Charles Spurgeon Collection: Spurgeon - C.H. - Tesoro de David (Treasury of David): 128 Salmo 128

Online Resource Library

Commentary Index | Return to PrayerRequest.com | Download

Charles Spurgeon Collection: Spurgeon - C.H. - Tesoro de David (Treasury of David): 128 Salmo 128



TOPIC: Spurgeon - C.H. - Tesoro de David (Treasury of David) (Other Topics in this Collection)
SUBJECT: 128 Salmo 128

Other Subjects in this Topic:

SALMO 128



Hay aquí un progreso en la edad, porque vamos de los hijos a los nietos: y también un progreso en felicidad, porque los hijos que en el Salmo anterior eran saetas, aquí son renuevos de olivo, y en vez de hablar de «los enemigos en la puerta», cerramos con «Paz sobre Israel!» Así pues, paso a paso, estamos ascendiendo. C. H. S.



Vers. 1. Bienaventurado todo aquel que teme a Jehová. El corazón de un hombre se verá en el camino por el que anda, y la bendición vendrá cuando el corazón y el camino estén, los dos, con Dios. Nótese que el primer Salmo enlaza la bendición con el andar en sentido negativo: «Bienaventurado el hombre que no anduvo», etc.; pero aquí lo hallamos en conexión con la forma positiva Para gozar de la bendición divina hemos de estar en actividad, y andar; hemos de ser metódicos, v andar en cierta forma; y hemos de ser piadosos, y andar en el camino del Señor.



El camino del Dios es un camino bienaventurado; los caminos de Dios fueron abiertos por el Bendito; fueron pisados por Aquel en quien somos bendecidos; son frecuentados por los bienaventurados, están provistos de medios de bendición; están pavimentados con bendiciones presentes, y llevan a la eterna bienaventuranza; ¿quién podría no desear andar por ellos? C. H. S.



Cuando ves un hogar en el que el matrimonio hace frente a toda tempestad, puedes estar seguro que reposa sobre un fundamento seguro que se halla más allá del alcance del sentido humano, y que este fundamento es el temor del Señor. El Salmista, pues, ha dado a este temor de Dios un lugar al comienzo de este Salmo que celebra la bendición que desciende sobre la vida conyugal y doméstica. Augustus F. Tholuck



Hay un temor de Jehová que es en sí terror y no bendición. La aprensión con que el rebelde en armas mira a su soberano triunfante y ultrajado, o los sentimientos con que un hombre que ha hecho una bancarrota fraudulenta mira a su acreedor severo; o un criminal convicto en su conciencia a su juez estricto, son tipos frecuentes de los sentimientos del hombre con referencia a Dios. Este, evidentemente, no puede ser el temor que es la bendición de que habla este Salmo. Ni puede ser, por otra parte, el temor que atormenta del auto reproche.



Su temor es el que, producen las revelaciones que nosotros creemos y que recibimos de El en su Palabra. Es el temor que un hijo siente por su padre amado -un temor de ofender-; es el temor que siente uno que ha sido rescatado de la destrucción por su benefactor, que, noblemente y sacrificándose, se ha interpuesto para salvarle -un temor de obrar de modo indigno a su bondad-; y es el que llena el pecho de un rebelde perdonado y agradecido en presencia de un soberano venerado -un temor de que si él se olvida de la bondad del otro le puede causar pesadumbre.



Este es el temor del cristiano ahora: un temor que inspira la reverencia por la majestad, la gratitud por las misericordias; el temor de desagradarle, el deseo de su aprobación, y anhelo de la comunión del cielo; el temor de los ángeles y del Hijo bendito; el temor, no del pesar, sino del amor, que se retrae instintivamente de hacer nada que pueda contristar, u omitir nada que pudiera honrarle.



La religión es la única y gran sabiduría; y como el principio, el medio y el fin de ella es el temor del Señor, bienaventurado el hombre que es dominado por él. Robert Nisbet



Consideremos el carácter del hombre bienaventurado. ¿Quién es el osado? El hombre que teme a Dios. El temor parece contrario a la felicidad; tiene un aire negativo; pero añadamos, temor «a quién». El que teme al Señor; este toque lo vuelve todo en oro. El que teme así, no teme; no tiene por qué temer; todos los temores insignificantes son tragados por este gran temor; y este gran temor es más dulce y agradable, en tanto que los temores pequeños son causa de angustia y vejación. Seguro de otras cosas, puede decir: «Si a mi Dios le agrada, no importa a quién le desagrada; no importa quién me desprecia, si El me considera suyo.»



Vers. 2. Comerás del trabajo de tus manos. Esto tienen que aprender también los que están casados, que tienen que trabajar. Porque la ley de la naturaleza requiere que el marido sostenga y alimente a su esposa e hijos. Después de esto, los dos saben que deben temer a Dios su Creador, el cual no sólo los hizo, sino que dio también su bendición a sus criaturas; en segundo lugar, han de saber que no deben permitir que sus días pasen en el ocio y la abundancia.



Hesíodo, el poeta, dio este consejo: primero debes conseguir una casa, luego una esposa y luego un buey para arar... Porque aunque nuestra diligencia, cuidado y trabajo no sean suficientes para sostener a nuestra familia, con todo, Dios usa estos medios por los cuales nos bendice. Martín Lutero



Dichoso serás, y te irá bien. ¡Oh, confía en el Señor para obtener felicidad así como ayuda! Todas las fuentes de la felicidad están en El. «Confía» en El, que nos dio todas las cosas de que gozamos; quien de su misericordia rica y gratuita nos entrega, como de su propia mano, lo que recibimos como dones, y como garantía de su amor, para que gocemos de todo lo que poseemos.



Es su amor que presta sabor a lo que saboreamos, pone vida y dulzura a todo; en tanto que toda criatura nos lleva al gran Creador, y toda la tierra es una escala al cielo. El infunde los goces que están en su mano derecha en todo lo que concede a sus hijos agradecidos, que, teniendo comunión con el Padre y su Hijo Jesucristo, gozan de El en todo y sobre todo. John Wesley



Y te irá bien. Si tememos a Dios, podemos descartar todo otro temor. Al andar por los caminos de Dios, estaremos bajo su protección, provisión y aprobación; el peligro y la destrucción se mantendrán lejos de nosotros: todas las cosas cooperarán para nuestro bien. A la vista de Dios no sería una bendición que nosotros viviéramos sin esfuerzo, ni que comiéramos el pan, no ganado, sino dependiendo de otro; el estado feliz en la tierra es que tengamos algo que hacer, y un justo resultado de lo que hacemos. Esto, con la bendición divina, es todo lo que hemos de desear, y es suficiente para todo hombre que teme al Señor y aborrece la codicia. Teniendo alimento y vestido, estemos contentos con ello.



Vers. 3. Tu mujer. Para alcanzar la plenitud de la dicha terrena un hombre no debe estar solo. En el paraíso necesitaba una ayuda idónea, y, con toda seguridad, la mujer no es menos necesaria fuera del mismo. El que halla una mujer halla algo bueno. No todo hombre que teme al Señor tiene esposa; pero si la tiene, ella compartirá su bienaventuranza y la aumentará. C. H. S.



En la intimidad de tu casa.
Ella guarda la casa y guarda el hogar: Es la casa del esposo, y ella es de su esposo; como dice el texto: «tu esposa», y «tu casa»; pero, por su cuidado amante, su esposo es dichoso de tenerla como su igual con él, porque él es de ella, y la casa es de ella también. C. H. S.



La casa es un lugar que la honra, porque ella es «la hermosura de la casa»; y tiene en ella abundante ocupación; allí está segura. Los antiguos pintaban a la mujer con un caracol debajo de los pies, y los egipcios negaban zapatos a sus mujeres, y los escitas quemaban el eje del carro de la esposa delante de la puerta cuando ella era traída a la casa del marido, y el ángel pide a Abraham dónde está Sara (aunque sabía muy bien dónde estaba), para que pueda observarse que estaba «en la tienda», para hacer todas las cosas. Todo ello intima que, por ley natural y por las reglas religiosas, la esposa debe cuidar la casa, a menos que haya buenas razones que justifiquen su lugar fuera. Richard Steele



Tus hijos como renuevos de olivo alrededor de tu mesa. Nuestros hijos se reúnen alrededor de la mesa para ser alimentados, y esto implica dispendios; cuánto mejor es esto que verlos gimiendo en la cama por causa de enfermedades, incapaces de acudir a la mesa para comer. Puede ayudarnos también a valorar los privilegios de nuestro hogar el pensar lo que sería si nos los quitaran. ¿Qué sería si la dulce compañera de nuestra vida nos fuera quitada de la casa y llevada al sepulcro? ¿Qué pensamos al comparar los problemas que nos causan los hijos con la aflicción que nos causaría su pérdida? Piensa, querido padre, cuál sería tu aflicción si tuvieras que exclamar con Job: «Oh, si estuviera como en los meses pasados, como en los días en que Dios me preservaba; cuando mis hijos estaban a mi alrededor.» C. H. S.



Antes de la caída, el paraíso era el hogar del hombre; después de la caída, el hogar ha pasado a ser su paraíso. Augustus Wm. Hare



Vers. 4. He aquí que así será bendecido el hombre. Se afirma con una nota que demanda atención: He aquí. Contempladlo por la fe en la promesa; he aquí, vedlo en la ejecución de la promesa; vedlo con la garantía de que Dios es fiel; y admirándoos que sea así, porque nosotros no merecemos favor alguno, ni bendición de El. Matthew Henry



Vers. 6. Y veas a los hijos de tus hijos. Éste es un gran placer. Los hombres viven sus vidas más jóvenes, podríamos decir, en sus nietos. ¿No dice Salomón que «los hijos de los hijos son la corona la vejez»? Lo son. El hombre bueno está contento de que su linaje si continúe; se regocija en la convicción de que serán formados otros hogares tan felices como el suyo, en los cuales el altar de la gloria de Dios humeará con los sacrificios matutinos y vespertinos. Esta promesa implica una larga vida, y esta vida es dichosa por el hecho de ser continuada en nuestros descendientes. Es una muestra de la inmortalidad del hombre que encuentre goce en la extensión de su vida en las vidas de sus descendientes. C. H. S.



Señor, que tu bendición acompañe mis esfuerzos en su crianza, que todos mis hijos puedan ser Benaías, edificados por el Señor, y que todos sean Abners, la luz de su padre; y que todas mis hijas puedan ser Bitias, las hijas del Señor, y que luego sean Abigailes, el gozo de su padre. George Swinnock



***