Charles Spurgeon Collection: Spurgeon - C.H. - Tesoro de David (Treasury of David): 141 Salmo 141

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Charles Spurgeon Collection: Spurgeon - C.H. - Tesoro de David (Treasury of David): 141 Salmo 141



TOPIC: Spurgeon - C.H. - Tesoro de David (Treasury of David) (Other Topics in this Collection)
SUBJECT: 141 Salmo 141

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SALMO 141



Título: «Salmo de David». Sí, David está bajo sospecha; tiene miedo de hablar para no inculparse él mismo, inadvertidamente, al tratar de defenderse; David, calumniado y sitiado por sus enemigos; David, censurado incluso por los santos, y tomándolo con paciencia; David, deplorando la condición del bando piadoso por el cual había sido reconocido como jefe; David, esperando en Dios con expectación confiada.



El Salmo pertenece a un grupo de cuatro, y es bastante semejante a los otros tres. Su significado es profundo, de modo que en algunos puntos es muy oscuro; con todo, incluso en su superficie, tiene polvo áureo. En su comienzo, el Salmo es iluminado con el resplandor que se levanta con el incienso vespertino que se eleva hacia el cielo; luego viene la noche, lenguaje en cuyo significado no podemos casi ver nada; y ésta da lugar, luego, a la luz de la mañana, en la cual nuestros ojos están junto al Señor. C. H. S.



El Salmo en conjunto. Pocos Salmos abarcan en una dimensión tan reducida tantas gemas de verdad preciosa y santa. Barton Bouchier



Vers. 1. Jehová, a ti clamo. Mi oración es penosa y débil y no es más que un clamor; pero es un clamor a Jehová, y esto la ennoblece. C. H. S.



La incredulidad busca muchas maneras de ser librada de la tribulación; pero la fe sólo tiene una manera: ir a Dios, a saber, por medio de la oración, pidiendo lo que necesita.. David Dickson



Ninguna aflicción o peligro, por grande que sea, debe ahogar mi fe o cerrarme la boca, sino que me hará más sincero y ferviente, y mis oraciones, como los ríos cuando pasan por una angostura, lo arrastran todo por su impetuosidad. John Trapp



A ti clamo. Nuestra oración y la misericordia de Dios son como dos cubos en un pozo: cuando el uno asciende, el otro desciende. Ezequiel Hopkins



Vers. 2. Suba mi oración delante de ti como el incienso. Tal como el incienso es preparado cuidadosamente, encendido con fuego sagrado y devotamente presentado a Dios, así sea mi oración. No hemos de considerar la oración como una tarea fácil, que no requiere pensar mucho; es necesario presentarla; y lo que es más, presentarla «delante del Señor», teniendo sentimiento de su presencia y una santa reverencia a su nombre. C. H. S.



Presentar. La oración es un obrar que piensa, obrar que cree, obrar que sabe, obrar que escudriña, obrar que humilla, y no vale nada si el corazón y la mano no se upen para hacerlo. Thomas Adams



Como ofrenda de la tarde.
Este debería ser nuestro servicio diario, tal como se ofrecía un cordero por la mañana y otro por la tarde como sacrificio. Pero, ¡ay!, qué sosas y muertas son nuestras devociones. Como los carros de Faraón, avanzan pesadamente. Algunas, como el asno de Balaam, raramente abren la boca dos veces. Thomas Adams



Vers. 3. Pon guarda en mi boca, oh Jehová. La lengua es el instrumento principal en la causa de Dios; pero también es la máquina central del diablo; dásela, y no pide nada más; no hay maldad que no sea cometida por ella.



Un hombre nunca debería usar este lenguaje sin la convicción de que está en peligro de trasgresión. Y si David se daba cuenta de que podía errar, ¿vamos nosotros a presumir de que estamos seguros? Nuestro peligro resulta de la corrupción de nuestra naturaleza. «Engañoso es el corazón sobre todas las cosas, y perverso»; y ¿quién puede sacar algo limpio de lo sucio?



Nuestro peligro resulta del contagio del ejemplo. No hay nada de que sea más culpable la humanidad, en conjunto, que de desórdenes en el hablar. Con todo, estamos rodeados de ellos constantemente; y acostumbrados a ellos desde la infancia, la edad más lábil.

Estamos en peligro por la frecuencia con que hablamos. «En la multitud de palabras no falta pecado.» Por necesidad hemos de hablar con bastante frecuencia; pero muchas veces hablamos sin necesidad. El deber nos llama a mezclarnos con nuestros prójimos; pero estamos demasiado poco en el aposento alto y demasiado entre la muchedumbre, y cuando estamos en compañía olvidamos la admonición: «Sed prontos en el oír, y lentos en eL hablar.»



Un hombre nunca debería usar este lenguaje sin estar convencido de su incapacidad de preservarse a sí mismo. La Biblia nos enseña esta verdad, no sólo doctrinalmente, sino también históricamente. Los ejemplos de hombres buenos, y hombres eminentes en piedad, confirman esto. Moisés, el más manso de todos los hombres, «habló con poco juicio con sus labios».



Habéis oído de la paciencia de Job, pero Job «maldijo el día en que había nacido»; y Jeremías, el profeta del Señor, hizo lo mismo. Pedro dijo: «Aunque todos se escandalicen a causa de Ti, yo nunca me escandalizaré; aunque tenga que morir por Ti, yo no te negaré.» Pero ¿qué uso hizo de la lengua unas pocas horas después? Entonces «empezó a maldecir y a jurar, diciendo: ¡No conozco a este hombre!» Wm.Jay. Sermón sobre «La regulación de la lengua»



La naturaleza hizo los labios para que fueran una puerta para mis palabras; que la gracia guarde esta puerta; que no permita que salga ninguna palabra que pueda tender al deshonor de Dios; a causar daño a otros. Matthew Henry



Que haya un sello en la lengua para las palabras que no se deban decir. Es mejor guardar las palabras que la riqueza. Luciano



Vers. 4. Mi corazón. Esaú tenía una herencia, tenía un corazón, pero no tenía dominio de sí mismo; por tanto, da a Dios tu corazón para que lo guarde; y no una parte de tu corazón, no un aposento de tu corazón, sino todo tu corazón. El corazón dividido muere.



Dios no es como la madre fingida que no tenía inconveniente en que el niño fuera partido, sino como la madre verdadera que dijo, antes que lo partieran: «dádselo a ella». Que el diablo se lo quede todo si tú crees que el que te lo dio no es digno. Dios no está dispuesto a ceder parte del corazón a otro. En Deuteronomio 6:5 dice: «con todo tu corazón, toda tu alma, y toda tu fuerza»; lo requiere tres veces todo, no sea que nos quedemos algo.



Sin embargo, es tu corazón, esto es, un corazón vano, un corazón estéril, un corazón pecaminoso, hasta que lo entregas a Dios, y entonces es la esposa de Cristo, el templo del Espíritu Santo y la imagen de Dios, tan cambiado, y formado, y refinado que Dios lo llama un nuevo corazón.



Hay una lucha por el corazón, como la hubo por el cuerpo de Moisés. «Dámelo», dice el Señor; «dámelo», dice el tentador; «dámelo», dicen las riquezas; «dámelo», dice el placer; como si tuvieras necesidad de darlo a alguien. Así pues, tú puedes decidir si lo das a Dios o al diablo; ¿será el Corazón de Dios, o del diablo? ¿De quién será? Henry Smith



A hacer obras impías con los que hacen iniquidad. La vida se inclina pronto hacia donde tiende el corazón; Cuando se desean Cosas malas, el resultado son malas prácticas y Costumbres. A menos que la fuente de vida se conserve pura, las corrientes de la vida pronto estarán contaminadas. ¡Ay!, las Compañías tienen mucho poder; incluso los buenos son desviados al asociarse Con los malos; de ahí el temor de que practiquemos obras malas Cuando estamos rodeados de obradores de maldad. Hemos de esforzarnos en no estar Con ellos, no sea que pequemos Con ellos.



Es malo ya Cuando el Corazón va por el mal camino solo; peor, cuando es la vida la que avanza por el mal camino sola; pero es muy probable que aumente el grado de impiedad cuando el que se hace atrás está corriendo pendiente abajo con toda una horda de pecadores. Los hombres buenos se horrorizan ante la idea de pecar como pecan otros; el temor de ello les hace postrar de rodillas. C. H. S.



Y no coma yo de sus manjares deliciosos. La trampa tiene como cebo manjares deliciosos, para que se nos pueda capturar y pasemos a ser comida para su malicia. Si no queremos pecar con otros, es mejor que no nos sentemos con ellos, y si no queremos participar en su maldad, no hemos de compartir su osadía. C. H. S.



El pecado no sólo es carne, sino carne sabrosa; no sólo es pan, sino pan tierno para el mal corazón. Joseph Caryl



Vers. 5. Que el justo me castigue, será un favor. El Salmista prefiere los golpes de sus compañeros en la gracia, a las golosinas con los impíos. Prefiere que el justo le castigue que no que le festeje el impío. Da permiso, y aun invita, para que se le haga una admonición fiel: «Que el justo me castigue.» Cuando los impíos nos sonríen, su lisonja es cruel; cuando el justo nos hiere, su fidelidad es amable.



Algunas veces los golpes del hombre piadoso pueden ser duros; no sólo le indica el mal con ellos, sino que le da de firme; y aun entonces hemos de recibir los golpes con amor y estar agradecidos a la mano que golpea recio. Los necios se resienten de la reprensión; el hombre prudente se beneficia de ella. C. H. S.



La gracia enseña al cristiano a beber bebidas sanas, aunque no sean agradables al paladar. La reprensión fiel es una muestra de amor, y, por tanto, debe ser considerada como bondad. El hombre de naturaleza corrupta es como una serpiente; si se le toca, acumula veneno y lo proyecta sobre el otro. «Reprende al sabio, y te amará.» George Swinnock



La sinceridad y el arrepentimiento genuino son honrosos para la persona que es cuidadosa en evitar el pecado, y que es más propensa a confesarlo cuando ha sido vencida por él, y a ser agradecida de veras a los que la llaman al arrepentimiento; esta persona siente más deseo de que Dios y su ley y la religión tengan la gloria de su santidad que no de tener él mismo la gloria inmerecida de la inocencia y el escabullirse de la vergüenza merecida de su pecado.



Una de las enfermedades más peligrosas en los que profesan religión, y uno de los mayores escándalos de esta edad, es que las personas eminentemente religiosas se muestran más impacientes frente a un reproche sencillo, pero justo, que muchos borrachos, perjuros o fornicarios; y cuando han pasado horas o días en una confesión al parecer sincera de su pecado, lamentan ante Dios y el hombre el que no puedan verter más lágrimas y pasar más pena por ello; con todo, cuando otro les dice contra ellos la mitad de lo que ellos dicen de sí mismos, lo consideran una afrenta intolerable y le tienen por un enemigo maligno de las personas piadosas. Richard Baxter



El ministro no puede estar siempre predicando; dos o tres horas, quizá, cada semana, las pasa en el púlpito, mostrando a los suyos el espejo del evangelio para que se vean el rostro; pero las vidas de los fieles predican un sermón mucho más largo; si son santas y ejemplares, repiten lo que dice el pastor a sus familias y vecinos con quienes viven, y mantienen el sonido de su doctrina resonando continuamente en los oídos de ellos. «Al que quiera aconsejar o reprobar a otro», dijo Tertuliano, «le corresponde respaldar sus palabras con la autoridad de su propia conducta, no sea que, faltando aquí, lo que dice le avergüence a él mismo». No nos gusta que se nos acerque una persona que tiene mal aliento; los tales, pues, deben vivir una vida fragante. William Gurnall



Será óleo excelente que no rehusará mi cabeza. Algunos se jactan de ser directos, o como dicen, «sinceros»; pero la brusquedad no hace bien a los otros y Consigue poco amor para uno mismo. Las Escrituras recomiendan mansedumbre y amabilidad. La reprensión debe caer Como el rocío, no como el granizo. El «óleo» se insinúa; la piedra de granizo hiere y rebota.



Los cristianos deberían tener cuidado en no tenerle demasiado apego a la obra de «reprender». Estos «gendarmes espirituales» causan mucho mal sin tener intención de hacerlo. Son en la iglesia lo que una persona sarcástica en la sociedad, o un correveidile o soplón en la escuela: y aproximadamente muy semejantes a lo que el apóstol llama «entremetidos en las vidas de los demás». Nuestra manera de obrar ha de ser tierna y suave, que gane a los otros. «El clavo de la reprensión», dice un antiguo escritor, «debe ser bien untado de amabilidad, para que se clave».



El entremeterse con las faltas de los demás es como intentar hacer que se mueva una persona afectada por la gota; ha de moverse muy poco a poco y con ternura, y no gritarle para que se apresure. Lo importante es mostrarle a la persona que la amamos de veras; y si manifiestas esto a la vista de Dios, El bendecirá tus esfuerzos y te dará favor a la vista del hermano que yerra. Christian Treasury



Si David podía decir de su enemigo que le maldecía: «Dejadle, por que Dios le ha dicho que me maldiga» (20 Samuel 16), con mucha mas razón puedo yo decir de tu amigo que te reprende: «Déjale, porque Dios le ha dicho que te reprenda.» Y tal como el apóstol dijo de los ministros del evangelio que «Dios os ruega por medio de nosotros», así persuadíos que Dios os reprende por medio de ellos. John Core



Decían los paganos: «El que quiera ser bueno, ha de tener un fiel amigo que le instruya, o un enemigo vigilante que le reprenda.» ¿Matamos al médico porque viene a curarnos, o le deseamos mal porque él nos desea bien? La espada llameante de la reprensión es para evitar que comamos del fruto prohibido de la trasgresión. «Que el justo me castigue, será un favor; y que me corrija el recto, será óleo excelente que no rehusará mi cabeza.» Que me golpee como con un martillo, porque esto es lo que significa la palabra. Un Boanerges es tan necesario como un Bernabé. William Secker

Pero mi oración testificará continuamente contra las maldades de los impíos.
El hombre de gracia nunca se enoja contra sus amigos francos y sinceros, de modo que albergue rencor contra ellos; silo hace, cuando éstos le ven en la aflicción se volverán contra él y le zaherirán con sus reprensiones. Tan genuina es la fraternidad del cristiano, que estamos con nuestros amigos, en la enfermedad o la persecución, sufriendo con ellos; de modo que la oración de nuestro corazón es en favor de sus aflicciones. Cuando no podamos dar a un hombre bueno otra cosa, démosle nuestras oraciones, y hagámoslo doble para los que nos han reprendido. C. H. S.



Vers. 7. Son esparcidos nuestros huesos a la boca del Seol (tumba). El caso de David parece sin esperanza; la causa de Dios en Israel estaba prácticamente muerta, como un cadáver deshecho, echado a la tumba, para que el polvo vuelva al polvo. C. H. S.



Como astillas o pedruscos por el suelo. ¡Con qué frecuencia los hombres buenos piensan que la causa de Dios se halla en esta situación! Doquiera que miren ven muerte, división y destrucción. Partidos, divididos sin esperanza. Esparcidos, si, y a la boca de la tumba. ¡Partidos, y partidos para el fuego!



Así ha llegado a verse, al parecer, la causa de Dios. «Sobre la tierra» las perspectivas son desastrosas; el campo de la iglesia es arado en profundos surcos; es como el patio del que parte leña, en que todo va a parar a un montón, hecho trozos. ¡Qué misericordia que haya algún lugar sobre la tierra al cual podamos mirar! C. H. S.



Vers. 8. Hacia ti, oh Jehová, Señor, miran mis ojos. Si quieres tener la mente fija en la oración, mantén los ojos fijos. Por el ojo entra mucha vanidad. Cuando los ojos van de un lado a otro en la oración, el corazón los sigue. Pensar mantener el corazón fijo en la oración y dejar que los ojos miren de acá para allá, sería como uno que intentara tener la casa segura y dejara las ventanas abiertas. Thomas Watson



No desampares mi alma. El estar desamparado en las circunstancias de la vida es malo, pero el estar desamparado en el alma es mucho peor; el ser abandonado por los amigos es una calamidad, pero el ser abandonado por Dios sería la destrucción. El consuelo que tenemos es que Dios ha dicho: «No te dejaré ni te desampararé.» C. H. S.



Vers. 9. Guárdame de los lazos que me han tendido. Parece más preocupado de la tentación encubierta que de los ataques a la vista. El hombre valiente no teme la batalla, pero aborrece las intrigas secretas. C. H. S.



Vers. 10. Caigan los impíos a una en sus propias redes, mientras yo sigo adelante. Es posible que ésta no sea la oración de un cristiano, pero es muy justa; y se requiere mucha gracia para abstenerse de decir «Amén» a ella; de hecho, la gracia no nos empuja a hacernos desear otra cosa con respecto a los enemigos de los santos.



¿No deseamos todos que el inocente sea librado y el culpable coseche el resultado de su propia malicia? Naturalmente, si somos justos. No puede haber nada malo en desear que esto suceda en nuestro propio caso cuando lo deseamos para los buenos en general. Con todo, hay un camino más excelente. C. H. S.



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