Charles Spurgeon Collection: Spurgeon - C.H. - Tesoro de David (Treasury of David): 131 Salmo 131

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Charles Spurgeon Collection: Spurgeon - C.H. - Tesoro de David (Treasury of David): 131 Salmo 131



TOPIC: Spurgeon - C.H. - Tesoro de David (Treasury of David) (Other Topics in this Collection)
SUBJECT: 131 Salmo 131

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SALMO 131



Título: «Cántico gradual; de David». Está escrito por David y es sobre David; él es el autor y el tema, y muchos incidentes de su vida se pueden emplear para ilustrarlo. Comparando los Salmos a joyas, podríamos decir que es una perla; ¡con qué hermosura adorna el cuello de la paciencia! Es uno de los Salmos más cortos, pero uno de los que se tarda más en aprender. Habla de un niño, pero contiene la experiencia de un hombre en Cristo.



La humildad está aquí en conexión con un corazón santificado, una voluntad sometida a la mentalidad de Dios, y una esperanza que lo aguarda todo del Señor. Feliz el hombre que puede, sin falsedad, usar estas palabras como propias, porque lleva la semejanza de su Señor, que dijo: «Yo soy manso y humilde de corazón.» C. H. S.



Vers. 1. Jehová, no está envanecido mi corazón. Empieza con su corazón porque es el centro de nuestra naturaleza, y si hay orgullo allí lo contamina todo; tal como el fango en la fuente ensucia luego el arroyuelo. Es algo grande que un hombre conozca su propio corazón de modo que pueda hablar a Dios sobre él. C. H. S.



Ni mis ojos son altivos. El orgullo tiene su sede en el corazón, pero su expresión principal está en el ojo. El ojo es el espejo del alma, y a partir de él se pueden averiguar las características mentales y morales con alto grado de precisión. ¡Qué mundo de significado se concentra a veces en una sola mirada!



Pero de todas las pasiones, el orgullo es la que más claramente se revela en los ojos. Apenas podemos equivocarnos aquí. Todos estamos familiarizados con cierta clase de frases que van a pares: hablamos de pecado y miseria; santidad y felicidad; paz y prosperidad; guerra y desolación. Entre éstas hemos de poner el corazón orgulloso y la mirada altiva. N. M’michael



No ando tras grandezas. Como hombre privado no quería usurpar el poder del rey ni planear intrigas contra él; se ocupaba de sus propios negocios y dejaba a los demás que se ocuparan de los suyos. Como hombre reflexivo, no hurgaba en las cosas no reveladas; no especulaba, no era engreído ni voluntarioso. Como persona secular, no se inmiscuía en el sacerdocio, como habían hecho Saúl antes y Uzías después. Buena cosa es ejercitarnos en la piedad para que podamos conocer nuestra propia esfera y mantenernos en ella con asiduidad. C. H. S.



Uno no puede por menos que admirar la oración de Anselmo, un profundo teólogo de nuestro propio país, en el siglo once: «No procuro, Señor, penetrar tus profundidades. En modo alguno creo que mi intelecto esté a la altura de ellas; pero anhelo entender hasta cierto grado tu verdad, que mi corazón cree y ama. Porque no procuro entender para poder creer, sino que creo para poder entender.» N. M'michael



Vers. 2. Sino que me he calmado y he acallado mi alma. ¡Oh, qué soso y qué insípido el sabor de este mundo para el alma que es idónea para el cielo! No hay más sabor en estos bocados llamativos para mi paladar que en la clara de un huevo; todo me es una carga, como no sea seguir mi vocación y agradecer mis deleites. Oliver Heywood



Como un niño destetado de su madre.
No todo hijo de Dios puede ser destetado pronto. Algunos son niños que maman cuando uno podría esperar ya que fueran padres; otros son difíciles de destetar, y lloriquean, y gritan, y patalean, y se enfurecen contra la disciplina de su Padre celestial.

Cuando creemos que ya hemos sido destetados con mucho, descubrimos con tristeza que los antiguos apetitos han sido amortecidos más bien que muertos, y empezamos a llorar de nuevo pidiendo el pecho al que ya habíamos renunciado. Es fácil empezar a gritar antes de haber salido del bosque, y sin duda son centenares los que han cantado este Salmo mucho antes de entenderlo. C. H. S.



¡Con qué paciencia permitió Isaac que su padre le amarrara para ser sacrificado! (Génesis 22:9). Y, con todo, tenía ya edad suficiente para defender su vida, pues tenía por lo menos veinticinco años; pero este santo joven aborrecía la idea de luchar con su padre. ¿Y no nos resignaremos nosotros a nuestro Dios y Padre en Cristo Jesús? John Singleton



Con la misma simplicidad de sumisión deberíamos reposar y depender de Dios. Evitemos el exceso de prudencia y previsión para nosotros mismos, pero confiemos en nuestro Padre que está en los cielos y pongámonos en su manos para que nos rija con su santo y sabio gobierno. Thomas Manton



Hay ocasiones en que parece que nos domina una apatía total. Salomón parece haber pasado por una fase así en un período de su vida: «No tengo deseo alguno», dijo un conocido sensualista de nuestro propio país, que había bebido tanto como pudo de la copa de placeres del mundo. «Si todo el contenido de la tierra estuviera expuesto a mi disposición, delante de mis ojos, no creo que hubiera nada que me impulsara a extender la mano para poderlo tomar.» C. H. S.



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