Charles Spurgeon Collection: Spurgeon - C.H. - Tesoro de David (Treasury of David): 104 Salmo 104

Online Resource Library

Commentary Index | Return to PrayerRequest.com | Download

Charles Spurgeon Collection: Spurgeon - C.H. - Tesoro de David (Treasury of David): 104 Salmo 104



TOPIC: Spurgeon - C.H. - Tesoro de David (Treasury of David) (Other Topics in this Collection)
SUBJECT: 104 Salmo 104

Other Subjects in this Topic:

SALMO 104



Este poema contiene todo un cosmos: mar y tierra, nubes y sol, plantas y animales, luz y tinieblas, vida y muerte, y de todo ello se muestra que expresa la presencia del Señor. Son evidentes en él los rastros de los seis días de la creación, y aunque no es mencionada la creación del hombre, que fue la obra que coronó el sexto día, se da por descontado por el hecho de que este hombre es él mismo el cantor. Es una versión poética del Génesis.



No tenemos información sobre su autor, pero la Septuaginta lo asigna a David, y no vemos razón alguna para atribuirlo a otro. Su espíritu, estilo y forma de escribir se manifiestan en él, y si el Salmo ha de ser atribuido a otro, ha de ser a una mente muy similar, y podríamos sólo sugerir al hijo de David, Salomón, el poeta predicador, cuyas notas sobre historia natural, en los Proverbios, tienen gran semejanza con algunos de los versículos del Salmo. C. H. S.



Vers. 1. Bendice, alma mía, a Jehová. Este Salmo empieza y termina como el ciento tres. Cuando engrandecemos al Señor, hagámoslo de todo corazón; lo mejor que podemos hacer queda muy por debajo de lo que El merece. No le deshonremos rindiéndole adoración desmayada. C. H. S.



La obra de un buen hombre se halla mayormente dentro de las puertas; tiene más que ver con su alma que con el mundo exterior; y nunca puede estar solo en tanto que tenga a Dios en su corazón para conversar con él. John Trapp



Jehová, Dios mío, mucho te has engrandecido. Dios era grande en Sinaí; con todo, las palabras iniciales de la ley eran: «Yo soy Jehová tu Dios»; su grandeza no es óbice para que la fe le reclame como suyo. No es «¡el universo es muy grande!», sino «Tú eres muy grande».



Muchos se quedan en la criatura, y se vuelven idólatras en espíritu; el pasar adelante y adorar al mismo Creador es la verdadera sabiduría. C. H. S.



La primera creación de Dios en las obras de los días, fue la luz de los sentidos; la última, la luz de la razón; y la obra de su sábado desde entonces es la iluminación del espíritu. Francis Bacon



Vers. 4. El que hace a sus ángeles espíritus. Dios es un Espíritu, y es servido por espíritus en su corte real. En los ángeles vemos, como en los vientos, fuerza, misterio, invisibilidad, y, sin duda, los mismos vientos son con frecuencia los ángeles, o sea, los mensajeros de Dios.



Sus ministros llama de fuego. Que este pasaje se refiere a los ángeles se ve claro por Hebreos 1:7; y era una mención apropiada el referirse a ellos en conexión con la luz y los cielos, e inmediatamente después de los vestidos y el palacio del gran Rey. C. H. S.



El fuego es expresivo de un poder irresistible, una santidad inmaculada, una emoción ardiente. Es notable que los serafines, una clase por lo menos de estos ministros, tengan su nombre de una raíz que significa arder; y el altar, del cual uno de ellos tomó la brasa (Isaías 6:6), es el símbolo de la forma más elevada de amor. James G. Murphy



Vers. 5. Él fundó la tierra sobre sus cimientos. Así describe el comienzo de la creación, en casi las mismas palabras, el mismo Señor en Job_38:4 : «¿Dónde estabas cuando puse los cimientos de la tierra?» C. H. S.



No será jamás removida. El lenguaje, como es natural, es poético, pero el hecho no deja de ser maravilloso: la tierra está de tal modo colocada en el espacio que permanece estable, como fijada. ¡Qué poder ha de haber en aquella Mano que hace que un cuerpo tan vasto conozca su órbita y se mueva por ella deslizándose suavemente! ¿Qué ingeniero puede evitar que en su máquina haya alguna sacudida brusca, una fricción? Con todo, nuestro gran mundo, en sus complicados movimientos, no ha hecho nunca un salto súbito. «Oh Señor, Dios mío, Tú eres muy grande.» C. H. S.



La estabilidad de la tierra es de Dios, tal como el ser y la existencia de la misma. Ha habido muchos terremotos y movimientos de tierra en varias partes de la misma, pero el cuerpo de la tierra en conjunto nunca se ha movido el grosor de un cabello del lugar en que fueron puestos sus cimientos. Arquímedes, el gran matemático, dijo: «Dadme un lugar en que apoyar mi palanca y moveré la tierra.» Era mucho jactarse, pues el Señor la había afirmado demasiado bien para que el hombre pudiera sacudirla. El es quien puede hacerla temblar, puede sacudirla a su gusto; pero El nunca lo ha hecho ni lo hará. J. Caryl



Se ha preguntado si la velocidad de la tierra ha cambiado, o, lo que es lo mismo, si la longitud del día sidéreo y la del día solar deducido del mismo han variado dentro del período histórico. Laplace ha contestado a esta pregunta y ha demostrado que no ha variado una centésima de segundo durante los últimos dos mil años. Amadee Guillemin



Vers. 8. Subieron los montes. El Targum del versículo es: «Ascienden desde lo profundo a las montañas»; esto es, las aguas, cuando salieron de la tierra a la orden divina, se dirigieron arriba de los montes, y luego descendieron a los valles al lugar que se les había señalado; luego, pasaron por colinas y valles; nada podía detener o retrasar su curso hasta que hubieran ocupado su lugar propio; lo cual es otro ejemplo del poder todopoderoso del Hijo de Dios. John Gill



Descendieron los valles al lugar que tú les señalaste. Están tan dispuestas a descender en la lluvia, y arroyos y torrentes, como estuvieron dispuestas a ascender en las nieblas y nubes. La lealtad de las aguas poderosas a las leyes de su Dios es notable; el río crecido, la catarata ruidosa, el torrente impetuoso, son sólo formas de este dulce rocío que tiembla sobre una brizna de hierba, y estas formas más rudas son igualmente obedientes a las leyes que su Hacedor ha impreso sobre ellas. C. H. S.



Vers. 9. Les pusiste un límite que no traspasarán, ni volverán a cubrir la tierra. Este límite fue traspasado una vez, pero no volverán a hacerlo. El diluvio fue causado por la suspensión del mandato divino que mantienen las aguas en freno: conocían su antigua supremacía y se apresuraron a reafirmaría, pero ahora la promesa del pacto les impide para siempre volver a rebelarse en sus ondas. La palabra de Jehová pone límites al océano usando sólo una leve cinta de arena para confinar sus límites; este freno tan débil, al parecer, responde a todo propósito, porque el mar es obediente como un niñito a la orden de su Hacedor. Hay destrucción latente en el lecho del océano, y aunque nuestros pecados pueden muy bien despertarla, con todo, los lazos que la atan por el pacto de misericordia no le permitirán soltarse de nuevo sobre los hijos culpables de los hombres. C. H. S.

Algunos grandes príncipes, llenos de furor y ebrios de orgullo, han echado grillos al mar, como amenazándole de prisión y servidumbre si no está quieto; pero el mar no puede ser atado por ellos; también le han azotado como castigo por su contumacia y rebelión contra sus órdenes o designios. ¡Qué ridículamente ambiciosos son los que han hecho ver que tenían dominio sobre él! Muchos príncipes han tenido gran poder en el mar, pero nunca ha habido uno que tuviera poder sobre el mar; esta joya no pertenece a corona alguna como no sea la corona del cielo. Joseph Caryl

Vers. 11. Dan de beber a todas las bestias del campo. ¿Quién Podría darles de beber si no fuera el Señor? C. H. S.



Mitigan la sed de los asnos monteses. Aunque no toleran freno o cabestro del hombre, y el hombre los considera díscolos, aprenden del Señor y saben mejor que el hombre dónde fluyen los arroyos de cristal en los que pueden beber. Son sólo asnos monteses, pero el Padre celestial cuida de ellos. ¿Debe existir todo para el hombre, o echarse a perder? No es verdad que las flores cuyos colores no vistos por ojo humano echen a perder su hermosura, porque las abejas las hallan, y otros peregrinos halados viven de sus jugos sabrosos. El hombre es sólo una criatura de las muchas a quien el Padre celestial da comida y bebida. C. H. S.



Vers. 12. Las aves de los cielos cantan entre las ramas. La música de los pájaros es el primer canto de agradecimiento que fue ofrecido desde la tierra antes que el hombre fuera formado. John Wesley



Pero el ruiseñor, otra de mis criaturas haladas, canta dulcemente música que sale de su cuello y que hace pensar a la humanidad que los milagros aún no han cesado. El que de noche, cuando el resto duerme, ha oído en el aire claro sus dulces trinos, como yo he oído con frecuencia sus arpegios, y el doblar y redoblar de su voz, puede muy bien sentirse elevado de la tierra y decir: «Señor, ¡qué música has de haber provisto para los santos del cielo, que has concedido a los hombres malvados música tal en la tierra!» Izaak Walton



Vers. 14. Él hace crecer el heno. Sin duda debería hacerle sentir humilde al hombre el saber que todo el poder humano unido no puede hacer que nada crezca, ni aun la hierba. William S. Plumer



Para que saque el pan de la tierra. ¡Cuán grande es este Dios, que entre los sepulcros halla sostén para la vida, y de la tierra que fue maldecida saca bendiciones de trigo, vino y aceite. C. H. S.



El pan es el medio de nutrición más necesario, del cual nunca nos cansamos, en tanto que otros, por dulces que sean, nos dejan saciados pronto; todo el mundo, el niño y el anciano, el mendigo y el rey comen pan. Recordamos al desgraciado que, perdido en una isla desierta, hambriento, exclamó al hallar una bolsa llena de monedas de oro: «¡Ah, sólo es oro!» De buena gana lo habría cambiado por pan, que para él era inapreciable. ¡Oh, no pequemos nunca contra Dios estimando en poco el pan! FREDERICK Arndt



Vers. 15. Y el vino que alegra el corazón del hombre. El hombre que transforma las bendiciones en maldiciones merece ser desgraciado. C. H. S.



Y el pan que sustenta la vida del hombre. Los hombres son más valerosos después de ser alimentados; muchos que se sienten deprimidos reciben nuevo aliento después de una buena comida. Deberíamos bendecir a Dios por la fuerza del corazón así como por la fuerza de los miembros, puesto que si los poseemos, los dos son tesoros procedentes de su bondad. C. H. S.



Los antiguos hacían mucho uso del aceite para hermosear sus personas. Leemos del «aceite que hace brillar el rostro». Rut se ungió como ornamento (Rth_3:3), y las mujeres de Tecoa y el profeta Daniel dejaron de usar el aceite con la intención opuesta (2Sa_14:3; Dan_10:3). La costumbre es mencionada también en Mateo 6:17 y Lucas 7:46. Ambrose Serle



No es sin motivo que en vez de la palabra «Adán» (hombre), que fue usada en el versículo 14, se emplea aquí una palabra que significa un hombre enfermo y débil, porque menciona los alimentos de los cuales no había necesidad antes de la caída, y que son útiles especialmente para nutrir y alegrar al hombre débil. Venema



Vers. 16. Se llenan de savia los árboles de Jehová, los cedros del Líbano que él plantó. Los árboles que el hombre no cuida, con todo, están llenos de savia, hasta el punto que podemos estar seguros de que el pueblo de Dios que vive por fe, sólo por el Señor, será igualmente bien cuidado. Plantados por la gracia, y debiéndolo todo al cuidado de nuestro Padre celestial, podemos desafiar el huracán y reírnos del temor de la sequía, porque ninguno que confía en El quedará sin agua. C. H. S.



La transición que hace el profeta, desde los hombres a los árboles, es como si dijera: «No es de extrañar que Dios alimente a los hombres con tal abundancia, a los cuales creó a su propia imagen, puesto que extiende su cuidado incluso a los árboles.» Por «árboles del Señor» quiere decir los que son altos y de gran hermosura; porque la bendición de Dios es más evidente en ellos. Parece casi imposible que los jugos de la tierra alcancen tal altura y, con todo, renueven su follaje año tras año. Juan Calvino



Vers. 18. Los riscos son para las cabras montesas. Apenas hay duda de que el «Azel» del Antiguo Testamento es el «Ibex de Arabia». Este animal es muy semejante al íbex de los Alpes. La agilidad del íbex es extraordinaria. Vive en los peñascos más altos y abruptos de la cordillera, y se lanza de un punto a otro con tal audacia que sobre-salta al que no está acostumbrado a ver el animal y a la seguridad de su pie.



Por ejemplo, se lanza hacia un precipicio perpendicular que parece tan liso como si fuera de ladrillo, con el propósito de alcanzar un repecho minúsculo apenas perceptible y que se halla a tres y cuatro metros por encima del lugar desde el que saltó el animal. Su ojo, sin embargo, ha notado ciertas grietas y proyecciones en la roca, y al hacer su salto el animal, saca ventaja de ellas, tocándolas en su curso hacia arriba y, apoyando allí el pie, sigue adelante con su impulso original.

De modo similar, el íbex se desliza por laderas escarpadas, algunas veces deteniéndose con los cuatro pies Juntos en una pequeña rugosidad en la roca no mayor que una moneda, y otras veces salta atrevido sobre una ancha grieta, yendo a parar con precisión exacta sobre una protuberancia rocosa, al otro lado, que da la impresión de que apenas puede sostener a una rata. J. G. Wood



Vers. 19. Hizo la luna para marcar los tiempos. No consideremos nunca los movimientos de la luna como el resultado inevitable de una ley impersonal inanimada, sino el designio de nuestro Dios. C. H. S.



Vers. 20. Traes las tinieblas, y se hace de noche. Veamos la mano de Dios en el velarse el sol, y no temamos ni a las tinieblas naturales ni a las providenciales, puesto que las dos proceden de Dios. C. H. S.



En ella corretean todas las bestias de la selva. La oscuridad es más apropiada para las bestias que para el hombre; y los hombres más embrutecidos aman las tinieblas más que la luz. C. H. S.



Vers. 21. Los leoncillos rugen tras su presa, reclamando a Dios su comida. Los leoncillos, a su manera, expresan sus deseos de comida, y la expresión de un deseo es una especie de oración. De este hecho viene el pensamiento devoto del animal salvaje apelando a su Hacedor para obtener su sustento. Lo que piden en su propio lenguaje lo van a buscar; siendo en esto mucho más prudentes que muchos hombres que ofrecen oraciones formales, mucho menos sinceras que las de estos leoncillos, y descuidan los medios con cuyo uso podrían obtener el objeto de sus peticiones. Los leones rugen y buscan; hay demasiados mentirosos delante de Dios que rugen pero no buscan. C. H. S.



El rugido de los leoncillos, como el graznido de los cuervos, es interpretado como pedir comida a Dios. Dios pone esta construcción en el lenguaje de la mera naturaleza, incluso las criaturas ponzoñosas, y ¿no interpretará mucho más favorablemente el lenguaje de gracia de su propio pueblo, aunque sea expresado en gemidos débiles e interrumpidos apenas pronunciados? Matthew Henry



Vers. 22. Sale el sol. Si no viéramos salir el sol regularmente, pensaríamos que es el mayor de los milagros y la más asombrosa de las bendiciones. C. H. S.



Se recogen y se echan en sus guaridas. Hubo uno que en este sentido era más pobre que los leones y las zorras, porque no tenía lugar donde reclinar su cabeza. Todos son aprovisionados excepto el Proveedor encarnado. ¡Bendito Dios, Tú has descendido más abajo de las condiciones de los brutos para elevar a los hombres embrutecidos!



El sol puede hacerlo. Es como un domador de leones. Se juntan como si fueran ovejas, y se retiran como cautivos hasta que el regreso de las tinieblas les hace salir de nuevo a su dominio; Los divinos propósitos son realizados con medios majestuosos y simples. De la misma manera, incluso los demonios están sometidos a nuestro Señor Jesús, y con una simple expansión de la luz del evangelio estos demonios rugientes son expulsados del mundo.



No se necesitan milagros ni despliegue de poder físico; el Sol de justicia se levanta, y el diablo, los dioses falsos, las supersticiones y errores de los hombres se apresuran a guarecerse en los escondrijos más remotos de la tierra, entre topos y murciélagos. C. H. S.



Para mantener a las fieras encerradas en sus guaridas, el único medio que Dios emplea es inspirarles terror a la luz del sol. Este ejemplo de la bondad divina el profeta lo destaca más a causa de su necesidad; porque si fuera de otra manera, los hombres no tendrían liberad para salir y ocuparse de las labores y negocios de la vida. Juan Calvino



Vers. 23. Sólo el hombre, entre todas las criaturas, a distinción de los instrumentos involuntarios del Todopoderoso, tiene una obra diaria real. Tiene un papel claro y específico a representar en la vida y puede reconocerlo. Carl Bernhard Moll.

Vers. 24. ¡Cuán innumerables son tus obras, oh Jehová! No sólo son muchas en número, sino también variadas. Minerales, vegetales, animales, ¡qué gama de obras sugieren estos tres nombres! C. H. S.



Si el número de criaturas es tan inmenso, ¡cuán grandes han de ser el poder y la visión del que las formó todas! Porque -repitiendo las palabras de un noble autor- la habilidad de un artífice que puede hacer múltiples objetos es mayor que la del que sólo puede hacer unos pocos; Consideremos, pues, su sabiduría al formar una multitud tan vasta de criaturas, todas con arte admirable e infalible.



El Creador infinitamente sabio ha mostrado que no está confinado a un instrumento para obtener un efecto, sino que puede conseguirlo de diversos medios. Así, aunque las plumas sirvan para volar, hay criaturas que vuelan sin ellas, como algunos peces y algún reptil y el murciélago, sin mencionar los insectos.



Igualmente consideremos el gran uso y conveniencia, aparte de la hermosura, de tantas fuentes y manantiales, arroyos, ríos y lagos, esparcidos por toda la tierra, de modo que no hay mucha extensión de la misma desprovista de ellos; sin los cuales la tierra estaría desolada; ello nos proporciona abundantes argumentos sobre su sabiduría y consejo. john ray



Vers. 25. He allí el grande y anchuroso mar. El pagano hizo del mar una provincia distinta de la tierra, y lo puso bajo el mando de Neptuno, pero nosotros sabemos que es Jehová quien gobierna las aguas. En ellas se mueven seres innumerables, seres pequeños y gran-des. El número de formas minúsculas en la vida animal es imposible de contar; ya que una sola ola fosforescente puede contener millones de infusorios, y alrededor de un fragmento de roca se encuentran ejércitos de seres microscópicos, renunciamos a aplicar la aritmética a estos casos. C. H. S.



Cosas innumerables. Las aguas abundan en más vida que la tierra. Debajo de su superficie, menos variada que la de los continentes, el mar rebosa más exuberancia de vida que ninguna otra región del globo, imposible de describir.



Charles Darwin dice verdaderamente que los bosques terrestres no contienen tantos animales como el mar. El océano, que es para el hombre un elemento de muerte, es para miríadas de animales un hogar de vida y salud. Hay gozo en sus olas, hay felicidad en sus orillas, y es azul como el cielo por todas partes. Moquin Tandon



Vers. 26. Barcos. El origen de los barcos fue, indudablemente, el arca de Noé; de modo que debemos el primer diseño de ellos a Dios mismo. John Gill



Por espantoso y tempestuoso que veamos el mar, e incontrolable en sus olas y mareas, es sólo el campo de juegos y esparcimiento de estos enormes monstruos marinos. Adam Clarke



Leviatán... que hiciste para que retozase en él. ¡De qué fuerza asombrosa está dotada la cola de la ballena, que es el mayor de estos animales, y mide hasta treinta metros de longitud y, con su ayuda, puede saltar fuera del agua, como un pececillo para cazar insectos! El sonido que produce este salto, al caer la masa enorme sobre el agua, puede oírse a varias millas de distancia. J. G. Wood



Está hecho para «retozar en el mar»; no tiene nada que hacer como el hombre, que «sale a su labor»; no teme nada, como las bestias del campo que se recogen en su guaridas; por tanto, retoza entre las aguas; es una lástima que los hijos de los hombres, que tienen poderes más nobles y fueron hechos para propósitos más nobles, vivan en él como si hubieran sido enviados al mundo como el leviatán a las aguas, para retozar y jugar, pasando el tiempo en diversiones. Matthew Hhnry



Vers. 28. Se la das (comida), y la atrapan. Cuando vemos a las gallinas que pican el maíz que les da el ama de casa, sacándolo de su falda, tenemos una ilustración de la manera, en que el Señor suple las necesidades de todas las cosas vivas: El da y ellos recogen. C. H. S.



Abres tu mano, y se sacian de bien. ¿Qué haríamos si se cerrara esta mano? No habría necesidad de dar un golpe; el cierre de la mano sería la muerte por hambre. Alabemos al Señor que tiene la mano abierta, cuya providencia y gracia satisfacen nuestras bocas con bienes. C. H. S.



El principio general del texto es: Dios da a sus criaturas y sus criaturas recogen. Este principio general lo aplicaremos a nuestro propio caso, como hombres y mujeres; porque es verdad con respecto a nosotros como lo es de los peces del mar y del ganado por las laderas de los montes: «Tú das y ellos recogen.»



Nosotros sólo tenemos que recoger, porque Dios da. En las cosas temporales Dios nos da, día tras día, el pan, y nosotros nos ocupamos de recogerlo. En las espirituales, el principio es también verdadero, de modo enfático, ya que en lo que se refiere a la gracia, sólo hemos de recoger lo que Dios nos da.



El hombre natural cree que ha de ganarse el favor divino; que tiene que comprar la bendición del cielo; pero esto es un grave error: el alma sólo tiene que recibir lo que Jesús da gratuitamente.



Sólo podemos recoger lo que Dios da; por ávidos y ansiosos que seamos, aquí se termina. El pájaro diligente no va a recoger más que lo que el Señor le ha dado; ni lo hará el hombre más avaricioso o codicioso. «Es en vano que te levantes más temprano y te acuestes más tarde para comer el pan de cuitas y desvelos, porque a sus amados da Dios el sueño.»



Hemos de recoger lo que Dios nos da, o no sacaremos provecho alguno de su beneficencia. Dios da alimento a la multitud de animales que se arrastran, pero cada uno lo recoge y se lo procura. Los enormes leviatanes reciben su copiosa provisión, pero han de surcar las verdes e inmensas praderas en que recogen los minúsculos objetos que suplen su necesidad. El pez ha de saltar y captar el insecto; la golondrina, igual; y los leoncillos, atrapar su presa.



El, texto nos da también la dulce idea de que podemos recoger lo que El da. Tenemos el permiso divino de gozar gratuitamente de lo que concede el Señor.



Y, finalmente, Dios siempre nos dará algo para recoger. Está escrito: «El Señor proveerá.» Lo mismo ocurre en las cosas espirituales. Si estás dispuesto a recoger, Dios siempre da. C. H. S.



Vers. 29. Se espantan. Se quedan confusos, aterrorizados, en suspenso. La palabra original -bahal- significa realmente temblar; estar lleno de terror, asombrado, consternado. Esta consternación sobreviene cuando todo sostén y protección son retirados y cuando nos encontramos frente a frente con la ruina inevitable. Así, cuando Dios vuelve el rostro, desaparece todo sostén, fallan todos los recursos, y han de morir. Se les presenta como conscientes de ello; o se muestra lo que ocurriría si fueran conscientes de ello. Albert Barnes



Les retiras el aliento, dejan de existir, y vuelven al polvo. Nota aquí que la muerte es causada por el acto de Dios: «Les retiras el aliento»; nosotros somos inmortales hasta que El decide que muramos, y lo mismo los gorriones, que no caen al suelo sin la intervención de nuestro Padre. C. H. S.



Vers. 30. Envías tu soplo, y son creados, y renuevas la faz de la tierra. Las obras del Señor son majestuosamente simples, y son ejecutadas con igual facilidad: un soplo crea, y al ser retirado, sobreviene la destrucción. C. H. S.



Vers. 32. Él mira a la tierra, y ella tiembla; toca los montes, y humean. Nuestro Dios es un fuego consumidor. ¡Ay de aquellos que provocan su ceño sobre ellos mismos; perecerán al contacto de su mano! Si los pecadores no fueran del todo insensibles, una mirada del ojo del Señor debería hacerlos temblar, y el toque de su mano en la aflicción inflamaría sus corazones de arrepentimiento. «Todas las cosas dan alguna señal de cordura», excepto el corazón insensible del hombre. C. H. S.



Ésta es la filosofía de la Escritura; ésta, pues, será mi filosofía. Nunca fue pronunciada una frase tan sublime por un hombre inspirado como ésta. El pensamiento está más allá de toda concepción humana; y la expresión reviste el pensamiento con una majestad externa apropiada. La sublimidad de la expresión en este pasaje resulta de la desproporción infinita entre los medios y el fin. Un soberano terrenal mira con ira, y sus cortesanos tiemblan. Dios mira la tierra, y tiembla en sus cimientos. Toca los montes, y humean y vomitan torrentes de lava. ¡Qué frío y glacial es el aliento de esta filosofía nociva que quisiera separar nuestra mente de contemplar a Dios en sus obras de providencia! Esta malaria destruye toda vida espiritual. Alexander Carson



Vers. 33. A Jehová cantaré durante toda mi vida; a mi Dios cantaré salmos mientras exista. Nunca cantamos tan bien como cuando sabemos que tenemos interés en las cosas buenas de que cantamos y una relación con el Dios a quien alabamos. C. H. S.



Vcrs. 34. Que le sea agradable mi meditación. La meditación es el alma de la religión. Es el árbol de vida en medio del jardín de la piedad, y hay refrigerio en su fruto para el alma que se alimenta de él. C. H. S.



Un cristiano necesita sólo estudiar a Cristo; hay bastante en Cristo para llenar su estudio y contemplación todos sus días; y cuanto más se estudia a Cristo, más podemos estudiarle; habrá nuevas maravillas que seguirán apareciendo en El. John Row.

Las últimas palabras que escribió Henry Martyn, que murió entre los mahometanos en Persia, fueron: «Estoy sentado en el jardín y pienso con suave comodidad y paz en mi Dios, en soledad acompañado por mi Amigo y Consolador.» C. H. S.



He de meditar en Cristo. Que los filósofos se encumbren en lucubraciones y anden por las estrellas; ¿qué son las estrellas al lado de Cristo, el Sol de justicia, el resplandor de la gloria del Padre, y la imagen expresa de su Persona? Dios manifiesto en carne es un tema que los ángeles se regocijan en contemplar. Samuel Lavington



Vers. 35. Sean barridos de la tierra los pecadores. Me cayó en suerte, hace algunos años, emprender un paseo de algunas millas, una mañana de verano, a lo largo de un trecho a la orilla del mar, de hermosura extraordinaria. Era el día del Señor, y a mi mente acudió espontáneamente el Salmo ciento cuatro, a medida que una escena tras otra pasaban delante de mis ojos.



Hacia la mitad de mi destino, la ruta pasaba por una aldea sucia, y mis meditaciones fueron rudamente interrumpidas por la algarabía de algunos que parecía habían pasado la noche en una orgía y estaban medio borrachos.



Bien, pensé, el Salmista tiene que haber tenido alguna experiencia desagradable semejante. Tiene que haber encontrado a personas que, situadas en alguna escena de hermosura natural, en vez de añadir sus voces a la naturaleza en alabanza a su Creador, en vez de ser puros y reverentes en sus vidas, la nota más celestial del cántico general, aportaban una discordancia aguda.



Su oración es la expresión vehemente del deseo que la tierra no sea echada a perder por la presencia de hombres malvados; que puedan ser totalmente barridos, y que puedan dar lugar a otros animados por el temor de Dios, hombres justos y santos, hombres que sean la corona de hermosura sobre la cabeza de esta hermosa creación. Si ésta es la explicación justa de la oración del Salmista, no sólo está justificada, sino que sería un error en nuestras meditaciones sobre la naturaleza si no estuviéramos dispuestos a unirnos a ella. William Bonnie



Bendice, alma mía, a Jehová. Aleluya. Ésta es la primera vez que encontramos el «Aleluya»; y viene aquí con ocasión de la destrucción de los malvados; y la última vez que la encontramos, es en una ocasión semejante, cuando la Babilonia del Nuevo Testamento es consumida; éste es el sentido de la expresión «Aleluya» (Apocalipsis 19:1, 3, 4, 6). Matthew Henry



Este Salmo es un inspirado «Oratorio de la Creación». Christopher Wordsworth



Nos asombramos de hallar en un poema lírico de tan reducida extensión todo el universo, los cielos y la tierra, bosquejados en unas pocas pinceladas audaces. A. Von Humboldt



***