Charles Spurgeon Collection: Spurgeon - C.H. - Tesoro de David (Treasury of David): 144 Salmo 144

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Charles Spurgeon Collection: Spurgeon - C.H. - Tesoro de David (Treasury of David): 144 Salmo 144



TOPIC: Spurgeon - C.H. - Tesoro de David (Treasury of David) (Other Topics in this Collection)
SUBJECT: 144 Salmo 144

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SALMO 144



Nos parece muy probable que el Salmista, recordando que había recorrido ya antes parte de este territorio, sintió que su mente se dirigía hacia nuevos pensamientos, y que el Espíritu Santo usó esta disposición de David para sus propios propósitos elevados. Para nosotros todo el Salmo aparece perfecto tal como está, y muestra tal unidad todo él, que sería un acto vandálico y un crimen espiritual el quitar parte alguna del mismo.



Título: El título es «De David», y su lenguaje es de David, si es de alguien. Sin duda, podemos decir que un verso es «de Tennyson», o «de Longfellow», y también: «Es de David». Sólo por tener los ojos cerrados a los hechos y abiertos a la fantasía pueden algunos críticos atribuirlo a otros. Alexander dice muy bien: «El origen davídico de este Salmo es tan marcado como el que más en todo el Salterio.» C. H. S.



Vers. 1. Bendito sea Jehová. Una oración pidiendo más misericordia es apropiado que empiece con una acción de gracias por la recibida anteriormente; y cuando estamos esperando que el Señor nos bendiga, deberíamos estimularnos a bendecirle. Matthew Henry



Mi roca. Agamenón dice a Aquiles:



Si tienes fuerza, fue el cielo que te la dio;

sabe, pues, ¡hombre vano!, que tu valor es de Dios.

HOMERO



El Señor adiestra. Y no enseña como el hombre. Así Él enseñó a Sansón mediante la abstención de bebidas fuertes y no permitir que pasara navaja sobre su cabeza. Y enseñó a los brazos del verdadero David a luchar cuando estaban extendidos en la cruz; clavados, para la vista humana, al árbol del sufrimiento, pero en realidad ganando con ellos la corona de la gloria; impotentes a los ojos de los escribas y fariseos, pero para los de los arcángeles agarrando los dos pilares, el pecado y la muerte, sobre los que reposaba la casa de Satanás, y haciéndolos saltar de sus cimientos. Ayguan

El Señor adiestra mis manos para la batalla.
En la guerra contra Satanás que sostuvo Cristo, el capitán de nuestra salvación, había tres cualidades de soldado valiente que sus seguidores han de imitar: osa41a en el ataque, destreza en la defensa, persistencia en el conflicto, cualidades que nos enseña con su ejemplo (Mateo 4:1,4,7, 10, 11).



Fue un ataque osado, porque El empezó el combate yendo al desierto a desafiar al enemigo. Así también nosotros, cuando hemos de con-tender con Satanás, hemos de ayunar, aunque no seamos tentados por la glotonería, y ser humildes, aunque no seamos asaltados por el orgullo, y así sucesivamente.



Era diestro en la defensa, parando los golpes del enemigo con la Santa Escritura; por 10 que nosotros, también, en el ejemplo de los santos hallamos lecciones para el combate. Era persistente en el conflicto, porque perseveró hasta el fin, hasta que el diablo le dejó y vinieron ángeles y le sirvieron.



Y nosotros también no hemos de contentarnos con repeler el primer ataque, sino perseverar en nuestra resistencia hasta que los malos pensamientos sean puestos en fuga y en su lugar haya resoluciones celestiales. Neale Y Litledale



Quien adiestra mis manos para la batalla, y mis dedos para la guerra. Un ministro se supone que ha sido enseñado por Dios, pero la gente no acepta que esto sea así para los tejedores o los caldereros; pero estos oficios son mencionados especialmente en la Biblia al principio como enseñados a las santas mujeres y hombres cuando fue erigido el primer tabernáculo. Toda sabiduría y destreza vienen del Señor y por ello merece nuestra gratitud. Esta enseñanza se extiende a los miembros más pequeños de nuestro cuerpo; el Señor enseña a nuestros dedos y a nuestras manos; verdaderamente, a veces sucede que si el dedo no está bien entrenado toda la mano es torpe.



David era llamado un hombre de guerra, y tenía mucho éxito en las batallas; no atribuye esto a que era un buen general, o a su valor, sino al hecho de haber sido enseñado y fortalecido para la guerra y las batallas. Si el Señor se digna intervenir en cosas tan poco espirituales como luchar, sin duda nos ayudará a proclamar el Evangelio y a ganar almas. C. H. S.



Vers. 2. Misericordia mía y mi castillo. Así Él es también nuestra fortaleza y nuestra seguridad; en El habitamos tras muros inexpugnables y bastiones inconquistables. No podemos ser expulsados de ellos, ni nos harán morir de hambre, porque estamos preparados para un sitio; hay almacenado abundante alimento, y un pozo de agua viva dentro. Los reyes daban gran valor a sus ciudades fortificadas, pero David confía en su Dios, que es para él más que lo que habrían sido las fortalezas. C. H. S.



La acumulación de términos, uno tras otro, que sigue ahora, puede parecer innecesaria; con todo, tiende en gran manera a fortalecer nuestra fe. Sabemos lo inestable que es la mente de los hombres, y especialmente cuán pronto vacila la fe de ellos cuando se ven asaltados por alguna prueba de severidad más que corriente. Juan Calvino



Escudo mío.
La palabra hebrea significa, no el gran escudo que era llevado por un escudero, sino una pequeña rodela que usaban en los combates cuerpo a cuerpo. El guerrero lo llevaba consigo cuando usaba su arco o su espada. Era generalmente de metal, pero más fácil de llevar, y útil, además de ser un ornamento pulimentado y brillante. David hacía mucho uso del Señor, su Dios, de día en día, en muchas batallas y muy peligrosas. C. H. S.



El que somete a los pueblos debajo de mí. Los líderes de la iglesia cristiana no pueden mantener su posición a menos que el Señor preserve para ellos la influencia que les asegura obediencia y lealtad de sus fieles. Por cada partícula de influencia para bien que poseamos, hemos de engrandecer el Nombre del Señor.



Así bendice David a Jehová porque le ha bendecido a él. Cuántas veces ha aplicado al Señor esta palabra: «¡Mi!» Cada vez que lo hace le adora y le bendice; porque la palabra «Bendito» circula por todo el pasaje como un hilo áureo. C. H. S.



Vers. 3. ¡Oh Jehová! ¿Qué es el hombre, para que le tengas en cuenta? Sólo la infinita condescendencia puede explicar que el Señor se incline para ser amigo del hombre. Que hiciera del hombre el objeto de su elección, el objeto de la redención, el hijo del eterno amor, el amado de la providencia infalible, el pariente de la Deidad, es realmente algo que sobrepasa nuestra imaginación. C. H. S.



¿Qué es, pues, el hombre cuando la gracia revela

las virtudes de la sangre del Salvador?

El hombre siente de nuevo la vida divina,

desprecia la tierra y anda con Dios.



Y ¿a qué está el hombre destinado, una vez redimido,

en los lejanos reinos del más allá?

Ni los serafines se verán adornados

cual él de honor, amor y santidad.



El más cercano al trono, el primero en el canto,

el hombre va a levantar sus aleluyas.

En tanto que los ángeles a su alrededor

añadirán su alabanza a la de él asombrados.

John Newton



¡Oh Jehová!, ¿qué es el hombre? Considéralo en sus cuatro elementos de tierra, aire, fuego y agua. En la tierra es polvo deleznable; en el aire es un vapor que desaparece; en el agua es una burbuja vacía; en el fuego es un humo que consume. William Secker



Para que lo tengas en cuenta.
Estas son palabras importantes. ¿Qué caso hacemos nosotros de los mosquitos que juegan al sol, o de las hormigas y los gusanos de nuestros jardines? Con todo, la desproporción entre nosotros y ellos es finita; la que hay entre Dios y nosotros es infinita.

Tú, el gran Dios del cielo, tienes en cuenta una cosa tal como el hombre. Si un poderoso príncipe concediera a uno de sus humildes súbditos el favor de que le besara la mano, éste lo consideraría un inmenso favor.



El que Tú, pues, oh Dios, te inclines a contemplar las cosas del cielo, y más aún el que pongas tu ojo sobre un gusano cual es el hombre, es menester que sea una misericordia maravillosa. Joseph Hall



Vers. 3, 4. Muchos son los que se asombran además de David. El uno se maravilla de su gran honor, y aunque no lo dice, piensa: «¡Qué grande soy! ¡Mirad esta Babilonia que he construido!» Este es el asombro de Nabucodonosor. Otros se admiran de su persona, y hallan o bien una faz noble, o unos ojos hermosos, o una mano exquisita; éste era el asombro de Absalón.



Otro se asombra de su ingenio e inteligencia, como el fariseo. Otro, de su riqueza, como el rico de la parábola del Evangelio. David se eleva muy por encima de éstos en su asombro; se asombra de su ruindad, como vaso escogido no se gloría de otra cosa que de su debilidad: «Señor, ¿qué es el hombre?» ¡Qué junto va todo esto! Apenas acaba de decir: «El que somete a los pueblos debajo de mi», exclama: «Oh Jehová, ¿qué es el hombre, para que le tengas en cuenta?» Otros se habrían jactado: «Todo este pueblo sometido a mí. Soy más que un hombre.» Hubo uno que dijo:

«Seréis como dioses.» Joseph Hall



Vers. 4. El hombre es semejante a un soplo. Adán es como Abel. Es como el que no es nada. Es, en realidad, vano, vacío, hinchado, una burbuja. Con todo, no es vanidad, sino como vanidad. No es sustancial ni aun como la vanidad. Señor, ¿qué es él hombre? Es maravilloso que Dios pensara en una cosa tan insignificante. C. H. S.



Los historiadores paganos nos cuentan que Alejandro el Grande, cuando hubo realizado sus grandes designios, convocó un parlamento con representantes de todo el mundo delante de él, pero él mismo fue llamado por la muerte para presentarse en el otro mundo. George Swinock



Cuando nació Caín hubo mucha algazara: «He recibido un hijo de Dios», dijo la madre; y miró al niño como una gran posesión, y, por tanto, lo llamó Caín, que significa «una posesión». Pero el segundo hombre que vino al mundo llevó el título del mundo: «vanidad»; su nombre fue Abel, que es «vanidad». Una prefiguración, en el nombre del segundo varón nacido en la tierra, de que ésta sería la condición de todos los hombres.



En el Salmo 144:4 hay una alusión a estos dos nombres. La traducimos: «El hombre es como vanidad»; el hebreo es «Adán es como Abel»; Adán, como sabéis, es el nombre del primer hombre, el nombre del padre de Abel; pero como Adán era el nombre propio del primer hombre, también es un apelativo, o palabra común para todos los hombres. Ahora bien, «Adán», esto es, hombre, todos los hombres son «Abel» (vanos) y andan en vanidad. Joseph Caryl



¡Vanidad! De hecho todas las ocupaciones y actividades son dignas de este epíteto, si no van precedidas y relacionadas por la salvación del alma, el honor de Dios y los intereses de la eternidad... ¡Oh, qué fantasmas, qué soplos son todas las cosas que absorben las potencias y ocupan los días de la gran masa de la humanidad que nos rodea! Sus bienes más sustanciales perecen al usarlos, y sus realidades más duraderas son «la moda de este mundo que pasa». Thomas Raffles



Sus días son como la sombra que pasa. Obsérvese que la vida humana no es sólo como una sombra, sino como una sombra que pasa, está a punto de partir. Es un mero espejismo, la imagen de una cosa que no es, un fantasma que se disuelve en nada. ¿Cómo es posible que el Eterno haya dado tanta importancia al hombre mortal, que empieza a morir tan pronto como empieza a vivir? C. H. S.



Las sombras de las montañas están cambiando constantemente su posición durante el día y, finalmente, desaparecen al llegar la noche; así le ocurre al hombre, que está cada día avanzando hasta el momento de su partida final de este mundo. Bellarmine



Vers. 5. Oh Jehová, inclina tus cielos y desciende. La tierra dama al cielo para que se incline. No, el grito es al Señor del cielo para que incline los cielos y aparezca entre los hijos de la tierra. El Señor lo ha hecho con frecuencia, y nunca de modo tan pleno como en Belén, en que el Verbo fue hecho carne y habitó entre nosotros; ahora ya conoce el camino, y nunca rehúsa descender y defender a sus amados. David quería tener la presencia real de Dios para contrarrestar la presencia burlona de los jactanciosos; la verdad eterna solamente puede aliviarle de la vanidad humana. C. H. S.



Esto no se cumplió nunca de modo tan pleno como en la encarnación de Jesucristo, cuando el cielo y la tierra se juntaron, por así decirlo. El mismo cielo se inclinó para poder unirse a la tierra. Dios descendió y trajo el cielo con El. No sólo descendió a la tierra, sino que trajo el cielo con El a los hombres y para los hombres. Fue algo maravilloso.



Esto se cumplirá de modo más notable todavía en la segunda venida de Cristo cuando realmente El traerá todo el cielo consigo; a saber, todos los habitantes del cielo. El cielo quedará vacío de sus habitantes para descender a la tierra; y entonces los montes humearán y se derretirán ante su presencia, como en Isaías 64:1. Jonathan Edwards



Vers. 7. Redímeme, y sácame de las muchas aguas. ¡Fuera los que no podéis hacer más que teorizar sobre el sufrimiento e insistir sobre el mismo!; ¡fuera, porque en el tiempo del llanto no podemos resistir vuestros razonamientos! Si no tenéis modo de librarnos, si no tenéis nada más que frases sentenciosas a ofrecer, tapaos la boca con la mano envolveos en silencio. Sufrir es bastante, pero sufrir y escucharos a vosotros es demasiado. Si la boca de Job llegó cerca de la blasfemia, la culpa es vuestra, miserables consoladores, que hablabais en vez de llorar. Si he de sufrir, entonces pido sufrir, pero ¡sin palabrería! E. De Pressense



De la mano de hombres extranjeros.
¡Oh si pudiéramos librarnos de los infieles que blasfeman y contaminan la sociedad con sus falsas enseñanzas y vanos discursos! ¡Oh si pudiéramos vernos libres de lenguas calumniadoras, labios mentirosos y corazones falsos! No es de extrañar que estas palabras se repitan, porque son el grito frecuente de muchos hijos de Dios atribulados. C. H. S.



Vers. 8. Y cuya diestra es diestra de perjurio. Es algo espantoso cuando un hombre tiene más destreza en las mentiras que en la verdad, cuando no puede ni hablar ni obrar sin dar evidencia de falsedad. Dios nos libre de la boca mentirosa y de las manos falsas. C. H. S.



Vers. 9. Oh Dios, te cantaré un cántico nuevo. Cansado de lo falso, adoraré lo verdadero. Lleno de nuevo entusiasmo, mi gratitud se abrirá un nuevo cauce. Cantaré como han hecho otros; pero será un cántico nuevo, no como el que han cantado los otros. Este capto será todo él para mi Dios; le ensalzaré a El, no a otro, pues de El viene mi liberación. C. H. S.



Vers. 12. Nuestras hijas cual columnas de ángulo, esculpidas como las de un palacio. El hogar pasa a ser un palacio cuando las hijas son doncellas de honor y los hijos nobles en espíritu; entonces el padre es un rey y la madre una reina, y sobrepuja a las residencias reales. Una ciudad edificada con tales hogares es una ciudad de palacios, y un Estado compuesto de tales ciudades es una república de príncipes. C. H. S.



Vers. 15. Bienaventurado el pueblo. Ha de ser una religión unilateral y estrecha la que vea algo fuera de lugar en esta bienaventuranza de paz y abundancia. Si podemos regocijarnos con los Salmos de modo pleno y sin recelos, en las bendiciones temporales concedidas por el cielo, tanto más deberíamos entrar con disposición sincera en las profundidades de su experiencia espiritual. Y el secreto de esto se halla en la plena comprensión y contemplación de lo hermoso y agradable como un don de Dios. A. S. Aglen



Sí, bienaventurado el pueblo cuyo Dios es Jehová. Supón que las ventanas del cielo visible se abran y se derramen desde allí toda clase de bendiciones externas; supón que disfrutamos de modo perfecto de todo lo que contiene la vastedad de la tierra; dime, ¿de qué provecho será el conseguir todo esto y perder a Dios? Si entráramos en posesión de toda la tierra, pero no del cielo; o se abre el cielo material, pero no el beatífico; si el mundo pasa a ser nuestro, pero no Dios, no hemos conseguido la felicidad. Todo lo que hay en la primera proposición no es nada menos que añadamos: «Sí, bienaventurado el pueblo cuyo Dios es Jehová.» Richard Holdsworth



La versión siria traduce el versículo en forma de pregunta: « ¿No es bienaventurado el pueblo en tal caso?» La respuesta es: «No, a menos que tengan también a Dios» (Salmo 146:5). No hay nada que pueda hacer desgraciado al hombre si tiene a Dios como su porción, y nada puede hacer al hombre verdaderamente feliz si le falta Dios como su porción.



Dios es el autor de la verdadera felicidad; Él es el dador de toda felicidad verdadera; El es el mantenedor de toda verdadera felicidad, y Él es el centro de toda verdadera felicidad; y, por tanto, el que tiene a Jehová como su Dios y como porción, es el único hombre bienaventurado del mundo. Thomas Brooks





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