Charles Spurgeon Collection: Spurgeon - C.H. - Tesoro de David (Treasury of David): 116 Salmo 116

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Charles Spurgeon Collection: Spurgeon - C.H. - Tesoro de David (Treasury of David): 116 Salmo 116



TOPIC: Spurgeon - C.H. - Tesoro de David (Treasury of David) (Other Topics in this Collection)
SUBJECT: 116 Salmo 116

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SALMO 116



El tema de este Salmo es el amor personal, fomentado por una experiencia personal de la redención, y en él vemos a los redimidos que reciben respuesta a la oración, son preservados en el tiempo de la tribulación, reposan en su Señor, andan conscientes de sus obligaciones, conscientes de que no son suyos, sino comprados por precio, y uniéndose a toda la compañía rescatada para cantar aleluyas a Dios. C. H. S.



Vers. 1. Amo al Señor. Una bendita declaración: todo creyente debería poder declarar sin la menor vacilación: «Amo al Señor». Era requerido por la ley, pero nunca fue conseguido en el corazón del hombre excepto por la gracia de Dios y bajo los principios del evangelio. Es una gran cosa decir: «Amo al Señor», porque la más dulce de las gracias y la más segura de todas las evidencias de la salvación es el amor. Es una gran bondad de parte de Dios que condescienda a ser amado por unas criaturas tan pobres como somos nosotros, y es una prueba segura de que El ha estado obrando en nuestro corazón. C. H. S.



El ha escuchado la voz de mis súplicas. Pero ¿es un beneficio tan grande para nosotros el que Dios nos escuche? ¿Es el que Dios nos escuche un motivo del amor de Dios? ¡Ay! El puede que nos escuche y, con todo, nosotros no mejorar en nada. El puede oír nuestra voz, y, con todo, su amor a nosotros podría ser muy poco, porque ¿quién hay que no escuche a un hombre aunque no le ame?



Para los hombres quizá sea así, pero no para Dios; porque el que nos oiga no sólo es voluntario, sino reservado: sus oídos no están abiertos a los clamores de todos; en realidad, el que nos oiga es para Dios un gran favor que bien puede ser considerado como su hijo predilecto aquel a quien escucha; y más bien por el hecho de que su oír siempre es activo, y con el propósito de ayudar; de modo que si El oye mi voz, puedo estar seguro de que quiere concederme mi súplica; o mejor, quizás, en la manera en que David lo expresa, y en la manera en que Dios procede, el oír mi voz no es ni más ni menos que el concederme lo que le suplico. Sir Richard Baker



Vers. 2. Porque ha inclinado a mí su oído. Es amor lo que abre nuestras bocas, para que alabemos a Dios con labios gozosos. Thomas Manton



Cuando la oración es oída en nuestra debilidad, y contestada en la fuerza y grandeza de Dios, somos fortalecidos en el hábito de la oración y confirmados en la decisión de hacer intercesión incesante. No debemos agradecer a un mendigo que nos informa que, como hemos concedido su petición, no dejará nunca de pedirnos más y, con todo, indudablemente es aceptable para Dios que los que le piden algo formen la resolución de seguir orando; esto muestra la grandeza de su bondad y la abundancia de su paciencia. C. H. S.



Si el hipócrita corre a, orar y obtiene lo que pide, con ello deja de orar y no pide más. Si desde un lecho de enfermedad es levantado y vuelto a la salud, deja de orar después de ello; se debilita en sus llamadas a Dios, cuando, al pedírselo, Dios le da fuerza. Y así es en otros casos. Cuando obtiene lo que desea en la oración, ya no tiene deseos de orar más.



En tanto que el hombre piadoso ora después como oraba antes, y aunque no vuelve a caer en las mismas dificultades y, por tanto, no hay ocasión que le inste a pedir de nuevo, no puede vivir sin orar, porque no puede vivir fuera de la comunión con Dios. Joseph Caryl



En tanto que viva. No sólo algunos días, sino cada día de mi vida; porque orar ciertos días y no otros, es la marca de los que aborrecen y no de los que aman. Ambrosio



Vers. 3. Me rodearon ligaduras de muerte. Cuando Dios envía dificultades y aflicciones como mensajeros para que ataquen a un hombre, le encuentran y, al hallarlo, echan mano de él. Los días de la aflicción le rodean: no puede desprenderse de ellos, no hay modo de escapar de sus manos. Estos perseguidores divinos no se dejan persuadir ni sobornar para dejarte escapar, hasta que Dios dice: «Suéltale; déjale libre.» Joseph Caryl



Vers. 4. Oh Jehová, te ruego que salves mi vida. Esta forma de petición es corta, comprensiva, al punto, humilde y sincera. Haríamos bien si todas nuestras peticiones fueran moldeadas según este modelo; quizá lo serían si estuviéramos en circunstancias similares a las del Salmista, porque la tribulación real produce oración real. Aquí no hay multiplicidad de palabras ni ordenación escogida, todo es simple y natural; no hay redundancias, y no falta nada. C. H. S.



Una oración corta para una petición tan grande, y, con ser corta, prevaleció. Si nos hemos asombrado antes del poder de Dios, ahora podemos asombrarnos del poder de la oración, que puede prevalecer ante Dios, para obtener aquello que por naturaleza es imposible, y para la razón, increíble. Sir Richard Baker



Vers. 5. Clemente es Jehová, y justo. Es clemente para escuchar-nos; es justo en sus juicios. Es clemente para perdonamos, y, por tanto, ¿cómo puedo dudar de su voluntad para ayudarme? Es justo para recompensar conforme a lo merecido; es clemente para recompensar más allá de lo merecido; sí, es misericordioso para recompensar sin merecimientos; y, por tanto, ¿cómo puedo dudar de su voluntad en ayudarme? Es misericordioso, y esto muestra su generosidad; es justo, y esto muestra su justicia; sí, es misericordioso, y esto muestra su amor; y, por tanto, ¿cómo puedo dudar de su voluntad de ayudarme? Sir Richard Baker



Sí, nuestro Dios es misericordioso. Ved cómo el atributo de la justicia siempre se halla entre dos guardas de amor: clemente, justo y misericordioso. La espada de la justicia envainada en una vaina enjoyada de clemencia. C. H. S.



Vers. 6. Jehová guarda a los sencillos. Contempla ahora cómo de entre todos los que parecen tener menos motivos para confiar en Dios tienen más causa para confiar en El. Las personas simples, los necios según el mundo, que no tienen sesos sutiles o ingenio astuto para procurarse por medios indirectos lo que desean, tienen, sin embargo, bastante para sostenerse en el gran hecho de que el Señor los preserva. Ahora bien, ¿quién no sabe que «Es mejor confiar en el Señor que poner confianza en el hombre; es mejor confiar en el Señor que poner confianza en príncipes»? (Salmo 118:8, 9). William Gouge



Suponemos que hay muchas verdades que aprender, muchos principios de que darse cuenta antes de poder ser salvo. No; «el Señor preserva a los sencillos.» Es posible que no sepamos cómo reconciliar algunas de las doctrinas del cristianismo con otras; podemos hallarnos en la mayor perplejidad cuando examinamos las evidencias en que descansamos; podemos estar expuestos a gran dificultad cuando procuramos aplicarlas prácticamente; pero, con todo, podemos adoptar las palabras que tenemos delante: «El Señor guarda a los sencillos; estaba yo postrado, y me salvó. Recobra, alma mía, tu calma.» R. S. M.



Simples o necios, esto es lo que les llaman, porque ésta es la forma en que se les estima a los ojos de los sabios en el mundo; no que sean tan simples como se les considera; porque si el Señor puede juzgar sobre sabiduría o simpleza, el único necio es el ateo y el profano; el único sabio en el mundo es el cristiano simple, recto, que se mantiene precisamente en todos los estados en este curso sencillo y sincero que el Señor le ha prescrito. W. Slater



Estaba yo postrado, y me salvó. Aunque yo era sencillo y simple, el Señor no me pasó por alto. Aunque reducido en mis circunstancias calumniado en mi carácter, deprimido en mi ánimo y enfermo en el cuerpo, el Señor me ayudó. C. H. S.



Estaba postrado. Por la aflicción y la tribulación. El hebreo significa literalmente «colgar, estar péndulo, oscilar», como un cubo en el pozo, o en las ramas flexibles de la palmera o del sauce, etc. Luego significa débil, enclenque, como en la enfermedad. Es probable que se refiera a la postración del cuerpo por la enfermedad. «Y me salvó.» Me dio fuerzas, me restauró. Albert Barnes



Me ayudó tanto a sobrellevar lo peor como a esperar lo mejor; me ayudó a orar, pues de otro modo el deseo habría fallado; me ayudó a esperar, pues de otro modo la fe habría fallado. Matthew Henry



Vers. 7. Recobra, oh alma mía, tu calma. Tal como el pájaro vuela a su nido, vuela mi alma a su Dios. Cuando un hijo de Dios, aunque sea sólo un momento, pierde la paz del ánimo, debe procurar hallarla de nuevo, no buscándola en el mundo o en su propia experiencia, sino sólo en el Señor. Cuando el creyente ora y el Señor inclina su oído, la ruta al antiguo descanso está delante de él, que no tarde en seguirla. C. H. S.



Regresa al descanso que Cristo da a los que están fatigados y cargados (Mateo 11:28). Regresa a tu Noé, cuyo nombre significa reposo, como la paloma no halló reposo y regresó al arca. No conozco una palabra más apropiada para cerrar los ojos por la noche, cuando voy a dormir, o para cerrarlos para la muerte, este largo sueño, que ésta: «Recobra, alma mía, tu calma.» Matthew Henry



Esta es la misma palabra que el ángel usó para Agar cuando había huido de su señora: «Regresa» (Génesis 16:9). Como Agar, a causa de la forma dura en que la había tratado su señora huyó de ella, así el alma de este profeta, por causa de la aflicción, cayó de su antigua confianza sosegada en Dios. Como el ángel le mandó a Agar que «regresara a su señora», también el entendimiento de este profeta le dice a su alma que recobre su calma. William Gouge



Vers. 9. Andaré delante de Jehová en la tierra de los vivientes. Oh alma mía, el andar en la tierra de los vivientes es andar por caminos de justicia; porque allí no hay la muerte del alma que es el pecado; no hay tal causa de lágrimas para los ojos como la culpabilidad en la conciencia; no hay tal tropiezo para los pies como el caer delante de Dios; y, por tanto, para decir la verdad, el alma no puede nunca regresar a su reposo si no anda por los caminos de justicia; y no puede decir si este reposo es una causa de su andar, o su andar una causa del reposo; por esto podemos decir que son ciertamente compañeras la una de la otra, lo cual, en efecto, no es sino esto: que la justificación nunca puede existir sin la santificación. La paz de la conciencia y la piedad de la vida no pueden ir la una sin la otra.



O ¿quizá lo que quiere decir David es que la tierra de los vivientes es aquella en la que están viviendo Enoc y Elías con el Dios vivo? Pero, si quiere decir esto, ¿cómo puede hablar con tanta confianza y decir: «Andará en la tierra de los vivientes», como si pudiera llegar a andar allí por sus propias fuerzas o a placer suyo? Por tanto, explica:



«Creí, y por tanto hablé», porque la voz de la fe es fuerte y habla con confianza; y como por fe cree que debería andar en la tierra de los vivientes, por ello, con confianza, dice: «Andaré en la tierra de los vivientes.» Sir Richard Baker



El andar en la tierra de los vivientes es el deseo del hombre inicuo; sí, si fuera posible, él andaría allí para siempre; pero ¿con qué fin? Sólo para disfrutar de sus deseos, llenarse de placer, aumentar su riqueza, en tanto que el fin del hombre piadoso al desear vivir allí es que pueda «andar delante de Dios», fomentar su gloria y ejecutar su servicio. Es por esto que hemos de tomar debida nota de que David no dice: «Me saciaré ahora de deleites en mi ciudad regia», sino: «Andaré delante de Jehová en la tierra de los vivientes.» Nathaniel Hardy



Vers. 10. Creí, por tanto hablé. Con respecto a las cosas de Dios, ninguno puede hablar a menos que crea; el habla del que vacila es dañosa, pero la lengua del creyente es provechosa; las palabras más poderosas que han salido de labios del hombre han emanado de un corazón persuadido plenamente de la verdad de Dios. No sólo el Salmista, sino hombres como Lutero, Calvino y otros grandes testigos de la verdad podían decir de todo corazón: «Creí, por tanto hablé.» C. H. S.



No es suficiente creer a menos que, al mismo tiempo, confieses abiertamente delante de incrédulos, tiranos y todos los demás. Después de creer, viene la confesión; y, por tanto, los que no hacen confesión deben temer; en tanto que, al contrario, deberían tener esperanza los que dicen abiertamente lo que creen. Paulus Palanterius



El corazón y la lengua deberían ir juntos. La lengua siempre debería ser el intérprete del corazón, y el corazón siempre debería ser el que sugiere a la lengua; lo que se dice con la lengua debería estar primero estampado en el corazón y salir de él. Joseph Caryl



El apóstol recoge estas mismas palabras de David (2a Corintios 4:13): «Conforme a lo que está escrito: Creí, por lo cual hablé; nosotros también creemos, por lo cual también hablamos.» Esto es, impulsamos a los otros a creer sólo lo que nosotros mismos creemos y de lo cual estamos plenamente convencidos. J. Caryl



La palabra de Cristo y la cruz son compañeras inseparables. Como la sombra sigue al cuerpo, así la cruz sigue a la palabra de Cristo; y como el fuego y el calor no se pueden separar, tampoco el evangelio de Cristo y la cruz pueden ser apartados el uno de la otra. Thomas Becon



Vers. 11. Dije en mi apresuramiento: Todo hombre es mentiroso. En un sentido modificado, la expresión puede ser justificada, aunque fuera pronunciada apresuradamente, porque todos los hombres se mostrarán mentirosos si se confía indebidamente en ellos; algunos, por falta de veracidad, y otros, por falta de poder. Es mucho mejor estar quieto cuando el espíritu está trastornado y presuroso, porque es mucho más fácil decir que retirar lo dicho; podemos arrepentirnos de nuestras palabras, pero no podemos desvirtuarías de modo que desaparezca el daño que hayan causado. Si incluso David tenía que arrepentirse de haber hablado apresuradamente, ninguno debería confiar en su lengua a menos que le ponga una brida. C. H. S.



Vers. 11. Aquí tenemos un problema aparente. Si todo hombre es mentiroso, entonces David era un mentiroso; por tanto, miente cuando dice que todo hombre es mentiroso. Esto se contradice y, por tanto, destruye su afirmación. Esto se contesta fácilmente, porque cuando David habla no lo hace como hombre, sino bajo la inspiración del Espíritu Santo. Robert Bellarmine



Vers. 11-15. Y ahora que haga lo que quiera el mundo, y quédese con sus mentiras, porque David, teniendo a Cristo a su lado, siempre podrá prevalecer contra el mundo, porque Cristo ha vencido al mundo.



Pero aunque todos los hombres sean mentirosos, con todo, no lo son todos los hombres en todas las cosas; porque entonces el mismo David sería un mentiroso en esto; pero todos los hombres, quizás en una ocasión o en otra. La verdad absoluta no se halla en el hombre, sino en aquel Hombre que no sólo era hombre; porque si no hubiera sido más que esto, quizá no se habría hallado en El tampoco, siendo así que la verdad absoluta y la deidad van juntas, y nunca se hallan separadas.



Estimada es a los ojos de Jehová la muerte de sus santos. Porque si es una dicha tan grande el ser aceptable a su vista, ¿qué felicidad no será el ser precioso a su vista? Cuando Dios, en la creación, miró todas sus obras, se dice que vio que todas ellas eran buenas en gran manera; pero no dice que ninguna de ellas fuera preciosa a su vista. ¿Cómo, pues, llega la muerte a ser preciosa a su vista, cuando no lo era ninguna de sus obras, sino que es destructora de sus obras? ¿Es posible que una cosa que destruye a sus criaturas tenga un titulo de más valor a su vista que las mismas criaturas?

¡Oh alma mía!, éste es uno de los milagros de sus santos, y quizás uno de aquellos que Cristo daba a entender cuando dijo a sus discípulos que ellos harían milagros mayores que los que El había hecho; porque ¿qué mayor milagro que éste, de la muerte, que por si es una cosa vil a la vista de Dios, pero una vez abrazada por sus santos, corno si fuera por su solo contacto, pasa a ser preciosa a su vista? El cambiar una cosa de modo que pase de ser vil a preciosa, ¿no es un milagro mayor que el de transformar el agua en vino? De veras lo es; la muerte no daña a sus santos, sino que sus santos dignifican la muerte. La muerte no quita nada de la felicidad de sus santos, sino que sus santos añaden lustre a la vileza de la muerte. Si hay gloria preparada para los que mueren en el Señor, mucho más serán glorificados los que mueren por el Señor. SIR Richard Baker



Vers. 12. Por todos sus beneficios para conmigo. ¿Qué recompensa daré al Señor por todos los beneficios que me ha concedido? Desde la triste vaciedad de la no existencia Él nos despertó para darnos el ser; El nos ennobleció con entendimiento; nos enseñó artes que enriquecen los medios de vida; ordenó a una tierra prolífica que nos cediera su alimento; ordenó a los animales que nos aceptaran como sus señores.



La lluvia desciende para nosotros; para nosotros el sol derrama sus rayos creativos; se levantan las montañas, los valles florecen, proporcionándonos agradable habitación y retiro resguardado. Para nosotros fluyen los ríos; murmuran las fuentes; los mares abren su seno para admitir nuestro comercio; la tierra agota sus provisiones; cada nuevo objeto presenta un nuevo goce; toda la naturaleza derrama sus tesoros a nuestros pies, por la gracia generosa de Aquel que quiere que todo sea nuestro. Basilio



Una obediencia parcial no es buena, de modo que unas gracias parciales son sin valor. Un alma honrada no intentará disimular o esconder toda deuda que tenga con Dios, sino que reconoce que ha de rendir cuentas de todos sus beneficios. El saltarse una nota en una melodía echa a perder la gracia de la música; la ingratitud a una misericordia desbarata nuestro agradecimiento al resto. William Gurnall



Vers. 14. Cumpliré mis votos. Foxe, en sus Acts and Monuments, refiere lo siguiente con respecto al mártir John Philpot: «Fue con los gendarmes al lugar de ejecución; y cuando estaba entrando en Smithfield, el camino era pésimo y dos gendarmes le tomaron y sostuvieron en alto para llevarle a la estaca. Entonces él dijo alegremente: "Qué, ¿queréis hacer de mí un papa? Estoy contento de ir hasta el fin de mi camino a pie." Pero antes de entrar en Smithfield se arrodilló, diciendo estas palabras: "Te pagaré mis votos, oh Smithfield".»



Vers. 15. Estimada es a los ojos de Jehová la muerte de sus santos. No morirán prematuramente; no verán la muerte hasta que hayan terminado su obra; y cuando llegue su tiempo para morir, entonces sus muertes serán preciosas. El Señor vela sobre sus lechos de muerte, alisa su almohada, sostiene su corazón y recibe sus almas. Los que son redimidos por la preciosa sangre, son tan queridos de Dios que incluso su muerte es preciosa para El.



El lecho de muerte de los santos es muy precioso para la iglesia; la iglesia aprende mucho de ellos. Son tan preciosos para todos los creyentes, que éstos se deleitan en atesorar las últimas palabras de los que parten. Pero son más preciosos aún para el mismo Señor Jehová, que ve con sagrado deleite la muerte triunfante de aquellos de los que tiene misericordia.



Si hemos andado con Él en la tierra de los vivientes, no tenemos por qué temer el morir delante de El cuando se acerque la hora de nuestra partida. C. H. S.



¡Cuánto ha progresado la causa de la religión por la muerte paciente de Ignacio, Policarpo, Latimer, Ridley, Huss y Jerónimo de Praga y toda ¡a hueste de mártires! ¡Cuánto debe el mundo y la causa de la religión a estas escenas que ocurrieron en los lechos de muerte de Baxter, Thomas Scott, Halyburton y Payson!



¡Qué argumento para la verdad de la religión, qué ilustración para su poder sostenedor, qué fuente de consuelo para los que están a punto de morir, el reflexionar que la religión no deja al creyente cuando éste necesita más su apoyo y consolación; que puede sostenemos en la prueba más severa de nuestra condición aquí; que puede iluminar lo que nos parece el más oscuro, triste y repulsivo de todos los lugares: «el valle de sombra de muerte». Albert Barnes



Su muerte es preciosa (akar); la palabra del texto es «in pretiofuit, magni estimatum est». Ved cómo es traducida la palabra en otros textos. 1. Honrosa (Isaías 43:4), «jakarta»: «tú eras precioso a mi vista, tú has sido honorable». 2. «Muy famoso» (1º Samuel 18:30): «Su nombre se hizo muy famoso.» 3. Querida (Jeremías 31:20): «Anfilius (jakkir) pretiosus mihí Ephraim»: «Efraín es mi hijo querido.» 4. Espléndida, famosa o gloriosa (Job_31:26): «Si vidi lunam (jaker) pretiosam et abeunten»: «la luna avanzaba en resplandor». Samuel Torshell



La muerte ha visitado muchas veces a tu casa, como ha hecho ahora a la mía, y en realidad ha hecho estragos en nuestro bienestar. Sin embargo, seremos vengados de este enemigo, este rey de los terrores. No puedo por menos, a veces, de acercarle el puño a la cara y rugir en mi agonía y angustia: «¡Tú serás absorbida en victoria!» Hay, incluso ahora, también, esta consolación: «Oh muerte, ¿dónde está tu aguijón?» John Jameson



Vers. 16. Oh Jehová, ciertamente yo soy tu siervo. Tú me has hecho libre, y yo estoy impaciente para ser puesto de nuevo en servidumbre. Tú has hecho pedazos los lazos del pecado; ahora, Señor, átame con las cuerdas de amor. Tú me has librado de la tiranía de Satanás; hazme como uno de tus jornaleros. Yo te debo mi libertad, mi vida, y todo lo que tengo o espero, a tu generoso rescate; y ahora, misericordioso y divino Amigo y Redentor, me pongo yo mismo a tus pies. Samuel Lavington



Los santos siempre han tenido un santo orgullo en ser los siervos de Dios; no puede haber mayor honor que servir a un amo así que domina cielo, tierra e infierno. No creas que honras a Dios al servirle; si no que ésta es la manera en que Dios te honra a ti, al concederte que seas su siervo. Thomas Adams



El tener pensamientos altos y honrosos de la majestad y grandeza del Dios vivo, y una impresión profunda y temerosa de la presencia inmediata y continua del Dios que escudriña el corazón, esto produce de modo natural la mayor humillación de uno mismo y la más sincera sumisión del espíritu delante de nuestro Hacedor. John Witherspoon

Tú sueltas mis ligaduras. Las misericordias son concedidas para animarnos en el servicio de Dios y deberían ser recordadas para este fin. La lluvia desciende sobre la tierra, no para que sea más estéril, sino más fértil. Nosotros somos sólo mayordomos o administradores; las misericordias de que gozamos no son nuestras, sino para ser mejoradas en el servicio de nuestro Señor.



Las grandes misericordias deberían llevarnos a gran obediencia. Dios empieza su Decálogo con un recordatorio de su misericordia al sacar a los israelitas de Egipto: «Yo soy el Señor tu Dios, que te saqué de la tierra de Egipto.» Con qué afecto el Salmista reconoce su relación a Dios como su siervo, cuando considera en qué forma Dios ha soltado sus ligaduras: «Oh Señor, ciertamente yo soy tu siervo, siervo tuyo soy; Tú sueltas mis ligaduras.» El recuerdo de tu misericordia me hará reconocer sólo mi relación de siervo hacia Ti. Es irracional el estimularnos en nuestro camino hacia el infierno con un recuerdo del cielo, el fomentar libertad en el pecado con una consideración de la generosidad de Dios. Cuando recordamos que todo lo que tenemos o somos es el don de la generosidad de Dios, deberíamos sentirnos obligados a honrarle con todo lo que tenemos, porque El ha de recibir honor de todos sus dones. Stephen Charnock



Vers. 18. A Jehová cumpliré mis votos delante de todo su pueblo. La misericordia viene en secreto, pero la alabanza es rendida en público; la compañía era, sin embargo, selecta; no echaba sus perlas a los cerdos, sino que presentaba su testimonio delante de los que podían entenderlo y apreciarlo. C. H. S.



Los malos son audaces en proferir blasfemias para deshonrar a Dios; no les importa quiénes les oyen. No se abstienen de hacerlo en medio de las ciudades. ¿Han de ser ellos más osados para deshonrar a Dios que nosotros celosos en honor suyo? Sin duda, Cristo se mostrará dispuesto a confesar nuestro nombre según tú estés dispuesto a confesar el suyo (Mateo 10:32). Este atrevimiento santo es el camino preparado para la gloria. William Gouge



Vers. 19. En medio de ti, oh Jerusalén. La alabanza de Dios no ha de ser confinada a un armario, ni su nombre ha de ser murmurado por los rincones y escondrijos, como si tuviéramos miedo de que alguien nos oyera; sino que en medio de la multitud, y en el centro de las asambleas, deberíamos levantar el corazón y la voz al Señor e invitar a otros a unirse con nosotros para adorarle. C. H. S.



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