Charles Spurgeon Collection: Spurgeon - C.H. - Tesoro de David (Treasury of David): 106 Salmo 106

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Charles Spurgeon Collection: Spurgeon - C.H. - Tesoro de David (Treasury of David): 106 Salmo 106



TOPIC: Spurgeon - C.H. - Tesoro de David (Treasury of David) (Other Topics in this Collection)
SUBJECT: 106 Salmo 106

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SALMO 106



Este Salmo empieza y termina con un «¡Aleluya!» «Alabado sea el Señor». El espacio entre estas dos exclamaciones de alabanza está lleno de tristes detalles del pecado de Israel y la paciencia extraordinaria de Dios; y, verdaderamente, hacemos bien en bendecir al Señor tanto al comienzo como al fin de nuestra meditación cuando el pecado y la gracia son los temas.



Es muy probable que fuera escrito por David; en todo caso, sus versículos primero y los dos últimos se hallan en el cántico sagrado que David entregó a Asaf cuando éste trajo el arca del Señor (1º Crónicas 16:34-36).



Al estudiar este santo Salmo considerémonos nosotros mismos entre el antiguo pueblo del Señor y lamentemos nuestras propias provocaciones al Altísimo, y al mismo tiempo admiremos su infinita paciencia y adorémosle debido a la misma. Que el Espíritu Santo lo santifique para el incremento de la humildad y de la gratitud. C. H. S.



Vers. 1. Alabad a Jehová. Si David estuviera presente en iglesias en que hay cuartetos y coros que cantan, se dirigiría a la congregación y les diría: «Alabad al Señor». Nuestra meditación se refiere al pecado humano; pero en todas las ocasiones y ocupaciones es oportuno y beneficioso alabar al Señor.



Dad gracias al Señor; porque es bueno. Para nosotros, criaturas necesitadas, la bondad de Dios es el primer atributo que estimula nuestra alabanza,, y esta alabanza toma la forma de gratitud. C. H. S.



Porque El es bueno. De modo esencial, único y original; comunica y difunde su bondad; es el Autor de todo bien y de ningún mal; es misericordioso y clemente e inclinado a perdonar. John Gill



Porque para siempre es su misericordia. El profeta, sin embargo, a lo largo de todo el Salmo celebra en muchos casos la forma en que el pueblo peca y fue detenido y herido. Y cuando propone que este Salmo fuera cantado en la iglesia de Dios, Israel se hallaba bajo contrariedades y aflicciones. Con todo, exigió que Israel reconociera que el Señor es bueno, y que su misericordia es para siempre, aun en el acto de disciplinar al ofensor. Esta es, pues, una confesión verdadera y plena de la bondad divina que se hace no sólo en la prosperidad, sino también en la adversidad. Musculus



Vers. 2. ¿Quién expresará? «Dichosos los que guardan el derecho.» Soy de la opinión, sin embargo, de que el profeta tenía otra intención, es decir, que no hay hombre que se haya esforzado siempre para concentrar todas sus energías, físicas y mentales, en la alabanza de Dios que no se vea inadecuado para un ejercicio tan elevado, la grandeza trascendental del cual abruma a todos nuestros sentidos. Juan Calvino



Vers. 3. Dichosos los que guardan el derecho. Éstos son los principios y prácticas de rectitud; éste es el modo de alabar a Dios real y sustancial. El dar gracias es la prueba del agradecimiento. John Trapp



Vers. 4. Acuérdate de mí, oh Jehová, según tu benevolencia para con tu pueblo. No puedo pedir más, ni quiero pedir menos. Trátame como al menor de tus santos, y estoy contento. Debería bastamos si se nos trata como al resto de la familia. Si incluso Balaam no deseaba otra cosa que morir la muerte del justo, podemos estar contentos viviendo como viven y muriendo como mueren. Este sentimiento debería impedir el desear escapamos de las pruebas, persecuciones y disciplina; ésta ha sido la suerte de los santos, y ¿por qué deberíamos nosotros escapar de ellas? C. H. S.



Visítame con tu salvación. Tráemela. Ven a mi casa y a mi corazón y dame la salvación que Tú has preparado y sólo Tú puedes conceder. A veces oímos de un hombre que muere como resultado de la visitación de Dios, pero aquí tenemos uno que vive por la visitación de Dios. Jesús dijo a Zaqueo: «Hoy ha llegado la salvación a tu casa», y esto era porque El mismo había llegado allí. No hay salvación aparte del Señor, y El ha de visitamos o nunca la obtendremos. Estamos demasiado enfermos para visitar a nuestro gran Médico, y, por tanto, El nos visita. ¿Visitarme, Señor? ¿Es posible? ¿Puedo pedir tanto? Y, con todo, debo hacerlo, puesto que sólo Tú puedes traerme salvación; por tanto, Señor, te ruego que vengas a mí, y permanezcas conmigo para siempre. C. H. S.



Vers. 6. Hemos pecado nosotros, como nuestros padres. Aquí empieza una confesión larga y particular. La confesión de pecado es la forma más apropiada para asegurarnos respuesta a la oración del versículo 4. Los hombres pueden decir que han pecado como sus padres, al haberlos imitado, cuando siguieron los mismos objetos, e hicieron de su vida la mera continuación de la locura de aquellos. Además, Israel fue una nación única en todo tiempo, y la confesión que sigue destaca el pecado nacional más bien que el personal en el pueblo del Señor. Ellos gozaban de privilegios nacionales y, por tanto, compartían la culpa de modo nacional. C. H. S.



Hicimos iniquidad, hicimos impiedad. Así que la confesión se repite tres veces, como muestra de la sinceridad de la misma. Los pecados de omisión, de comisión y de rebelión deberían ser reconocidos bajo distintos títulos, para poder mostrar un sentimiento apropiado del número y maldad de nuestras ofensas. C. H. S.



Dios les dice que ellos se habían rebelado desde antes: «Como hicieron vuestros padres, lo mismo hacéis vosotros» (Hechos 8:51). La antigüedad no es un argumento infalible de bondad; aunque Tertuliano dice que las cosas primeras fueron las mejores; y a medida que se distancian del principio se vuelven más pobres; pero ha de haberlo entendido sólo de las costumbres santas. Porque la iniquidad puede alegar antigüedad; el que comete un nuevo acto de homicidio puede hallar ejemplo de ello en Caín; la borrachera regresa hasta Noé; el desprecio a los padres, a Cam; la ligereza en la mujer, a las hijas de Lot.



No hay pecado que no lleve canas encima. Pero miremos más hacia atrás, a Adán; aquí vemos cuál es la edad del pecado. Esto es lo que san Pablo llama el viejo hombre; es casi tan viejo como la raíz, pero más antiguo que todas las ramas. Por tanto, nuestra restitución por Cristo a la gracia es llamada el nuevo hombre. Thomas ADAMS



Vers. 7. Nuestros padres en Egipto no entendieron tus maravillas. Los israelitas vieron las plagas milagrosas y se asombraron de ellas en su ignorancia; su designio de amor, sus profundas lecciones mora-les y espirituales, y su revelación del poder y justicia divinos, esto no lo pudieron percibir. Una larga permanencia entre idólatras había embotado las percepciones de la familia escogida y la cruel esclavitud había dado lugar a una pereza mental. C. H. S.



¡Ay, cuántas de las maravillas de Dios nosotros mismos no las entendemos o las entendemos mal! Tememos que los hijos no muestren gran mejoría respecto a sus padres. Heredamos de nuestros padres mucho pecado y poca sabiduría; ellos sólo podían dejarnos lo que poseían. Vemos por este versículo que la falta de comprensión no es excusa para el pecado, sino que, en sí, es una acusación más contra Israel. C. H. S.



Un pecado es un paso hacia otro peor; el no observar va seguido del no recordar, y el olvido del deber arrastra la desobediencia y la rebelión. David Dickson



No se acordaron de la muchedumbre de tus misericordias. ¿Qué eran estos amenazadores presagios y estos asombrosos anuncios de una ruina inevitable (según ellos entendían) sino el fruto de su incredulidad o desconfianza de Dios?; y esto era otro pecado, una provocación. Las misericordias anteriores son olvidadas, sí, devoradas por la incredulidad, como las siete vacas enjutas del sueño de Faraón devoraron a las gordas, y las dificultades presentes eran agravadas por la incredulidad, como si todo el poder de Dios no pudiera eliminarías o vencerlas. ¿Y no visitará el Señor en ira un pecado semejante? Joseph Caryl



Su longanimidad y su paciencia. Fue contra la paciencia de Dios que pecaron los desagradecidos israelitas; porque incluso le acosaron con pecado tras pecado, una ofensa pisando los talones de la otra, las últimas peores que las primeras, hasta que todos los tesoros de gracia y perdón se agotaron y provocaron a Dios a que jurara, y jurara en su furor, y con propósito pleno de venganza, que nunca entrarían en su reposo. Robert South



Vers. 8. Pero él los salvó. Dice el versículo precedente: «se rebelaron junto al mar, el mar Rojo», o como dice el hebreo: «incluso en el mar Rojo»; cuando las aguas permanecían como una pared a cada lado de ellos; cuando veían aquellas paredes de agua que el pueblo no había visto nunca, y veían el poder, el poder infinito de Dios llevándoles a tierra seca; incluso entonces se rebelaron, en el mar; y a pesar de todo esto, el Señor los salvó como si no hubieran hecho nada.



Y digo, ¿va el Señor a prodigar tanta gracia sobre un pueblo que estaba bajo la ley, y no prodigará mucha más gracia sobre aquellos que están bajo el evangelio? William Bridge



Su nombre es «Jehová-Jireh», en el monte del Señor se verá, el Señor proveerá. ¿Necesitáis su presencia? Su nombre es «Jehová-Shammah», el Señor está aquí; «Emmanuel», Dios con nosotros: esperemos que estará con nosotros, por amor a su nombre. ¿Necesitas audiencia en la oración? Su nombre es «El que escucha la oración».



¿Necesitas fuerza? Su nombre es «Fuerza de Israel». ¿Necesitas consuelo? Su nombre es la «Consolación de Israel». ¿Necesitas abrigo? Su nombre es «Ciudad de Refugio». ¿No tienes nada y lo necesitas todo? Su nombre es «Todo en todos».



Siéntate y busca nuevos nombres para tus necesidades, y los encontrarás, que El tiene un nombre apropiado para ellas; para tu provisión, Él tiene sabiduría para guiarte, y poder para guardarte; y misericordia para compadecerse de ti; gracia para adornarte; y gloria para coronarte. Confía en su nombre, El salva por amor a su nombre. Ralph Erskine



Vers. 10. Los salvó de mano del enemigo. Faraón se ahogó y el poder de Egipto quedó tan magullado que durante los cuarenta años del peregrinaje de Israel nunca fueron amenazados por sus antiguos amos. C. H. S.



Vers. 11. Cubrieron las aguas a sus enemigos; no quedó ni uno de ellos. El Señor no hace nada a medias. Lo que empieza lo termina. Esto hace el pecado de Israel mayor aún, puesto que vieron lo concienzudo de la justicia divina y la perfección de la fidelidad divina.



En el cubrir a sus enemigos tenemos un tipo del perdón de nuestros pecados; ellos se hundieron en el mar, para no reaparecer de nuevo; y, bendito sea el Señor, no «quedó uno de ellos». Ni un solo pecado de pensamiento, palabra u obra, la sangre de Jesús los ha cubierto todos. «Echaré vuestras iniquidades en lo profundo del mar.» C. H. S.



Vers. 12. Entonces creyeron a sus palabras. Es decir, creyeron las promesas cuando las vieron cumplidas, pero no antes. Esto se menciona, no para darles mérito, sino para causarles vergüenza. Los que no creyeron en la palabra del Señor hasta que vieron su ejecución no eran creyentes en absoluto. ¿Quién habría que no creyera cuando tiene el hecho ante sus ojos? Los egipcios habrían hecho lo mismo. C. H. S.



Cantaron su alabanza. ¿Podían hacer otra cosa? Su cántico fue excelente, y es el tipo del canto del cielo; pero, aunque era dulce, era corto, y al terminar cayeron en la murmuración. «Cantaron su alabanza», pero pronto «olvidaron sus obras». Entre Israel que canta e Israel que peca sólo hay un paso. Su cántico fue bueno en tanto que duró, pero terminó muy pronto. C. H. S.



Vers. 12, 13. Pero pronto olvidaron sus obras. Esto se dijo de la generación de israelitas que salieron de Egipto. El capítulo que contiene la porción de su historia aquí aludida empieza con expresiones arrobadoras de gratitud y termina con murmullos de descontento; unos y otros pronunciados por los mismos labios en el corto espacio de tres días. Edward Payson



Vers. 13. Como ocurre con una criba o un cedazo, el trigo y la harina fina pasan, pero la paja y el grano mal triturado se quedan en la criba; como con un colador, el líquido pasa, pero las heces se quedan en él.



Así pasa con la mayor parte de los recuerdos de los hombres; por naturaleza son poco de fiar; los conceptos vanos de los hombres tienden a ser retenidos, en tanto que las instrucciones divinas y las promesas misericordiosas pasan; las bagatelas y trivialidades son recordadas, y de modo tenaz; pero las cosas espirituales se salen; como Israel, y pronto se olvidan. William Gouge



Vers. 14, 15. Se entregaron a un deseo desordenado en el desierto. Y él les dio lo que pidieron. Aunque no querían esperar la voluntad de Dios, estaban impacientes por tener la propia. Cuando se halló alimento sano y agradable en abundancia para ellos, estuvieron descontentos al cabo de poco, y querían carne, alimento poco sano en un clima tan cálido y una vida tan fácil.



La oración puede ser contestada en ira y denegada en amor. El que Dios dé al hombre su deseo no es prueba de que sea objeto del favor divino, todo depende de cuál fue el deseo. C. H. S.



Vers. 15. Y él les dio lo que pidieron. El placer del paladar cerró el paraíso, vendió una primogenitura, cortó la cabeza al Bautista, y fue el jefe de los cocineros, Nabuzaradán, el que prendió fuego al Templo y arrasó la ciudad. Sus efectos son la gordura, que destruye la agilidad para el trabajo y hace del hombre un barril. Thomas Adams



Vers. 16. Tuvieron envidia de Moisés en el campamento. ¿Quién puede esperar escapar de la envidia, cuando el más manso de los hombres fue objeto de ella? ¡Qué poco razonable era envidiar a Moisés, el hombre que trabajaba más duro en todo el campamento y el que llevaba más carga! Deberían haber simpatizado con él; envidiarle era algo nefando. C. H. S.



Y contra Aarón, el santo de Jehová. Por elección divina, Aarón fue puesto aparte para la santidad al Señor y en vez de dar gracias a Dios de que les había favorecido con un sumo sacerdote por medio de cuya intercesión podían ser presentadas sus oraciones, murmuraron de la elección divina y buscaron querella con el hombre que iba a ofrecer sacrificio por ellos; querían arrancar el cetro a Moisés y la mitra a Aarón. Es la marca de los inicuos el tener envidia de los buenos y rencor a sus mejores benefactores. C. H. S.



Vers. 19. Hicieron un becerro en Horeb. En el mismo lugar en que habían prometido solemnemente obedecer al Señor, quebrantaron el segundo, si no el primero, de sus mandamientos, y levantaron el símbolo egipcio del buey y se inclinaron ante él. La imagen del buey es llamada aquí de modo sarcástico «becerro»; los ídolos no son dignos de respeto; el desprecio nunca es más legitimo que cuando se usa para los intentos de ofrecer una imagen del Dios invisible. Los israelitas eran verdaderamente necios cuando pensaron que veían la más mínima gloria divina en un toro, a saber, la mera imagen de un toro. El creer que la imagen de un toro podía ser la imagen de Dios requería una gran credulidad.



Se postraron ante una imagen de fundición. Una imagen idolátrica hecha de oro no es menos abominable que cuando se hace de escoria; la hermosura del arte no puede esconder la deformidad del pecado. Se nos habla también de la sugestividad de sus símbolos, pero ¿de qué sirve esto, cuando Dios nos prohíbe que los usemos? También es vano el alegar que esta adoración es del corazón. Mucho peor aún. Esto, lo único que hace es aumentar la trasgresión. C. H. S.



Y ¿por qué un becerro? ¿No podían hallar una semejanza más apropiada a Dios entre todas las criaturas? ¿Por qué no un león, para mostrar soberanía; una serpiente, para mostrar sabiduría, etc.? Pero la forma importa poco, porque si se quiere dar forma a Dios no puede hacérsele semejante a nada, siendo tan ilegítimo darle forma de ángel que de gusano, ya que el mandamiento nos prohíbe toda semejanza de cosa en el cielo arriba como en la tierra abajo (Exodo 20:4). Pero probablemente prefirieron un becerro porque lo habían aprendido de los egipcios que adoraban al buey Apis.



Así los israelitas pidieron prestado (Éxodo 12:35) no todo el oro y plata, sino algo de la escoria de los egipcios, pues fueron a buscar allí las formas idolátricas de su culto. Thomas Fuller.



El trono local del Anticristo (y ¿qué otra cosa puede ser sino Roma?) es llamado en el Apocalipsis con tres nombres: se le llama Egipto (Apocalipsis 2:8). Se le llama Sodoma en el mismo versículo. Se le llama Babilonia en muchos lugares del Apocalipsis. Se le llama Babilonia en relación con su crueldad. Se le llama Babilonia en relación con su crueldad. Se le llama Sodoma con respecto a su inmundicia; y Egipto con relación a su idolatría. T. Westheld



Vers. 19-22. Es de esperar que nunca llegaremos a vivir en un período en que los milagros de nuestra redención sean olvidados; en que no se espere ya el retorno de nuestro Señor Jesucristo desde el cielo; cuando el pueblo solicite a sus maestros que les fabriquen una nueva deidad filosófica para adorarla en vez de adorar al Dios de nuestros antepasados, a quien se ha adscrito la gloria de generación en generación. George Horne



Vers. 20. Así cambiaron su gloria por la imagen de un buey que come hierba. El Salmista habla con desprecio, y con razón: la irreverencia hacia los ídolos es una reverencia indirecta a Dios. Los dioses falsos, intentos de representar al Dios verdadero, y realmente todas las cosas materiales que son adoradas sobre la faz de la tierra son inmundicia, ya sean cruces, crucifijos, vírgenes, reliquias y todas estas cosas. Somos demasiado blandos con estas abominaciones. El renunciar a la gloria de la adoración espiritual por la pompa y ostentación externa es el colmo de la locura y merece ser tratado de esta forma. C. H. S.



Vers. 23. De no haberse interpuesto Moisés su escogido delante de él. Nosotros, por la misericordia infinita, hemos tenido a algunos como Moisés, hemos tenido quien nos repare las brechas, refuerce nuestros fundamentos y cubra algunos setos; pero todavía quedan brechas.



¿No hay brechas en el seto de la doctrina? Si no las hubiera, ¿de dónde procederían tantas opiniones erróneas, blasfemas y desviadas entre nosotros? ¿No hay brechas en los setos de la autoridad civil y eclesiástica? ¿No pisotean las multitudes la magistratura y el ministerio, todos los poderes, humanos y divinos?



¿No hay brechas en el culto a Dios? ¿No pisotean muchos las iglesias, las ordenanzas y las mismas Escrituras? ¿No hay brechas en el seto de la justicia cuando entran los toros de Basán, que oprimen a los pobres y aplastan al menesteroso? (Amós 4:1). ¿No hay brechas en el seto del amor? ¿No está roto el lazo de la perfección?



¿No hay envidias y contiendas entre nosotros; no nos mordemos y devoramos lOS unos a los otros? ¿No hay brechas en el seto de la conciencia? ¿No se ha quebrantado la paz entre Dios y nuestras almas? ¿No viene Satanás con frecuencia a la brecha y nos hostiga? ¿No hay brechas en nuestras muchas relaciones mediante lo cual él saca ventaja? Sin duda, si tenemos los ojos en la cabeza, veremos muchas brechas. William Greenhill



Vers. 24. No creyeron a su palabra. Ésta es la raíz del pecado. Si no creemos la Palabra de Dios, pensaremos a la ligera de sus dones prometidos. «No pudieron entrar a causa de su incredulidad»; ésta fue la clave que dio vuelta a la cerradura para ellos. Cuando los peregrinos a la Ciudad Celestial empiezan a dudar del Señor de la ruta, pronto tienen en poco el reposo al final del peregrinaje, y ésta es la manera más segura de hacer de ellos malos peregrinos. La incredulidad de Israel requirió espías para ver la tierra; el informe de estos espías fue diverso, y así brotó una nueva cosecha de incredulidad que fue causa de las consecuencias más deplorables. C. H. S.



Nuestro gran obstáculo a la salvación es la pereza espiritual. Se dice de Israel: «Despreciaron la tierra deseable.» ¿Cuál fue la razón? Canaán era un paraíso de deleites, un tipo del cielo, sí; pero creyeron que les costaría mucho esfuerzo y riesgos entrar allí, y preferían quedarse fuera; despreciaron la tierra deseable. ¿No hay millones que de buena gana irían durmiendo al infierno, para no tener que sudar subiendo al cielo?



He leído de algunos españoles que viven cerca de un gran reservorio de peces que, para ahorrarse la molestia de pescarlos, compran pescado a sus vecinos; la necedad pecaminosa y la pereza están pegadas a la mayoría, puesto que aunque Cristo está cerca de ellos y aunque se les ofrece la salvación en el evangelio, no quieren saber nada ni ocuparse de ella. Thomas Watson



Vers. 28. Se unieron asimismo a Baal-peor. El ritualismo les llevó a la adoración de dioses falsos. Si escogemos un modo falso de culto también nosotros, antes de poco estaremos adorando dioses falsos. Esta abominación de los moabitas era un ídolo en cuya adoración las mujeres entregaban sus cuerpos para la lujuria más vergonzosa. ¡Pensad en el pueblo del Dios santo llegando a esto! Quizá contribuían a los ritos nigrománticos en que intentaban establecer contacto con espíritus ausentes, procurando con ello romper el sello de la providencia de Dios y entrar en las cámaras secretas que Dios ha cerrado. Los que están cansados de buscar al Dios vivo han mostrado con frecuencia apego por las ciencias ocultas y el contacto con demonios y espíritus. ¡A qué abominaciones y engaños se prestan los que desechan el temor de Dios! Este comentario es tan necesario ahora como en los días de antaño. C. H. S.



Vers. 29. Provocaron la ira de Dios con sus obras, y se desató la mortandad entre ellos. Sus pecados fueron causa de una nueva enfermedad para las tribus. Cuando los hombres inventan pecados, Dios no tarda en enviarles castigos. Sus vicios son una peste moral, y fueron visitados con una peste corporal; así el Señor paga con la misma moneda. C. H. S.



Nótese que no se dice «con sus hechos», sino con sus pesquisas (esfuerzos). Una cosa es hacer algo, simplemente, y otra, esforzarse en ella noche y día. Musculus



Fue por culpa de Saúl. Dios le mandó que destruyera a Amalec, y él halló un método mejor para salvar algo para sacrificar, algo impensable para Dios. Y fue culpa de Pedro, cuando intentaba persuadir a Cristo de que evitara su pasión, y halló un método mejor (según pensaba) que el que Cristo quería seguir. Lancelot Andrews



Vers. 30. Entonces se levantó Fineés e hizo justicia, y se detuvo la plaga. Su espíritu sincero no pudo tolerar tal liviandad practicada públicamente en un período en que se había proclamado ayuno. Un desafío tan atrevido de Dios y a toda la ley no podía ser tolerado, y con su lanza traspasó a los dos culpables en el mismo acto. Fue una santa pasión la que le inflamaba, y no había enemistad con las personas a las que mató. C. H. S.



No se detiene a considerar toda clase de escrúpulos: ¿Quién soy yo para hacer esto? El hijo de un sacerdote. Mi lugar es el de paz y misericordia; me corresponde sacrificar, orar por el pecado del pueblo; no sacrificar a nadie por su pecado. Mi deber me llama a apaciguar la ira de Dios, no a vengar los pecados de los hombres; a orar por su conversión, no a confundir al pecador. ¿Y quiénes eran los transgresores? El uno un gran príncipe en Israel, el otro una princesa de Madián. ¿Podía la muerte de dos tan famosos pasar sin ser vengada? O si era seguro y apropiado, ¿por qué mi tío Moisés derrama lágrimas en vez de la sangre de ellos? Yo lo lamentaré con el resto; dejaré la venganza a quien le corresponda. Pero el celo de Dios barrió todas estas débiles deliberaciones; y considera su deber y su gloria ejecutar a un par de transgresores tan vergonzosos. Joseph may



Nótese el gran principio que lo arrolló todo como un torrente en el corazón de Fineés. El Espíritu no deja nada oscuro. La alabanza es ésta: «El tuvo celos por su Dios» (Números 25:13). No podía cruzar los brazos y ver la ley de Dios insultada; desafiada, su majestad y mando burlados. El corazón del siervo ardía con una llama de piadosa indignación. Tiene que vindicar a su Señor. Su amor ferviente, su resolución audaz no teme nada en una causa justa. El ofensor Zimrí era un príncipe potente; con todo, no le eximió.



Lector, ¿puedes leer esto sin sentir vergüenza? ¿Testificas con tus actos audaces? Los pecadores blasfeman el nombre de Dios. ¿Los re-prendes? Sus días de reposo son profanados. ¿Protestas? Los falsos principios son comunes. ¿Expones a los falsarios? El vicio se pavonea en el garbo de la virtud. ¿No le arrancas la careta? Satanás encanta al mundo. ¿No te opones a él? Es más, estás adormilado de modo indiferente. El que la causa de Cristo triunfe o sea derribada es algo que no te importa. Si un justo celo ciñera tus lomos y tensara tus nervios, y moviera el timón de tu corazón y empujara las velas de tu acción, ¿sería Dios desconocido y la blasfemia tan osada? Henry Law.



Vers. 31. Y le fue contado por justicia de generación en generación para siempre. Se sintió impulsado por motivos tan puros que lo que de otro modo habría sido un crimen de sangre quedó justificado a la vista de Dios; es más, dio evidencia de que Fineés era justo. El hombre de Dios no fue inspirado por ambición personal, o desquite personal, o pasión egoísta, o incluso fanatismo, sino celo por Dios, indignación por la inmundicia franca, y verdadero patriotismo. C. H. S.



Vers. 32. Y le fue mal a Moisés por causa de ellos. Moisés al fin se cansó y se enojó contra ellos, y creyó que era inútil intentar mejorarlos. ¿Podemos sorprendernos de ello, siendo hombre y no Dios? Después de cuarenta años de tolerarlos el temple manso de Moisés cedió, y los llamó rebeldes y mostró su indignación no debida; y por ello no se le permitió entrar en la tierra que él había deseado heredar.



Verdaderamente, pudo contemplar la buena tierra desde la cumbre del monte Pisgá, pero le fue negado el entrar en ella, y por ello «le fue mal». Fue el pecado de ellos lo que le había indignado, pero él tuvo que pagar las consecuencias. Por claro que sea que otros tienen más culpa que nosotros, siempre debemos recordar que esto no nos excusa, no es una pantalla, sino que cada uno debe llevar su propia carga. C. H. S.



Vers. 33. Porque le amargaron el espíritu, y habló inconsideradamente con sus labios. Lo cual parece un pecado pequeño en comparación con el de los otros, pero era un pecado de Moisés, el siervo escogido del Señor, el cual había visto y conocido tanto del Señor que no podía pasársele por alto. No pronunció blasfemia o mentira, sino que habló inconsideradamente; pero esto es una falta seria para un legislador y, especialmente, uno que habla en nombre de Dios.



Este pasaje, a mi modo de ver, es uno de los más severos de la Biblia. Verdaderamente servimos a un Dios celoso. Con todo, no es un amo duro o austero; no hemos de pensarlo, pero hemos de sentir más celo nosotros mismos y procurar vivir más cuidadosamente y hablar con más juicio, porque servimos a un tal Señor.



Debemos también ser cuidadosos en la forma en que tratamos a los ministros del evangelio, no sea que provoquemos su espíritu y, con ello, los impulsemos a actos impropios que les acarreen a ellos el castigo del Señor. Poco piensan los murmuradores y querellosos en los peligros que pueden hacer caer a sus pastores con su conducta díscola. C. H. S.



Como Abraham se distinguió por su fe, Moisés se distinguió por su mansedumbre; porque la Escritura declara que fue «muy manso, más que todos los hombres sobre la faz de la tierra» (Números 12:3). Con todo, juzgando por los hechos que se nos dan de él, podríamos inclinamos a suponer que su temperamento era muy sensible y dado a la prisa; ésta fue su debilidad. Isaac Williams



Cuando alguno ha corrido, y ha corrido bien, ¡es triste que tropiecen a unos pocos pasos de la meta! Si Moisés tenía un deseo terreno era ver a Israel seguro en su heredad, y su deseo no pudo consumarse. La fe y la paciencia habían resistido casi cuarenta años, y unos pocos meses después habrían cruzado el Jordán y la obra habría sido terminada. Y ¿quién puede decir si esta misma proximidad al premio contribuyó a crear algo de presuntuosa confianza? La sangre de Moisés hirvió dentro de él, y no se comportó como el más manso de los hombres.



¡Bienaventurado el hombre que teme constantemente! ¡Bienaventurado el hombre que, aunque pasen los años sin que haya habido un intento de robo en su casa, todavía asegura las puertas y ventanas con barrotes y cerrojos!



John Newton hace notar: «La gracia de Dios es tan necesaria para crear un temperamento recto en el cristiano al romperse un plato como cuando muere un hijo suyo»; y como nadie puede decir cuando amanece el día si aquél será el que le presente la mayor prueba de su vida, ¡qué prudente es orar sin cesar: «Sostenme conforme a tu Palabra»! James Hamilton



Vers. 34. No exterminaron a los pueblos que Jehová les dijo. Es un gran mal entre los que profesan religión el no sentir celo por la destrucción total del pecado, dentro y fuera. Hacemos alianzas de paz donde deberíamos proclamar guerra a muerte; alegamos un temperamento constitucional para defender nuestros hábitos, o bien la necesidad de nuestras circunstancias, o cualquier otra excusa pobre para justificar el contentamos con una santificación parcial, si es en realidad santificación en absoluto.



Somos lentos en reprender el pecado de los otros y estamos dispuestos a hallar excusas por los pecados «respetables», que, como Agag, andan con paso afectado y primoroso. La medida de nuestra destrucción del pecado no ha de ser según nuestra inclinación, o el hábito de los otros, sino según la orden del Señor. No tenemos garantía para obrar con benignidad con el pecado, sea el que sea. C. H. S.



Vers. 35. Antes se mezclaron con los gentiles, imitaron sus costumbres. Teniendo bastantes faltas propias, estaban dispuestos a ir a la escuela de los inmundos cananeos y educarse mejor aún en las artes de la iniquidad. Era cierto que no podían aprender nada bueno de hombres a quienes el Señor había condenado a una destrucción total. Pocos, desean ir a la celda del reo para aprender; con todo, Israel se sentó a los pies del maldito Canaán y se levantó diestro en toda abominación.



Esto también es un error común y grave entre los que profesan religión: cortejan la compañía del mundo e imitan las costumbre mundanas, a pesar de que son llamados a dar testimonio contra estas cosas. Nadie puede decir el mal que ha venido de la locura de la conformidad con el mundo. C. H. S.



Vers. 37, 38. Sacrificaron sus hijos y sus hijas a los demonios. Esto era ya haber caído de veras en una trampa; se quedaron estupefactos por la cruel superstición y fueron arrastrados hasta el punto de dar muerte a sus propios hijos en honor de las deidades más detestables, que eran demonios y no dioses. C. H. S.



Y la tierra fue contaminada con sangre. La tierra prometida, la Tierra Santa, que era la gloria de todas las naciones, porque Dios estaba en ella, fue contaminada por la sangre de inocentes niños, y por las manos tintas en sangre de sus padres, que los habían sacrificado para rendir homenaje a los demonios. ¡Ay, qué deshonra para el Espíritu del Señor! C. H. S.



Vers. Matthew, 41. Se encendió, por tanto, el furor de Jehová sobre su pecado, y abominó su heredad. El sentimiento descrito es como el de un marido que todavía ama a su esposa culpable y, con todo, cuando piensa en su lujuria, siente que toda su naturaleza se levanta en justa ira contra ella, de modo que el contemplarlo aflige su alma.



Y se enseñorearon de ellos los que les aborrecían. Y ¿por qué hemos de extrañarnos? El pecado nunca crea verdadero amor. Ellos se juntaron con los paganos en su maldad, y no ganaron sus corazones, sino, más bien, provocaron su desprecio. Si nos mezclamos con los hombres del mundo, ellos pasan a ser nuestros amos y nuestros tiranos, y no podemos pasarlo peor. C. H. S.



Siempre que un gran amor se hunde en un gran odio, se llama aborrecimiento. Lorinus



Vers. 43. Y se hundieron en su maldad. El pecado de la idolatría debía estar profundamente enraizado en su naturaleza, pues volvieron a él con tal persistencia, a pesar de tantas penalidades; no tenemos por qué asombramos de esto, hay todavía algo de que tenemos que asombrarnos más; el hombre prefiere el pecado y el infierno, al cielo y a Dios. C. H. S.



Vers. 44. Con todo, él miraba cuando estaban en angustia, y oía su clamor. Su ira extrema hacia su propio pueblo es sólo una llama temporal, pero su amor arde para siempre como la luz de su propia inmortalidad. C. H. S.



Vers. 48. Amén. Martín Lutero dijo una vez de la oración dominical o Padrenuestro que «era el mayor mártir de la tierra, porque era usado tan frecuentemente sin reflexión ni sentimiento, sin reverencia ni fe». Este comentario inesperado, tan verdadero como triste, se aplica quizá con más fuerza todavía a la palabra «Amén».



Una palabra que se usa con frecuencia sin la debida reflexión, sin ir acompañada del sentimiento que debería despertar, pierde su poder por esta misma familiaridad, y aunque está constantemente en nuestros labios, yace exánime en nuestra alma; y Lutero ha dicho en verdad: «según es el Amén, así ha sido tu oración». Adolph Saphir



AQUÍ TERMINA EL LIBRO IV

DEL LIBRO DE LOS SALMOS