Charles Spurgeon Collection: Spurgeon - C.H. - Tesoro de David (Treasury of David): 123 Salmo 123

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Charles Spurgeon Collection: Spurgeon - C.H. - Tesoro de David (Treasury of David): 123 Salmo 123



TOPIC: Spurgeon - C.H. - Tesoro de David (Treasury of David) (Other Topics in this Collection)
SUBJECT: 123 Salmo 123

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SALMO 123



Titulo: Cántico gradual. Se ha conjeturado que este breve cántico, o mejor, suspiro, puede haberse oído por primera vez en los días de Nehemías, o bien bajo las persecuciones de Antioco. Es posible que sea así, pero no hay evidencia de ello; nos parece del todo probable que las personas afligidas en todos los períodos después del tiempo de David hallaran ese Salmo listo en sus manos. Si parece describir días remotos de los de David, es aún más evidente que el Salmista que lo escribió era también un profeta y cantara lo que había visto en una visión. C. H. S.



El Salmo: Este Salmo (como vemos) es muy corto, y por tanto un buen ejemplo para mostrar que la fuerza de la oración no consiste en las muchas palabras, sino en el fervor del espíritu. Porque se pueden hacer caber en pocas palabras cuestiones grandes y de peso, si proceden del espíritu y los gemidos indecibles del corazón, especialmente cuando nuestra necesidad es tal que no puede permitir una oración larga. Toda oración es bastante larga si es ferviente y procede de un corazón que entiende la necesidad de los santos. Martin Lutero



Vers. 1. Levanto mis ojos hacia ti. El que previamente había levantado sus ojos a los montes, ahora los levanta al mismo Señor. El Venerable Beda



Orando con las miradas de los ojos más bien que con palabras, mis aflicciones han hecho crecer demasiado mi corazón para la boca. John Trapp



Hay muchos testimonios que resultan del acto de levantar los ojos a los cielos. 1. Es el testimonio de un corazón creyente, humilde. La infidelidad nunca llevará a un hombre por encima de la tierra. El orgullo tampoco puede hacer subir a un hombre más arriba de la tierra. 2. Es el testimonio de un corazón obediente. Un hombre que levanta sus ojos a Dios, reconoce esto: Señor, yo soy tu siervo. 3. Es el testimonio de un corazón agradecido; reconocer que toda buena dádiva, todo don perfecto, procede de la mano de Dios. 4. Es el testimonio de un corazón celestial. El que levanta sus ojos al cielo reconoce que está cansado de la tierra; su corazón no está aquí; su esperanza y su deseo están arriba. 5. Es el testimonio de un corazón devoto; no hay parte del cuerpo, aparte de la lengua, que sea mayor que el ojo, como agente en la oración. Richard Holdsworth



Vers. 2. Como los ojos de los siervos, a la mano de sus señores. Un viajero dice: «He visto una excelente ilustración de este pasaje en la casa de un personaje en Damasco. La gente del Oriente no habla tanto o tan rápido como la del Occidente, y una señal de la mano es frecuentemente la única instrucción que se da a los siervos que esperan.



Tan pronto como nos hubieron presentado y nos sentamos en el diván, un gesto de la mano del amo de la casa indicó que había que servir sorbete. Otro movimiento suyo nos trajo café y pipas; otro, dulces. A otra señal fue servida la comida. Los siervos observaban la mano y el, ojo del amo, para conocer su voluntad y hacerla instantáneamente. «Esta es la atención con que hemos de esperar para servir al Señor, ansiosos de satisfacer sus santos deseos; siendo el nuestro: «Señor, ¿qué quieres que haga?» The Sunday at Home



Mano. Con la mano pedimos, prometemos, llamamos, despedimos, amenazamos, rogamos, suplicamos, denegamos, rehusamos, interrogamos, admiramos, contamos, confesamos, nos arrepentimos, expresamos temor, expresamos vergüenza, expresamos duda, instruimos, ordenamos, unimos, alentamos, juramos, testificamos, acusamos, condenamos, absolvemos, insultamos, despreciamos, desafiamos, desdeñamos, halagamos, aplaudimos, bendecimos, rebajamos, ridiculizamos, reconciliamos, recomendamos, exaltamos, regalamos, alegramos, complacemos, afligimos, desanimamos, consolamos, exclamamos, indicamos silencio; y ¿qué es lo que no hacemos con la mano, con una variedad y una multiplicidad que es equiparable a la lengua? Michael De Montaigne



Nuestros ojos aguardan, esperan. Hay buenas razones para ello; el aguardar es más que mirar; el aguardar es mirar constantemente, con paciencia y sumisión, sometiendo nuestros afectos, deseos y voluntades a la voluntad de Dios; esto es aguardar. Richard Holdsworth



Vers. 3. Porque estamos muy hartos de menosprecio. Un poco de desprecio se puede soportar, pero ahora ya están hartos y cansados del mismo. ¿Nos maravillamos de la triple mención de misericordia cuando estaba este gran mal en ascenso? No hay nada que más hiera, duela o se encone que el desdén. Cuando nuestros compañeros nos menosprecian, tenemos demasiada tendencia a menospreciarnos nosotros mismos y las consolaciones preparadas para nosotros. ¡Oh, si pudiéramos ser llenos de comunión, y entonces el desprecio no nos afectaría en nada, y no como ahora, que parece vinagre! C. H. S.



Los hombres del mundo consideran a los peregrinos que van al Templo y su religión con una sonrisa de desdén, asombrados de que aquellos que tenían necesidad de ocuparse tanto de su vida presente, fueran tan débiles que se preocuparan de doctrinas y sentimientos sobre un Dios invisible y una eternidad desconocida; y esta prueba la encuentran difícil de soportar. Robert Nisbet



Vers. 4. Saturada está nuestra alma del escarnio de los que no carecen de nada. Estos se hallan en la abundancia; su conciencia está amortiguada, y por ello pueden burlarse de la santidad; no necesitan nada, y no tienen que trabajar; no tienen preocupaciones que resolver, porque su engreimiento carece de límites.



Y del menosprecio de los soberbios. El orgullo es despreciable. El orgullo de los grandes de la tierra es muchas veces agrio de modo especial; algunos, como un conocido hombre de Estado, son «maestros en burlas, sarcasmos y desprecio», y nunca parecen hallarse tan a sus anchas como cuando un siervo del Señor es la víctima de su veneno. Es fácil escribir sobre este tema, pero el ser seleccionado como objetivo del desprecio es otra cosa. Hay grandes corazones que han sido quebrantados y espíritus valerosos que se han marchitado a causa del maldito poder de la falsedad y el horrible tizón del desprecio.



Para consolarnos podemos recordar que nuestro Señor divino fue despreciado y rechazado por los hombres; con todo, no cesó en su servicio perfecto hasta que, exaltado, fue a la morada celestial. Llevemos nuestra parte de este mal, que todavía está vivo bajo el sol, y creamos firmemente que el menosprecio de los impíos será cambiado en honor nuestro en el mundo venidero; incluso ahora sirve como certificado de que no somos de este mundo, porque si fuéramos de este mundo, el mundo amaría a los suyos. C. H. S.



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