Charles Spurgeon Collection: Spurgeon - C.H. - Tesoro de David (Treasury of David): 095 Salmo 95

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Charles Spurgeon Collection: Spurgeon - C.H. - Tesoro de David (Treasury of David): 095 Salmo 95



TOPIC: Spurgeon - C.H. - Tesoro de David (Treasury of David) (Other Topics in this Collection)
SUBJECT: 095 Salmo 95

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SALMO 95

Este Salmo no tiene título, y todo lo que sabemos de su paternidad es que Pablo lo cita como «de David» (Hebreos 4:7). Es verdad que esto puede significar meramente que se halla en la colección conocida como los Salmos de David; pero, si esto fuera lo que quiere decir el apóstol, habría sido más natural que hubiera dicho: «dicen los Salmos»; por lo que nos inclinamos a creer que David fue el verdadero autor de este poema. Lo llamaremos «El Salmo de la Provocación». C. H. S.

Este Salmo es citado dos veces en la Epístola a los Hebreos como una advertencia a los cristianos judíos de Jerusalén, en los días del escritor, para que no vacilen en la fe y no desprecien las promesas hechas por Dios a sus padres en el desierto, no sea que no puedan entrar en su descanso. Christopher Wordsworth

Vers. 1. Venid, aclamemos alegremente a Jehová. Otras naciones cantan a sus dioses; nosotros cantamos a Jehová. Le amamos, le admiramos, le reverenciamos; expresemos nuestros sentimientos con sonidos selectos, usemos nuestra facultad más noble para su fin más noble. C. H. S.

Si es verdad que «Venid, aclamemos», dicho una sola vez, va más allá que veinte «Id y aclamad», ¡cuánto cuidado han de tener aquellos a quienes Dios ha elevado a un lugar eminente en que sus ejemplos puedan ser escaleras de Jacob para ayudar a los hombres a subir al cielo, no piedras de tropiezo, como Jeroboam, atravesadas en el camino para hacer pecar a Israel. Charles Herle

Vers. 2. Lleguemos ante su presencia con alabanza y acción de gracias. Aquí hay probablemente una referencia a la presencia especial de Dios en el Lugar Santísimo, encima del propiciatorio, y también a la gloria que resplandecía de la nube que reposaba sobre el tabernáculo. Dios está presente en todas partes, pero hay una presencia peculiar de la gracia y la gloria ante la cual los hombres deben acudir con la más profunda reverencia. Nuestra adoración debe hacer referencia al pasado como también al futuro; si no bendecimos al Señor por lo que ya hemos recibido, ¿cómo podemos de modo razonable esperar más?

Aclamémosle con cánticos. Hemos de aclamarle rebosantes como los que triunfan en la guerra, y de modo tan solemne como los que se expresan mediante salmos. No siempre es fácil unir el entusiasmo a la reverencia, y es una falta frecuente el destruir una de estas cualidades al esforzarse en pos de la otra. Es de temer que esto lo olvidamos en los servicios ordinarios. La gente tiene la impresión de que deben estar tan serios que parecen hallarse afligidos, y se olvidan de que el gozo es también una característica del culto verdadero como lo es la solemnidad. C. H. S.

Vers. 5. Suyo también el mar. Esto se ve que es verdadero en el mar Rojo, en que las aguas vieron a su Dios y obedientemente se apartaron para abrir paso a su pueblo. El mar no era de Edom, aunque era rojo; ni era de Egipto, aunque bañaba sus orillas. El Señor reina supremo sobre las aguas, para siempre jamás.

Y sus manos formaron la tierra seca. Venid, pues, y habitemos en este hermoso mundo, y adoremos al que es conspicuo doquiera que andemos. Considerémosle todo él como el suelo de un templo en que se hallan impresas las pisadas de la Deidad bien visibles delante de nuestros ojos si queremos verlo. El argumento es abrumador si el corazón está dispuesto; la orden de adorar es tanto la inferencia de la razón como el impulso de la fe. C. H. S.

Vers. 6. Venid, adoremos y postrémonos; arrodillémonos delante de Jehová nuestro Hacedor. Hemos de acudir como suplicantes; gozosos, pero no presuntuosos; con la familiaridad de hijos ante un padre, pero reverentes como criaturas delante de su Hacedor. La postura no lo es todo, pero es algo; la oración es oída aun cuando las rodillas se resistan a doblarse; pero es apropiado que un corazón que adora muestre su reverencia inclinando el cuerpo y doblando la rodilla. C. H. S.

No ante un crucifijo, ni una imagen apolillada, ni ante una imagen de un santo; éstos no son nuestro Hacedor; somos nosotros los que los hemos hecho, no ellos a nosotros.

Nuestro Dios, a quien hemos de cantar, en quien hemos de regocijamos, a quien hemos de adorar, «es un gran Rey sobre todos los dioses»; no es un dios de plomo, ni de pan, ni de bronce, ni de madera; no nos postramos y adoramos a nuestra Señora, sino a nuestro Señor; no a un mártir, sino a nuestro Hacedor; no a un santo, sino a nuestro Salvador. John Boys

Vers. 7. Porque Él es nuestro Dios. Aquí tenemos la razón esencial para la adoración. Jehová ha entrado en un pacto con nosotros, y de entre todo el mundo nos ha apartado a nosotros para ser sus elegidos. Si otros rehúsan darle homenaje, nosotros se lo daremos alegremente. El es nuestro, y nuestro Dios; nuestro, por tanto le amaremos; nuestro Dios, por tanto le adoraremos. Feliz el hombre que puede sinceramente creer que estas palabras son verdaderas con referencia a él mismo.

Pero, ¿qué es esta advertencia que sigue? ¡Ay! Por desgracia era totalmente necesaria para el antiguo pueblo del Señor, y nosotros la necesitamos no menos que ellos. La nación favorecida se había vuelto sorda al mandamiento del Señor, y demostraban que no eran verdaderamente sus ovejas, de las cuales está escrito: «Mis ovejas oyen mi voz»; ¿resultará ser verdad esto respecto a nosotros también? Dios no lo permita.

¡Ojalá oyerais hoy su voz! ¡Qué terrible es este ojalá! Muchos no quisieron oír; postergaban las solicitudes a amar a Dios y provocaban a su Dios. «Hoy», en la hora de gracia, en el día de la misericordia, se nos pone a prueba sobre si estamos escuchando la voz de nuestro Creador.

No se dice nada de mañana: «Él lo limita a cierto día», hace presión para una atención inmediata, por amor a nosotros nos pide obediencia instantánea. ¿Vamos a ceder? El Espíritu Santo dice: «Hoy». ¿Vamos a contristarle con nuestras demoras? C. H. S.

Si aplazamos el arrepentimiento para otro día, tenemos un día más de que arrepentirnos y un día menos para arrepentimos. W. Mason

El que ha prometido perdón a nuestro arrepentimiento no ha prometido preservar nuestras vidas hasta que nos arrepintamos. Francis Quarles

No es posible arrepentirse demasiado pronto, porque no sabes cuándo será demasiado tarde. Thomas Fuller

¡Oh! ¡Qué ojalá tan terrible! ¡Qué reproche hay aquí para los que no le escuchan! «Mis ovejas oyen mi voz, y yo las conozco, y me siguen»; «pero vosotros no queréis venir a mí para que tengáis vida». Y, sin embargo, hay misericordia; hay salvación todavía si queréis oír esta voz. Barton Bouchier

Y, con todo, como nos dice san Bernardo, no hay dificultad alguna en oírla; al contrario, la dificultad está en cerrar nuestros oídos de modo efectivo contra ella; tan clara es su enunciación y constante su llamada. No obstante, hay hombres que no escuchan, por causas diversas: porque están demasiado lejos; porque están sordos; porque duermen; porque han vuelto la cabeza al otro lado; porque se tapan los oídos; porque están corriendo apresurados para no tener que oír; porque han muerto; todas éstas son formas y grados de incredulidad. Bernardo Y Hugo Cardinaes, en «Neale and Littledale»

Vers. 7, 8.
Nunca vas a saber lo ligero que es el yugo de Cristo hasta que este puesto sobre tu cuello, ni lo fácil que es llevar su carga hasta que la hayas aceptado. En tanto que juzgas la santidad a distancia, como algo fuera de ti y contrario a ti, nunca va a gustarte.

Acércate un poco más; tómala, ocúpate en ella, y verás que la religión trae alimento en su boca; su naturaleza es renovadora, nutritiva, fortalecedora. Trae al alma algo que la alegra y conforta. Thomas Cole, en «Morning Exercises»

Vers. 8. No endurezcáis vuestro corazón.
Si queréis escuchar, aprended también a temer. El mar y la tierra le obedecen; ¡no te muestres más obstinado que ellos! Nosotros no podemos ablandar nuestros corazones, pero podemos endurecerlos, y las consecuencias serán fatales. Hoy es un día demasiado bueno para profanarlo endureciendo nuestro corazón contra sus propias misericordias. En tanto que reina la misericordia, que no se rebele la obstinación. C. H. S.

Vers. 9.
Vuestros padres me tentaron. En resumen, la incredulidad de toda clase y grado puede decirse que tienta a Dios. Porque el no creer en la evidencia que Él ha decidido darnos, es provocarle a que dé mas, ofreciendo nosotros nuestro asentimiento posible si la prueba o demostración es incrementada, como tratando de inducirle a El a que vaya más allá de lo que ha prescrito su sabiduría. No es posible desconfiar de Dios y no acusarle o bien de falta de poder o falta de bondad. Henry Melvill

Me pusieron a prueba. Si estuviéramos constantemente poniendo a prueba el amor de nuestra esposa o marido, y aún no estuviéramos convencidos después de años de fidelidad, estaríamos agotando la paciencia humana. La amistad sólo florece en una atmósfera de confianza; la sospecha la destruye; ¿ha de ser objeto de sospecha el Señor Dios, verdadero e inmutable, día tras día, por parte de su propio pueblo? ¿No va a provocarle esto a ira? C. H. S.

Me pusieron a prueba.
Pusieron a prueba mi existencia, presencia y poder al requerirme que obrara, esto es, actuara en una forma extra-ordinaria. Y sus deseos, por más que fueran poco razonables, se los concedí. J. A. ALEXANDER

Y habían visto mis obras.
Pusieron a Dios a prueba una y otra vez, durante cuarenta años, aunque cada vez su obra era una evidencia más concluyente de su fidelidad. No había nada que les convenciera a la larga. La inconstancia está unida al corazón del hombre, la incredulidad es su gran pecado; siempre hemos de estar «viendo», pues de lo contrario vacila nuestra fe. Esta es una grave ofensa, y acarrea un castigo conmensurable. C. H. S.

Vers. 10.
Cuarenta años estuve disgustado con la nación. La impresión en la mente divina es muy vívida. Los ve delante de Él ahora, y los llama «nación» o «esta generación». No deja sólo a los profetas que les reprendan por el pecado, sino que El mismo se queja y declara que está agraviado, harto, disgustado. C. H. S.

¡Oh, qué presunción más extrema la del hombre que ofende a su Hacedor «cuarenta años»! ¡Oh, qué paciencia y longanimidad la de su Hacedor, que permite que pasen cuarenta años en que se le ofende! El pecado empieza en el «corazón» cuando los deseos se desvían hacia un objeto prohibido, de lo que sigue falta de atención a los «caminos» de Dios, a sus dispensaciones y a nuestro propio deber. La concupiscencia en el corazón, como el vapor en el estómago, pronto afecta a la cabeza y nubla el entendimiento. George Horne

Estuve disgustado.
La palabra es muy fuerte, expresando aversión, repugnancia. J. J. S. Perowne

Y dije: Es un pueblo de corazón extraviado, y no han conocido mis caminos. El corazón es el muelle o resorte principal del hombre, y si está averiado, toda la naturaleza es sacada de quicio. Si el pecado sólo fuera a flor de piel, podría considerarse algo leve; pero, como ha contaminado al alma, el caso es serio.

Cuarenta años de sabiduría providencial, sí, y aun un período más largo de experiencia, que fallaron en enseñarles la serenidad de la seguridad y la firmeza de la confianza. Hay base aquí para hacer averiguaciones sobre el corazón. Muchos tratan la incredulidad como una falta leve; aun consideran que es más bien una enfermedad o debilidad que un delito Pero el Señor piensa de otra manera.

La fe en Jehová es una obligación especialmente para aquellos que afirman ser el pueblo de sus prados, 'y aun de modo más enfático para aquellos cuya larga vida ha sido saturada de evidencias de su verdad; la incredulidad es un insulto a uno de los atributos más queridos de la Deidad. Le insulta de modo innecesario y sin la menor base, desafiando a toda clase de argumentos suficientes y cimentados en la elocuencia del amor. Al leer este Salmo, examinémonos y pongámonos todas estas cosas en el corazón. C. H. S.

Vers. 10, 11.
Y dije Nota la graduación: primero, el disgusto con los que yerran y que le hace decir: dije; luego, la ira sentida de modo más grave contra los que no creyeron, que le hace jurar. El pueblo había sido llamado «ovejas» en el ver. 7. Para las ovejas el mayor bien es el reposo, pero en este reposo no iban a entrar nunca, porque no habían conocido ni se habían deleitado en los caminos por los que el buen Pastor deseaba guiarlos. John Albert Bengel

Vers. 11. Por tanto juré en mi furor que no entrarán en mi reposo. No puede haber reposo para el corazón que no cree. Si el maná y los milagros no podían satisfacer a Israel, tampoco le contentará la tierra que fluía leche y miel. Ésta es una solemne advertencia para todos los que abandonan el camino de la fe por los caminos de la murmuración petulante y la desconfianza. Los rebeldes de antes no podían entrar a causa de su incredulidad. «Tengamos temor, no sea que, a pesar de la promesa que tenemos de entrar en su reposo, algunos nos quedemos cortos.» C. H. S.

Es terrible escuchar un juramento de la boca de un pobre mortal, pero de la boca del Dios omnipotente ha de ser anonadante. Un juramento de Dios, realmente, pronunciado en su furor; verdadero, podemos decir, con toda su fuerza' cuando Dios habla, la criatura tiene el deber de escuchar; pero cuando jura, ha de temblar. Robert South

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