Charles Spurgeon Collection: Spurgeon - C.H. - Tesoro de David (Treasury of David): 102 Salmo 102

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Charles Spurgeon Collection: Spurgeon - C.H. - Tesoro de David (Treasury of David): 102 Salmo 102



TOPIC: Spurgeon - C.H. - Tesoro de David (Treasury of David) (Other Topics in this Collection)
SUBJECT: 102 Salmo 102

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SALMO 102



Tema: Este es el lamento sobre la triste situación de su país de uno que ama a su patria. Se reviste de las aflicciones de su nación como uno que se pone un cilicio y echa ceniza sobre su cabeza, exhibiendo con ello los motivos y causas de su pena. Tiene sus propias quejas y enemigos personales; además, se ve afligido en su cuerpo por la enfermedad, pero las desgracias de su pueblo le son una mayor causa de angustia, y éstas las derrama en una lamentación patética y sincera. Sin embargo, éste que se lamenta no lo hace sin esperanza; tiene fe en Dios y espera la resurrección de la nación a través del favor omnipotente del Señor.



La palabra «queja» no da aquí la idea de hallar faltas o acusaciones, sino la de gemido, lamento, como expresión de dolor, no de rebelión. Nos ayudará recordar que este Salmo es «la queja del patriota». C. H. S.



Título: Una oración, etc. La oración siguiente es más larga que la nuestra. Cuando Satanás, el Adversario, extiende sus alegaciones contra nosotros, es apropiado que nosotros ampliemos nuestras propias alegaciones en favor de nuestras propias almas; como cuando los poderes de las tinieblas intensifican y multiplican sus esfuerzos, nosotros hemos de intensificar los nuestros en la oración (Efesios 6:12, 18). Thomas Cobbet



Aquí no vemos formas de oración negligentes, descuidadas, esporádicas, de labios, sonidos vacíos de expresiones verbales que no pueden conseguir una respuesta consoladora por parte de Dios, o, por lo menos, alivio al alma cargada; sino oraciones intensas como las de Ana (lo Samuel 1:15) y Jeremías (Lamentaciones 2:12), impulsadas con vehemencia por los dolores del espíritu y el corazón y la pena interior; así el Señor trata con su iglesia y su pueblo; antes de derramar El sus consolaciones tiene que hacer derramar lágrimas abundantes. Finies Canus Vove



Vers. 1. Jehová, escucha mi oración. El suplicante sincero no se contenta con orar porque sí, por hacerlo; desea realmente alcanzar el oído y el corazón del gran Dios. Es un gran alivio en tiempo de aflicción dar a conocer a otros nuestra tribulación. Nos alivia el que ellos escuchen nuestros lamentos. Pero el mejor solaz de todos es el tener a Dios mismo como oyente simpatizante de nuestra queja. El que El nos escucha no es un sueño, una ficción, sino un hecho fehaciente.

Lo peor de nuestras desgracias sería si llegáramos a convencernos de modo indiscutible que Dios no escucha ni contesta nuestros ruegos; el que pudiera damos a entender tal cosa no nos haría un servicio peor que el leernos nuestro certificado de defunción. Mejor es morir que negar el propiciatorio. Lo mismo daría volverse ateos que creer en un Dios que no siente y no oye. C. H. S.



Vers. 1, 2. Nota que David envía su oración como un embajador sagrado a Dios. Hay tres cosas que son requeridas para que una embajada prospere. El embajador ha de ser visto con ojo favorable; ha de ser oído con oído dispuesto; tiene que regresar inmediatamente cuando se le ha concedido lo que quiere. Estas tres cosas son las que suplica David cuando pide en su plegaria a Dios, su Rey. Le Blanc



Vers. 2. Apresúrate a responderme el día en que te invoque. Es un proverbio con respecto a los favores procedentes de manos humanas el que «el que da pronto da dos veces», porque el don aumenta en su valor al llegar en el momento de necesidad urgente; y podemos estar seguros que nuestro Dueño celestial nos concederá los mejores dones en la mejor manera concediéndonos su gracia para ayudarnos en el tiempo de necesidad: Cuando las respuestas pisan los talones de las peticiones, son más sorprendentes, más consoladoras, más alentadoras. C. H. S.



Vers. 3. Porque mis días se desvanecen como humo. La metáfora es excelente, porque al desgraciado la vida le parece no sólo frágil, sino rodeada por un ambiente tan oscuro, corrupto, cegador y deprimente que, absorto en su abatimiento, se compara a un hombre perdido en la niebla, evanescente, vacío, de modo que es poco más que una columna de humo. C. H. S.



Vers. 4. Y me olvido de comer mi pan. Como una flor segada ya no bebe el rocío o saca nutrición del suelo, un corazón reseco por una pena intensa se niega a aceptar consolación para sí y nutrimento para el cuerpo, y desciende más rápidamente en la debilidad, el abatimiento y la desesperación.



El caso descrito aquí no es raro. Con frecuencia hemos encontrado individuos tan desorientados por la aflicción que su memoria les fallaba en cosas tan urgentes como las comidas, y hemos de confesar que hemos pasado por condiciones así nosotros mismos. Un agudo dolor ha llenado el alma, monopolizado la mente, y lo ha arrastrado todo al fondo, de modo que las cosas comunes como comer y beber eran despreciadas por completo, y no se hacía caso de las horas de refrigerio, sin que desmayara el cuerpo, pero sí incrementando la angustia del corazón. C. H. S.

Pero como el vigor del corazón alimenta el ánimo y éste se distribuye por toda partes, dando a uno el apetito natural, así también cuando el corazón está marchito y seco, como la hierba, y no hay vigor en él, el ánimo está paralizado, y no es extraño que el estómago pierda su apetito y se olvide de comer pan. Sir R. Baker



Vers. 5. Por la voz de mis gemidos mis huesos se han pegado a mi piel. Esta pena es causa de que el cuerpo desfallezca, y esto es bien conocido. Refiere del cardenal Welsey, un testigo de vista, que cuando oyó que el favor de su Señor se había apartado de él, se Sintió estrujado por una angustia tan violenta, que persistió toda la noche, que cuando se levantó por la mañana su rostro estaba desencajado y reducido a la mitad de sus dimensiones naturales. C. H. S.



Vers. 6. Soy semejante al pelícano (búho) del desierto. El Salmista se compara a dos aves que son comúnmente el emblema de la desgracia y la tristeza; en otras ocasiones se ha comparado al águila, pero las aflicciones de su pueblo le han aplastado, no hay brillo en sus ojos ni hermosura en su persona.



Si hubiera más de esta santa aflicción, pronto veríamos que el Señor vuelve a reedificar su iglesia. Es triste ver cómo los hombres se pavonean con orgullo mundano, cuando los males del tiempo deberían impulsarles a afligirse y lamentarse como el pelícano; y es terrible ver que los hombres se congregan como buitres para devorar la presa de una iglesia exánime, cuando deberían lamentarse entre sus ruinas como el búho. C. H. S.



Vers. 7. Me desvelo y gimo como el pájaro solitario del tejado. Los cristianos sinceros y vigilantes con frecuencia se hallan entre personas que no tienen simpatía por ellos; incluso en la iglesia buscan en vano espíritus afines; con todo, perseveran en sus oraciones y labores, pero se sienten solos, como el pájaro que mira desde la cima del tejado y no halla a otros de su clase por compañía. C. H. S.



Pero los hombres no se dan cuenta de lo que es la soledad, ni hasta dónde llega; porque la multitud no es compañía, y los rostros son como una hilera de cuadros, y su habla como un címbalo que retiñe, cuando no hay amor. Francis Bacon



Vers. 8. Cada día me insultan mis enemigos. Es verdad lo que dice Plutarco, que a los hombres les afectan más los reproches que otras clases de agravios; la aflicción, también, da un filo más agudo a la calumnia, porque los afligidos son objetos más apropiados para la compasión que para la burla. Mollerus



Si yo estuviera donde están ellos, se burlarían de mí en la cara; si no estuviera entre ellos, me apostrofarían a escondidas; y no lo hacen de modo esporádico, dánd6me un respiro, sino que escupen su veneno todo el día; y no uno a uno, de modo que pudiera tener esperanza de resistirlo, sino combinándose y en grupo; y para hacer sus grupos mas firmes y menos propensos a disolverse, se juramentan y toman sacramento sobre ello.



Y, ahora, resumiendo mis desgracias y aflicciones: empiezan con mis ayunos; luego, mis gemidos; se añaden a ello mis vigilias; luego, la vergüenza de que se me señale en compañía, el desconsuelo del verse solo; y, finalmente el escarnio y la malicia de mis enemigos; y de qué extrañarse, pues: si todo esto junto me hace desgraciado; qué maravilla si no tengo más que piel y huesos, pues la carne se niega a permanecer en un cuerpo que sufre tales desgracias. Sir R. Baker



Vers. 9. Mi bebida mezclo con lágrimas. No hay nadie que cometa pecado si no es con una intención de recibir placer de ello; pero esto no debería hacerse, puesto que todo el que comete pecado, puede estar seguro de que un día u otro encontrará mil veces más tribulación por causa de ello que el placer que encontró en el pecado. Porque todo pecado es una especie de exceso y saciedad y no hay manera de evitar que sea mortal sino con una dieta estricta' de cenizas como si fuera pan, y bebida mezclada con lágrimas ¡Oh alma mía, si éstas fueron las obras de arrepentimiento de David, ¿dónde hallaremos en el mundo un penitente después de Él? El hablar de arrepentimiento es común en la boca de todos; pero ¿dónde hay uno que coma cenizas como pan y mezcle lágrimas en su bebida? Sir R. Baker



Vers. 11. Y me he secado como la hierba. Hay ocasiones en que a causa de la depresión del ánimo uno se siente como si le hubiera abandonado la vida y la existencia hubiera pasado a ser meramente una muerte que respira. El quebrantamiento del corazón tiene una influencia que marchita todo nuestro organismo; nuestra carne en el mejor de los casos no es sino hierba, y cuando es herida por dolores agudos su belleza se disuelve y se arruga, se seca y se vuelve detestable a la vista.



Vers. 13. Porque es tiempo de tener misericordia de ella, porque el plazo ha llegado. Cuando llega el tiempo de Dios, ni Roma, ni el diablo, ni los perseguidores, ni los ateos, pueden impedir que el reino de Cristo extienda sus límites. Es Dios el que la hace, El debe «levantarse»; El lo hará, pero tiene su sazón designada; y, entretanto, nosotros hemos de esperarle con santa ansiedad y expectativa creyente. C. H. S.



El tiempo designado por Dios es cuando la iglesia cree profundamente, es más humilde, más adicta a los intereses de Dios, más sincera. Sin fe no somos aptos para desear misericordia; sin humildad no somos aptos para recibirla; sin afecto no somos aptos para valorarla; sin sinceridad no somos aptos para mejorarla. Los períodos de aflicción extrema contribuyen al crecimiento y ejercicio de estos calificativos. Stephen Charnock



Vers. 16. Por cuanto Jehová habrá edificado a Sión, y en su gloria será manifestado. El sol brilla siempre glorioso, incluso en el día más nublado, pero no se ve hasta que se han esparcido las nubes que impiden su vista en el mundo inferior: Dios es glorioso cuando el mundo no le ve; pero su gloria declarativa aparece cuando la gloria de su misericordia, su verdad y fidelidad irrumpen para la salvación de su pueblo.



¡Cómo ha de cubrir tu rostro la vergüenza, oh cristiano, si no procuras sinceramente la gloria de Dios, que te ama, sí, y a todos sus hijos tanto, que embarca juntos en un navío su gloria y tu felicidad, de modo que no puede perderse la una y salvarse la otra! William Gurnall



Vers. 17. La oración de los desvalidos. El desvalido sabe cómo ha de orar. No necesita instructor. Su desgracia le enseña maravillosamente el arte de ofrecer oración. Veámonos como desvalidos, para aprender a orar; desvalidos en fuerzas, sabiduría, influencia, verdadera felicidad, fe como se debe, consagración total, conocimiento de las Escrituras y justicia.



Renuncia a todo tu oro que son escombros, escombros en tanto que está en tus manos, dalo a mis pobres; y yo te daré oro verdadero, a saber, un sentimiento de tu miseria y tu invalidez; un anhelo de gracia, pureza y utilidad; un amor a tus prójimos; y mi amor derramado en tu corazón. George Bowen



Vers. 21. Para pregonar en Sión el nombre de Jehová, y su alabanza en Jerusalén. Para comunicar a otros lo que Dios ha hecho para nosotros personalmente y para la iglesia en conjunto es tan evidentemente nuestro deber que no tendríamos que necesitar estímulo para cumplirlo. Dios tiene siempre sus ojos sobre la gloria de su gracia en todo lo que hace, y no deberíamos voluntariamente defraudarle de este aporte de alabanza. C. H. S.



Vers. 24. Dios mío. El hecho de dejar de escribir una palabra en un testamento puede desbaratar las intenciones de una persona; la falta de esta palabra, «mi» (Dios), es la pérdida del cielo para el inicuo, y el puñal que atravesará su corazón en el infierno por toda la eternidad.



La palabra «mi» es tan valiosa para el alma como una, porción ilimitada. Todo nuestro bienestar está encerrado en esta cámara privada. Cuando Dios dice al alma, como Acab a Ben-adad: «He aquí, yo soy tuyo y todo lo que tengo», ¿quién puede decir en qué forma el corazón salta de gozo, y se desvanece casi en deseos de El ante tales noticias?



Lutero dijo: «Gran parte de la religión consiste en pronombres.» Para nuestra consolación, realmente, consiste en este pronombre «mi». Es la copa que contiene todo el cordial. Todos los goces del creyente dependen de esta cuerda si se rompe todo está perdido. A veces he pensado en qué forma í(; saborea David, lentamente, para no perder su dulzura: «Te amo, oh Jehová, fortaleza mía. Jehová, roca mía y castillo mío, y mi libertador. Dios mío...» (Salmo 18:1, 2). Este pronombre es la puerta por la cual entra el Rey de los santos en nuestro corazón con todo su séquito de deleites y consuelos. George Swinnock



Por generación de generaciones son tus años. Tú vives, Señor, déjame vivir también. Una plenitud de existencia contigo; déjamela compartir contigo. Nota el contraste entre el mismo David cuando desfallece y está a punto de expirar, y cuando su Dios vive en él en la plenitud de fuerza para siempre; este contraste está lleno de poder consolador para el hombre cuyo corazón descansa en el Señor. Bienaventurado sea su nombre, El no nos falla y, por tanto, nuestra esperanza no nos fallará; no vamos a desmayarnos ni en lo que afecta a nosotros ni a su iglesia. C. H. S.



El Salmista dice de Cristo: Por generación de generaciones son tus años (Salmo 102:24); Salmo que el apóstol cita (Hebreos 1:10). Sigamos el curso de su existencia puntualmente a lo largo de los tiempos. Vayamos punto por punto y veamos cómo en detalle las Escrituras están de acuerdo con ello.



Hallamos que El existía ya antes de que viniera al mundo, en su concepción (Hebreos 10:5): «Por lo cual, entrando en el mundo, dice: «... Me preparaste un cuerpo.»



Hallamos que existe en tiempos de Moisés, porque fue Él a quien tentaron en el desierto: «Ni provoquemos a Cristo, como también algunos de ellos le provocaron y perecieron mordidos por las serpientes» (lª Corintios 10:9) y era Cristo la Persona que se dice fue tentada por ellos, así como por nosotros, como muestran las palabras «como también».



Hallamos que existía en tiempos de Abraham y antes: «De cierto, de cierto os digo: Antes que Abraham naciese, yo soy» (Juan 8:58).



Hallamos que existía en los días de Noé (lª Pedro 3:19). Dice de Cristo que «fue muerto en la carne, pero vivificado en espíritu».

Existía al principio del mundo: «En el principio era el Verbo.» En estas palabras, no habiendo predicado o atributo afirmado de esta palabra, la frase o admiración es terminada meramente con su existencia: «El era», y «era» en el principio. No dice que fue hecho en el principio, sino que «Era en el principio». Condensado del Tratado de T. Goodwin: «The Knowledge of God de Faiher, and His Son Jesus Christ»



Vers. 26. Y todos ellos como una vestidura se envejecerán; como un vestido los mudarás, y serán mudados; no abolidos. La concupiscencia pasará, no su esencia; la forma, no la naturaleza. Al renovar un vestido viejo no lo destruimos, pero lo cambiamos y hacemos que parezca nuevo. Pasarán, pero no perecerán; la escoria es eliminada, el metal permanece. La calidad corrupta será renovada, y todas las cosas restauradas a la hermosura original en la cual fueron creadas.

El fin de todas las cosas se acerca (1ª Pedro 4:7); y un fin para nosotros, para nuestros días, para nuestros caminos, para nuestros pensamientos. Si un hombre pudiera decir como el mensajero de Job: «Yo solo he escapado», sería algo; o si pudiera hallar un arca con Noé. Pero no hay arca que nos defienda de este calor, como no sea el seno de Jesucristo. Thomas Adams

Hemos pasado a través de la nube, y en el Salmo siguiente nos hallaremos en pleno sol. Tal es la experiencia variable del creyente. Pablo, en el capítulo siete de Romanos, gime y se lamenta, y luego, en el octavo, se regocija y salta de alegría; y así, de los gemidos del Salmo ciento dos vamos a progresar a los cantos y danzas del ciento tres, «bendiciendo al Señor porque aunque dure el llanto toda la noche, por la mañana viene la alegría.» C. H. S.



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