la Palabra. Es del Espíritu dado con la Palabra, y del Espíritu dado con la vara, que nos beneficiamos, bajo las dos, o bajo una u otra. La disciplina y la divina enseñanza tienen que ir juntas, pues de otro modo no habrá beneficio con la disciplina. Joseph Caryl

Dios intenta que las aflicciones de la vida sean beneficiosas para nosotros; porque así como las semillas que están profundamente cubiertas de nieve en invierno brotan más lozanas en la primavera, y el viento al abatirse sobre la llama la eleva más y más, y cuando la llama de un fuego es excesiva arrojamos agua sobre la misma, del mismo modo, cuando el Señor quiere aumentar nuestro gozo y agradecimiento, los calma con las lágrimas de la aflicción. H. G. Salter

Vers. 13. Para hacerle descansar en los días de aflicción, en tanto que para el impío se cava lafosa. El gran Cazador está preparando el hoyo para los lobos embrutecidos; están merodeando alrededor y desgarrando a las ovejas pero pronto serán capturados y destruidos; por tanto, el pueblo del 'Señor ha de aprender a reposar en los días de adversidad y disfrutar del descanso de su Dios.

Los impíos es posible que no estén maduros para el castigo, ni el castigo maduro para ellos el infierno es un lugar preparado para personas preparadas para él así como los días de gracia maduran a los santos para la gloria, los días de libertinaje empujan a los pecadores a corromperse para la destrucción eterna. C. H. S.

Reposo.
Que haya un avivamiento de las virtudes pasadas. Mr. Hume las llama «virtudes monacales». Muchos hablan de ellas despectivamente, en especial al compararlas con las cualidades audaces que tanto estima el mundo. Pero la quietud de la mente y el espíritu, como el corazón quebrantado, tienen gran valor a la vista de Dios. Algunos parecen haber olvidado que el silencio y la mansedumbre son gracias. William S. Plumer

Mira, aquí tienes la advertencia de Dios y la razón por la que tolera al malvado: se está cavando la fosa para el pecador. Tú quisieras enterrarle ya al instante; la fosa se está cavando; no te apresures a enterrarle. Agustin

Vers. 16. ¿Quién se levantará por mí contra los malignos? ¿Quién estará por mí contra los que hacen iniquidad? ¿Dónde se hallan nuestros Luteros y nuestros Calvinos? Una caridad falsa ha debilitado a los valientes de Israel. Nuestro John Knox valdría u,n Potosí en estos días, pero ¿dónde hallarlo? Nuestra gran consolación es que el Dios de Knoxy de Lutero está todavía con nosotros, y a su debido tiempo llamará a sus campeones escogidos. C. H. S.

Vers. 19. Tus consolaciones alegran mi alma. El pequeño mundo dentro de nosotros, como el gran mundo fuera, está lleno de confusión y de lucha; pero cuando Jesús entra en él y susurra: «Paz a ti», hay calma, sí, un trance de felicidad. Apartémonos de contemplar la lastimosa opresión del hombre y la predominancia presente de los impíos y veremos este santuario de puro reposo que se halla en el Dios de toda consolación. C. H. S.

Tus consolaciones;
las consolaciones que obtenemos del Señor Jesucristo; de mirarle, considerarle a El; pensar en su persona, sus cargos, su sangre y su justicia e intercesión, exaltación y gloria, y, su segunda venida; nuestro encuentro con El, el verle y ser como El.

Tus consolaciones; las consolaciones que vienen del Espíritu Santo, «el Consolador»; cuando El nos abre las Escrituras, nos habla por medio de las ceremonias y las ordenanzas; da testimonio dentro de nosotros de nuestra adopción por Dios; revelándose en su obra de gracia en nuestros corazones; capacitándonos para ver esta obra y para ver en ella el amor especial de Dios hacia nosotros; no abriendo para nosotros el Libro de la vida y mostrándonos nuestros nombres en él, pero haciendo algo que nos alegra tanto como si abriera el Libro; mostrándonos la mano de Dios en nuestras propias almas -su mano salvadora-, su mano que se hace cargo de los suyos; haciéndonos sentir, al asirnos, su amor, y que nunca nos abandonará. Charles Bradley

Jerjes ofreció grandes recompensas a aquel que pudiera hallar un placer nuevo; pero los consuelos del Espíritu son satisfactorios, restablecen el corazón. Hay tanta diferencia entre las consolaciones celestiales y las terrenales como en un banquete saboreado y uno que está pintado en la pared. Thomas Wattson

Vers. 20. ¿Se aliará contigo el tribunal inicuo que hace agravio bajo forma de ley? El primer pretexto del impío para desfigurar sus actividades contra el inocente es su tribunal; el segundo, la ley; el tercero, su consejo. ¿Qué tirano puede pedir más? Pero Dios ha preparado un infierno terrible para los tiranos impenitentes, y se hallarán en él mucho antes del tiempo en que ellos esperan dejar este mundo. William Nicholson

Vers. 21. Y condenan la sangre inocente. Son hábiles en la calumnia y las falsas acusaciones, y no se detienen ante el asesinato; ningún crimen es excesivo para ellos, con tal que puedan hollar a los siervos del Señor. Esta descripción es históricamente verdadera con referencia a los tiempos de persecución; se ha cumplido en Inglaterra, y podría repetirse si el papismo avanza en tiempos futuros aquí en la proporción en que lo ha hecho recientemente. C. H. S.

Vers. 23. Y él hará recaer sobre ellos su iniquidad. Los inicuos se dedican a una mala obra: hacen cadenas, pero serán para sus propios pies; edifican casas que van a hundirse sobre sus propias cabezas; tan traidora es la naturaleza del pecado que daña y destruye a los que lo engendran. William Greenhill

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