Charles Spurgeon Collection: Spurgeon - C.H. - Tesoro de David (Treasury of David): 097 Salmo 97

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Charles Spurgeon Collection: Spurgeon - C.H. - Tesoro de David (Treasury of David): 097 Salmo 97



TOPIC: Spurgeon - C.H. - Tesoro de David (Treasury of David) (Other Topics in this Collection)
SUBJECT: 097 Salmo 97

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SALMO 97

Tema: Así como el Salmo anterior cantaba las alabanzas del Señor en conexión con la proclamación del Evangelio entre los gentiles, en éste se prefigura la obra poderosa del Espíritu Santo en la sumisión de los sistemas colosales del error y derribando los dioses idolátricos.

Hay un Salmo en esta serie que se dice que es de David, y creemos que el resto procede del mismo lugar y del mismo autor. La cuestión PO es importante, y sólo lo mencionamos porque parece que algunos críticos establecen nuevas teorías; y hay lectores que se imaginan que esto es una prueba segura de conocimientos profundos. No creemos que estas teorías valgan el papel en que están escritas. C. H. S.

Vers. 1. Jehová reina; regocíjese la tierra, alégrense las muchas islas. Este es el santo y seña de este Salmo: Jehová reina. Es también la esencia de la proclamación del evangelio y el fundamento del reino del evangelio. Jesús ha venido y se le ha dado todo el poder en el cielo y en la tierra; por tanto, a los hombres se les manda que le den fe obediente. Los santos sacan consuelo de estas palabras, y sólo los rebeldes se resienten al oírlas. C. H. S.

Como si dijera: «Que nadie tema el infierno; que nadie se inquiete a causa de los demonios.» Que el más humilde y pobre del pueblo de Dios, aunque sólo sea tierra, se regocije en esto: Jehová reina.

Dios va a tomar todo el poder y la autoridad en sus manos. No se hallará ya más bajo los hombres, sino por encima de todos los hombres. Ya es hora de que sea así; es razonable que sea así; es justo que sea así. Ahora todo debe inclinarse, someterse a la ley, régimen y voluntad de Dios. Ningún hombre dirá ya: esto será así porque yo quiero; no se hallará corazón o lengua que se mueva contra el dominio del Señor. William Sedgwick, en «Sorne Flashes of Lightnings of the Son of Man»

El que se halló delante del juez, el que recibió los golpes, el que fue azotado, a quien escupieron y a quien coronaron de espinas; el que fue golpeado a puñadas, el que fue enterrado, El mismo resucitó de los muertos. El Señor reina. Que los reinos se agiten en su furor tanto como quieran; ¿qué pueden hacer al Rey de los reinos, al Señor de todos los reyes, al Creador de todos los mundos? AGUSTÍN

Estoy contento de que Cristo sea el Señor de todo, pues de otro modo no tendría la menor esperanza, dice Moconius en una carta a Calvino cuando considera los enemigos que tiene la iglesia. John Trapp

Cuando Bulstrode Whitelock se embarcó como enviado de Cromwell a Suecia, en 1635, estaba muy preocupado, mientras descansaba en Harwich la noche precedente, que fue muy tormentosa, al pensar en la condición trastornada de la nación.

Sucedió que un siervo de confianza dormía en la cama adyacente, el cual, viendo que su amo no podía dormir, al fin le dijo: «Señor, ¿me da permiso para que le haga una pregunta?»

«Sin duda.»

«Dígame, ¿cree que Dios gobernó bien al mundo antes de que usted viniera al mismo?»

«Sin duda.»

«Y dígame, señor, ¿cree que lo gobernará igualmente bien cuando usted se marche de él?»

«Ciertamente.»

«Entonces, perdone, pero ¿no cree que Él lo gobernará bien también en tanto que usted viva?»

A esta pregunta Whitelock no dio respuesta; pero, dando media vuelta, se durmió profundamente, hasta que le llamaron para embarcarse. G. S. Bowes, en «Illustrative Gatherings»

Vers. 2.
Nubes y oscuridad alrededor de él. Alrededor de la historia de su iglesia se han amontonado nubes de persecución, y a veces, se cierne una terrible negrura; con todo, el Señor está allí; y aunque los hombres durante un período no vean la luz clara en las nubes, a su debido tiempo ésta aparece para confusión de los adversarios del Evangelio.

El pasaje debería enseñarnos la impertinencia de intentar hacer pesquisas en la esencia de la Deidad, la vanidad de todos los esfuerzos para entender el misterio de la Trinidad en su unidad, la arrogancia de hacer presentar al Altísimo ante el tribunal de la razón humana, la locura de dictar al Eterno la manera en que ha de proceder.

La sabiduría vela su rostro y adora la misericordia que esconde el propósito divino; la locura se lanza y perece, cegada primero y, luego, consumida por el ardor de su gloria.

Justicia y juicio son el cimiento de su trono. Cuando sea abierto el rollo de los decretos y los libros de la providencia divina, ningún ojo podrá discernir una palabra que debiera ser borrada, una silaba equivocada, una línea de injusticia, una letra no santa. De nadie, excepto del Señor, se puede decir una cosa así. C. H. S.

Vers. 3. Fuego irá delante de éL Esta llama divina se halla todavía delante del rostro del Señor con ocasión, de su venida a toda alma fiel, cuando ésta se enardece de anhelo por El y quema todos sus pecados, y amontona carbones encendidos sobre su cabeza para purificarla.

«Es menester», dice un gran santo, «que el fervor del santo deseo vaya delante de su rostro para toda alma a la cual El ha de venir, una llama que quemará el tizón del pecado y hará de ella un lugar apto para el Señor.»

Y entonces el alma sabe que el Señor está cerca, cuando se siente ardiendo por este fuego, y dice con el profeta: «Mi corazón ardía dentro de mí; en mi meditación se encendió fuego, y así hablé con mi lengua» (Salmo 39:3). Agustín y otros, citados por Neale Y Litledale

Vers. 4. La tierra lo ve y se estremece. No hay nada que haya causado tanto trastorno y sacudido tantas cosas como la proclamación del Evangelio; no hay nada más majestuoso que su curso; que ha cambiado el mundo de arriba abajo, ha allanado las montañas, ha rellenado los valles. Jesús vino, vio y venció.

Cuando el Espíritu Santo reposó sobre sus siervos, su curso fue como el de una tormenta poderosa, la verdad resplandeció con la fuerza y celeridad de un rayo, y los filósofos y los sacerdotes, los príncipes y el pueblo, quedaron totalmente confundidos e impotentes para resistirlo. Y así será siempre. La fe, incluso ahora, prende fuego al mundo y sacude a las naciones. C. H. S.

Vers. 5. Delante del Señor de toda la tierra. ¡Ojalá tuviéramos la presencia del Señor de esta forma en la Iglesia en estos momentos! Esta es nuestra única necesidad. Con ella, los montes de dificultades se derretirían y los obstáculos desaparecerían. ¡Oh, si rasgaras los cielos y descendieras para que los montes se derritieran ante tu presencia, oh Señor! C. H. S.

Vers. 7. Avergüéncense todos los que sirven a las imágenes de talla, que se glorían en los ídolos. Esto es lo que ocurrirá; la vergüenza cubrirá su rostro; se sonrojarán al pensar en sus antiguas jactancias necias. Cuando un hombre adora lo que ha sido tallado por la mano de otro, y pone su confianza en una nulidad, es realmente un ignorante, y cuando se convierte y aparta de una cosa tan absurda, tiene motivos para estar avergonzado. El hombre que adora uña imagen es sólo la imagen de un hombre; le han abandonado los sentidos.

Póstrense a él todos los dioses. Inclinaos ante él, dioses imagina-nos. Que Júpiter preste homenaje a Jehová; que Tor deje caer su martillo al pie de la cruz, y Juggernaut quite su carro manchado de sangre del camino de Emmanuel. Si se da orden a los falsos dioses de que se inclinen ante el Señor que viene, ¡cuánto más le adorarán los que son semejantes a El, criaturas celestes, espíritus angélicos! C. H. S.

Vers. 10. Los que amáis a Jehová, aborreced el mal. Porque Él lo aborrece, su fuego lo consume, sus rayos lo desbaratan, su presencia trastorna su lugar, y su gloria confunde a los que lo aman. No podemos amar a Dios sin aborrecer lo que Él aborrece. No sólo hemos de evitar el mal y rehusar respaldarlo, sino que hemos de armamos contra él y sentir hacia él una franca indignación. C. H. S.

Es evidente que nuestra conversación y conducta son sanas cuando aborrecemos el pecado de todo corazón; un hombre puede saber que el odio que siente al mal es verdadero, primero, si es total; el que aborrece el pecado, verdaderamente lo aborrece todo.

En segundo lugar, el verdadero aborrecimiento es fijo: no se calma sino aniquilando la cosa aborrecida. Tercero, el aborrecimiento es un afecto más profundamente arraigado que la ira; la ira puede ser calmada, pero el odio permanece y se dirige a todo lo afectado. En cuarto lugar, si nuestro odio es verdadero, aborreceremos todo mal en nosotros mismos primero, y luego en los otros; el que aborrece a un sapo lo aborrecería especialmente en su propio seno. Muchos, como Judá, son severos al censurar a otros (Génesis 38:24), pero indulgentes para ellos mismos.

En quinto lugar, el que aborrece el pecado verdaderamente aborrece el mayor pecado en mayor medida, y todo mal en su justa proporción. En sexto lugar, nuestro odio es recto si podemos aceptar la admonición y reprensión por el pecado sin airarnos; por tanto, los que se yerguen contra la reprensión no dan la impresión de que aborrezcan el pecado. Richard Sibbes

Aborrece el mal.
Luciano: Soy un enemigo declarado de todas falsas pretensiones, toda charlatanería, toda mentira y arrogancia. Soy amante de la verdad, la hermosura, la naturaleza no maleada; en resumen, de todo lo que es bueno, amable y hermoso.

Filosofía: Esto, oh filosofía, debes saberlo tú misma. Mi objetivo es odiar lo malo, y amar y alabar lo bueno; a esto me atengo. Luciano, Piscat, c. 8.

El preserva las almas de sus santos.
Observemos que aquí hay dos partes de protección divina: preservación y liberación. La preservación es guardar para que no ocurra peligro; la liberación hace referencia a los que ya se hallan en peligro. El pastor guarda sus ovejas no sea que caigan en las fauces del lobo; pero, caso de que esto ocurra, persigue al lobo y las libra.

Las dos partes, muestra el profeta, nos persuaden de que es el Señor el que guarda las almas de, sus santos para que no caigan en las manos de los malos; y si caen, El los librará. Musculus

El que los libra de manos de los impíos.
No es compatible con la gloria de su nombre el entregar al poder de sus enemigos a aquellos que han pasado a ser sus amigos por la gracia. Puede dejar los cuerpos de los santos perseguidos en las manos de los impíos, pero no sus almas; éstas le son muy queridas, y El las preserva seguras en su seno. Esto anuncia para la iglesia una temporada de lucha con los poderes de las tinieblas, pero el Señor la preservará y la traerá a la luz. C. H. S.

Vers. 11. La luz está implantada dentro del justo. Recordemos que «la luz está implantada dentro del justo»; que su germinación más o menos rápida depende de la naturaleza del suelo en que cae y las circunstancias que influyen; que, como la semilla, al principio queda escondida en el surco oscuro, bajo los terrones, en el frío invierno.

Incluso entonces, mientras brilla en las tinieblas, mientras lucha con dudas y dificultades de la mente y del corazón, es, a pesar de todo, la fuente de mucho consuelo, y en su crecimiento lento, escondido, vivificante, la causa de viva esperanza y clara expectativa anticipada del tiempo en que florecerá y madurará en el verano del cielo, brillando más y más hasta que el día sea perfecto. Hugh Macmillan, en «The Ministry of Nature»

La cosecha del justo es secreta y escondida, si consideramos dónde está creciendo. Uno de los cercados en que crece es: el propósito secreto de Dios; y ¿quién puede entenderlo? Otro es su Palabra; y ¿quién puede averiguaría? Un tercero, el corazón del hombre; y ¿no es éste secreto y engañoso? Y, finalmente, la parte principal de la cosecha está escondida con Cristo en el cielo; y cuando El aparezca, se verá lo que es. John Barlow

Alegraos, justos, en Jehová.
Los que son justos en su corazón tienen también el corazón alegre. La justicia lleva a la luz. En los surcos de la integridad se hallan las simientes de la felicidad, que se desarrollarán en una cosecha de bendición. Dios tiene el rayo para los pecadores y la luz para sus santos. El Evangelio de Jesús, dondequiera que va, siembra toda la tierra de gozo para los creyentes, porque éstos son los justos delante del Señor. C. H. S.

Vers. 12. Y alabad su santo nombre. Un evangelio que no es santo no es un evangelio. La santidad de la religión de Jesús es su gloria, y es ésta que la hace buenas nuevas, puesto que en tanto que el hombre se halla en sus pecados, la felicidad no puede ser su porción. La salvación del pecado es el don inapreciable de nuestro Dios santo y trino; por tanto, engrandezcamos su nombre para siempre. El llenará el mundo de santidad y, por ello, de felicidad; por tanto, gloriémonos en su santo nombre, para siempre jamás. Amén. C. H.

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