Charles Spurgeon Collection: Spurgeon - C.H. - Tesoro de David (Treasury of David): 111 Salmo 111

Online Resource Library

Commentary Index | Return to PrayerRequest.com | Download

Charles Spurgeon Collection: Spurgeon - C.H. - Tesoro de David (Treasury of David): 111 Salmo 111



TOPIC: Spurgeon - C.H. - Tesoro de David (Treasury of David) (Other Topics in this Collection)
SUBJECT: 111 Salmo 111

Other Subjects in this Topic:

SALMO 111



Este Salmo no tiene título, pero es un himno alfabético de alabanza, que tiene como tema las obras del Señor en la creación, providencia y gracia. El dulce cantor insiste en la idea de que Dios debería ser conocido por su pueblo, y que este conocimiento, cuando se convierte en piedad práctica, es la verdadera sabiduría del hombre y la causa cierta de su adoración permanente. Muchos desconocen lo que ha hecho su Creador, y por ello son necios en el corazón y silenciosos en sus alabanzas a Dios; este mal sólo puede ser eliminado recordando las obras de Dios y con un estudio diligente de ellas; esto, pues, es lo que el Salmo intenta despertar en nosotros. Puede ser llamado «El Salmo de las Obras de Dios», cuyo objetivo es estimularnos a la obra de alabanza. C. H. S.



Vers. 1. Alabaré a Jehová con todo el corazón. Todos sus santos, que se unan en adoración a Jehová, el cual obra tan gloriosamente. Hacedlo ahora, hacedlo siempre y de buen grado; hacedlo unánimes; hacedlo para siempre. Aunque otros se nieguen a hacerlo, procurad vosotros tener siempre un cántico para vuestro Dios. C. H. S.





Nos enseña, muy enfáticamente, que nuestra predicación, si ha de llevar peso y convicción, ha de ser respaldada y ejemplificada por nuestra conducta; que no hemos de esperar nunca persuadir a otros con argumentos que sean demasiado débiles para influir en nosotros.



Se sugiere igualmente otra inferencia: que hemos de hacer nuestra propia decisión sin referencia al resultado de nuestra llamada. El Salmista no espera averiguar si aquellos a quienes se ha dirigido harán caso de su exhortación, sino que antes de poder recibir respuesta, declara sin vacilación el curso que él mismo adopta. W. T. Maudson



Con todo el corazón. Vemos el énfasis que se hace aquí sobre todo el corazón, y la falta de ello es una gran llaga en toda piedad vital. Los hombres siempre intentan unir aquello que la Palabra de Dios ha declarado que no puede estar unido: el amor al mundo y a Dios; el dar la mitad del corazón al mundo y la otra mitad a Dios.



Basta con ver la energía, la concentración de todo pensamiento, sentimiento y esfuerzo que proyecta una persona sobre una obra en la cual está profundamente interesada; la frase que usamos para describir un caso así, es «se lanza con toda su mente a ello». Si uno intenta persuadir a esta persona para que desvíe sus energías y divida su tiempo para dedicarlo a otras empresas, esta persona se asombrará de lo loca e ignorante que es una sugerencia así como método para conseguir el éxito en algún intento.



«Dad una mirada a Satanás», dice alguno; «ved en qué forma aplica sus poderes sobre el individuo como si sólo éste existiera y como si no tuviera nada más que hacer que arruinar aquella alma». Barton Bouchier



Vers. 2. Las obras de Dios son grandes. En designio, en tamaño, en número, en excelencia, todas las obras del Señor son grandes. Incluso las cosas pequeñas de Dios son 'grandes. Desde un punto de vista u otro, cada una de las producciones de su poder o de los hechos de su sabiduría aparecerán grandes al que es sabio en el corazón. C. H. S.



Dignas de meditarse por cuantos en ellas se complacen. La filosofía busca la verdad, la teología la halla, pero la religión la posee. Las cosas humanas han de ser conocidas para ser amadas, pero las divinas han de ser amadas para ser conocidas. Blaise Pascal



Vers. 3. Y su justicia permanece para siempre. El que nuestro gran Sustituto llevara la culpa, muestra que ni aun para efectuar los propósitos de su gracia iba a olvidar su justicia el Señor; esta justicia no puede nunca tener que soportar una tensión futura igual a la que ya ha sostenido en el quebrantamiento de su querido Hijo; y, por tanto, con toda seguridad ha de permanecer para siempre. C. H. S.



Vers. 4. Las especias más dulces de las obras divinas han de ser molidas hasta el polvo por las meditaciones y luego guardadas en el gabinete de nuestras memorias. Por tanto, dice aquí el Salmista: «Dios ha hecho memorables sus maravillas para ser recordadas.» El nos da las joyas de la liberación, no, por el hecho de ser comunes, para que las llevemos sobre nuestro calzado, como los romanos hacían con sus perlas; ni mucho menos para que las hollemos bajo el pie; sino para que las ensartemos como un collar alrededor de nuestro cuello. Abraham Wright



Vers. 6. El poder de sus obras manifestó a su pueblo. Así manifestó las obras de su poder a su pueblo en los tiempos del evangelio, como los milagros de Cristo, el que resucitara a los muertos, su propia resurrección y la obra de la gracia en los corazones de los hombres en todas las edades. John Gill



Vers. 7. Las obras de Dios exponen su Palabra; en sus obras se hace con frecuencia visible. Esta es una excelente expresión: «Las obras de sus manos son verdad y justicia.» Los actos de Dios son verdad, esto es, Dios actúa sus propias verdades.



Como las obras de nuestras manos deberían ser la verdad y juicios de Dios (cada acción de un cristiano debería ser una de las verdades de Cristo), así también ocurre con Dios mismo; las obras de sus manos son su propia verdad y justicia. Cuando no podemos hallar el significado de Dios en esta Palabra, podemos hallarlo en sus obras; sus obras son un comentario, un comentario infalible sobre su Palabra. Joseph Caryl



Vers. 9. Redención. Alabad a nuestro Jehová Trino por su redención. Escribid esta palabra donde podáis leerla. Prendedla allí donde podáis verla. Grabadla en vuestro corazón para que podáis entenderla. Es una palabra llena de importancia. En ella se despliegan nuestros destinos y los de la iglesia de las edades futuras.



Hay alturas en ella que nunca pueden ser escaladas y profundidades que no pueden ser sondeadas. Nunca has tomado las alas del alba y llegado a las partes más distantes de la tierra para medir su longitud y anchura.



Llévala como un sello en tu brazo, como un anillo en tu diestra, porque Jesús es el autor de ella. ¡Oh, estímala como una piedra preciosa, más preciosa que los rubíes! Que exprese nuestras mejores esperanzas mientras vivimos y se halle en nuestros labios temblorosos en el momento de la disolución; porque constituirá el coro del cántico de los redimidos por toda la eternidad. Isaac Saunders.



Santo y temible es su nombre. Bien puede serlo. El nombre entero o carácter de Dios es digno de la más profunda reverencia, porque es perfecto, completo, íntegro y santo. No debería ser mencionado sin un pensamiento solemne, ni oído sin un profundo homenaje.



Su nombre es temible; y aun terrible; incluso aquellos que le conocen mejor, se regocijan con temblor delante de El. Cómo es posible que hombres buenos toleren que les llamen reverendos, no lo sé. Siendo incapaz de descubrir razón alguna por la que nuestros prójimos nos reverencien, sospecho casi que en otros hombres no hay mucho más que les autorice para ser llamados reverendos, muy reverendos, etc. Puede considerarse algo trivial al, pero por esta misma razón, quisiera que esta costumbre necia cayera en desuso. C. H. S.



Vers. 10. El principio de la sabiduría es el temor de Jehová; buen discernimiento tienen todos los que practican sus mandamientos. La piedad práctica es la prueba de la sabiduría. Los hombres pueden saber y ser muy ortodoxos; pueden hablar y ser muy elocuentes; pueden especular y ser muy profundos; pero la mejor prueba de su inteligencia ha de hallarse en el hecho de que hagan la voluntad del Señor. C. H. S.



Que los que quieran que su nombre sea reverenciado se esfuercen para ser santos como Dios es santo. John Trapp.



¿Se puede decir que el mundo no religioso carece de sabiduría? ¿No la tienen Aristóteles, Sócrates, Tácito, Goethe o Gibbon? Entendamos lo que es la sabiduría. No es el mero acopio de conocimiento lo que constituye la sabiduría. El conocimiento apropiado es esencial a la sabiduría. Un hombre que no tiene el conocimiento apropiado a su posición, que no se conoce a si mismo en su relación a Dios y a sus prójimos, que está mal informado en cuanto a sus deberes, sus peligros, sus necesidades, aunque haya escrito innumerables obras del carácter más exaltado, con todo, ha de ser considerado como un hombre sin sabiduría.



¿Qué se te da que tu siervo esté familiarizado con las matemáticas si desconoce tu voluntad y el modo de hacerla? El genio de un Voltaire, Spinoza o Byron sólo hace su locura más sorprendente.



Es como si un hombre, flotando en el agua, siguiendo la comente en dirección a las cataratas del Niágara, se ocupara pintando un cuadro admirable del panorama. Los hombres que son en extremo grandes en la estimación del mundo, han cometido los disparates más enormes con respecto a éste el más importante de los puntos; y es sólo porque el mundo no considera estas cosas como importantes que persiste la reputación de estos hombres.



Si has aprendido a estimar, las cosas en alguna medida como Dios las estima, a desear lo que El ofrece, a, renunciar a aquello que El prohíbe y a reconocer los deberes que El te ha designado, te hallas en el camino de la sabiduría, y los grandes hombres de que hemos hablado te van a la zaga, a una buena distancia; lejos de la puerta estrecha por la que tú has entrado. El único que es sabio es el que puede llamar a Cristo la sabiduría de Dios. George Bowen



***