Charles Spurgeon Collection: Spurgeon - C.H. - Tesoro de David (Treasury of David): 119c Salmo 119:65-96

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Charles Spurgeon Collection: Spurgeon - C.H. - Tesoro de David (Treasury of David): 119c Salmo 119:65-96



TOPIC: Spurgeon - C.H. - Tesoro de David (Treasury of David) (Other Topics in this Collection)
SUBJECT: 119c Salmo 119:65-96

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Salmo 119

EXPOSICIÓN DE LOS VERSÍCULOS 65 AL 72



En esta sección novena todos los versículos empiezan con la letra Tet. Son el testimonio de la experiencia, testifican de la bondad de Dios, la misericordia de sus tratos, lo precioso de su Palabra. El Salmista proclama de modo especial la utilidad excelente de la adversidad y la bondad de Dios al afligirle. El versículo sesenta y cinco es el texto de toda esta octava. C. H. S.



Vers. 65. Has tratado bien a tu siervo, oh Jehová, conforme a tu palabra. Es algo que Dios haya tenido tratos en absoluto con todos estos seres insignificantes que somos nosotros y que no merecemos nada; y mucho más el que nos haya tratado bien, tan bien, tan maravillosamente bien. C. H. S.



Aquí hay una diferencia entre la fe y una conciencia que acusa: la conciencia que acusa tiene miedo de pedir más, porque ha abusado de las misericordias anteriores; pero la fe, asegurándonos que todos los beneficios de Dios son muestras de su amor que nos ha concedido conforme a su palabra, se atreve a pedir mucho más. R. Greenham



«Sin duda», dijo el Rev. J. Brown, de Haddington, Escocia, «he tenido tribulaciones, como los demás; con todo, Dios ha sido tan bueno conmigo que creo que si me diera a vivir tantos años más como los que he vivido ya en el mundo, no desearía que se cambiara una sola circunstancia de mi suerte, excepto que deseo que hubiera habido en mi vida menos pecado. Puede escribirse en mi ataúd: "Aquí yace uno de los cuidados por la Providencia, que careció pronto de padre y madre, pero que nunca notó su falta".» Anécdotas de Arvine.



Vers. 66. Enséñame buen sentido y sabiduría. El buen sentido es la forma de bondad que los fieles más necesitan y desean, y es algo que el Señor está muy dispuesto a conceder. El dar una mirada a nuestros errores y tener una noción de nuestra ignorancia debería hacernos más aptos para aprender.



Sólo el Espíritu Santo puede llenarnos de luz y poner la comprensión en la perspectiva debida; anhelemos ardientemente sus enseñanzas, puesto que es muy deseable que no seamos ya meros niños en conocimiento y entendimiento. C. H. S.



Porque he creído tus mandamientos. Ciertamente hay una fe en los mandamientos como la hay en las promesas. Hemos de creer que Dios es su autor y que son la expresión de voluntad legislativa y ordenadora y que estamos obligados a obedecerlos. La fe ha de discernir entre la soberanía y la bondad del Legislador, y creer que sus mandatos son santos, justos y buenos; también nos ha de enseñar que Dios ama a los que guardan su ley y está airado con los que la traspasan, y que El hará que su ley sea reivindicada en el último gran día. T. Manton



Vers. 67. Antes que fuera yo humillado, andaba descarriado. ¿Por qué un poco de negligencia causa en nosotros tanta perturbación? ¿No puede haber descanso sin que aparezca herrumbre? ¿No podemos estar saciados sin engordar? ¡Nunca ascendemos por un lado sin descender por el otro! ¡Qué criaturas tan endebles somos que no podemos tolerar un poco de placer! ¡Qué corazones tan mezquinos son los que hacen de la abundancia de la bondad de Dios una ocasión de pecado! C. H. S.



No que se apartara de su Dios voluntariamente, con maldad, malicia o desprecio; esto lo niega (Salmo 18:21); sino a causa de la debilidad de la carne, la corrupción que predominó, la fuerza de la tentación, y mayormente, causa de un estado de ánimo descuidado, indiferente, negligente; salió del camino recto y se descarrió antes de haberse dado cuenta. La palabra usada aquí es errar a causa de ignorancia (Levítico 5:13).



Esto ocurrió en tiempos de prosperidad, cuando pensó que él no haría como Jesurún, engordar y cocear, olvidarse y tener en poco la Roca de su salvación o caer en la tentación y concupiscencias, errar de la fe, ser afligido por muchos dolores; con todo, podía descuidar los deberes de la religión y ser negligente a ellos, y esto es un caso muy corriente. J. Gill



La prosperidad es una prueba más refinada y severa del carácter que la adversidad, puesto que una hora de sol en verano produce más corrupción que todo un largo día de invierno. Eliza Cook



Así como los hombres recortan las plumas de las aves cuando empiezan a volar demasiado alto o demasiado lejos, así también Dios disminuye nuestras riquezas, etc., para que no traspasemos nuestros límites y nos gloriemos demasiado en tales dones. Otto Wermuellerus



Hay multitudes que son afligidas por Dios con ceguera natural para que puedan obtener visión espiritual; y los que se hallan bajo enfermedades y debilidades del cuerpo de todas clases han sufrido en esta vida terrenal, haciendo acopio, en cambio, de gloria y honor e inmortalidad. W. G. Lewis



Por medio de la aflicción Dios aparta el pecado (que Él aborrece) del alma, a la cual ama. J. Mason



Vers. 68. Bueno eres tú, y bienhechor. Toda la gloria que podemos dar a Dios es reflejar su propia gloria sobre El mismo. No podemos decir más bien de Dios de lo que El es y hace. Creemos en su bondad y le honramos con nuestra fe; admiramos su bondad, y le glorificamos por su amor; declararnos esta bondad, y así le engrandecemos con nuestro testimonio.



Vers. 69. Contra mí forjaron mentira los soberbios. Primero se burlaron de él (51), luego le defraudaron (61) y ahora le difaman. Para ultrajar su carácter recurren a la falsedad, porque no pueden hallar nada contra él si dicen la verdad. Forjan mentiras como el herrero forma a golpes un arma de acero, o falsifican la verdad como los hombres falsifican las monedas.



La calumnia es un arma vil y manejable si el objeto es la destrucción de una reputación de gracia; y cuando hay muchos soberbios que exageran y esparcen falsedades maliciosamente, consiguen herir a su víctima, y no se abstendrían de matarla si pudieran.



¡Oh, qué veneno hay bajo la lengua de un mentiroso! Muchas vidas dichosas han sido amargadas por ella, y muchas de buena reputación han sido envenenadas con esta ponzoña mortal. Es doloroso en extremo escuchar a hombres sin escrúpulos martilleando en la forja del demonio una nueva calumnia; la única ayuda contra ella es la dulce promesa: «Ningún arma que formen contra ti prosperará, y la lengua que se levanta contra ti en juicio será condenada.» C. H. S.



Vatablus traduce: «concinnarunt mendacia». Lo mismo Tremellius: «Han adornado sus mentiras.» Así como Satanás puede transformarse en un ángel de luz, igual ellos pueden adornar sus mentiras bajo cubierta de verdad, para hacerlas más plausibles a los hombres. Y realmente no es una tentación pequeña el creerlas cuando las mentiras contra los piadosos son adornadas con sombras de verdad, y los malvados cubren sus tratos Injustos con apariencias de justicia.



Así, no sólo son injustamente perseguidos los piadosos, sino que los simples creen que lo tienen merecido. En este caso, el piadoso ha de sostenerse por el testimonio de una buena conciencia. W. Cowper



La metáfora puede proceder del griego para «coser» o «remendar»; o bien, partir de «manchar, pintarrajear» (Delitzsch, Molí, etc.) una pared, de modo que no se vea la sustancia real. El Salmista permanece fiel a Dios a pesar de las falsedades que los soberbios untan o salpican para esconder su verdadera fidelidad. The Speaker's Commentary



Pero ahora guardo su palabra. Si tratamos de responder a las mentiras con nuestras palabras, vamos a perder la batalla; pero una vida santa es una refutación incontestable a todas las calumnias. El despecho es repulsado si perseveramos en la santidad a pesar de toda oposición. C. H. S.



Vers. 70. Se engrosó el corazón de ellos como sebo. Un corazón con grasa es algo horrible; esta gordura hace al hombre fatuo; una degeneración grasa del corazón lleva a la debilidad y a la muerte. La gordura a estos hombres les quita la vida. Dryden escribió:



¡Oh almas en las que no hay fuego celestial, mentes engordadas, arrastrándose en un cenagal!C. H. S.



La palabra tagash no ocurre en ningún otro lugar en las Escrituras, pero como el caldeo tugesh significa engordar; también, hacer volver estúpido, soso, cosa que a veces son los gordos.



Por esta razón se describe al orgulloso, que es mencionado en el versículo anterior, como teniendo fija su resolución en el mal; porque es casi insensible; como vemos en los cerdos, que silos pinchamos, sólo hay grasa y apenas lo sienten y cuesta llegar a la carne. Así el soberbio, cuya prosperidad es comparada en otros puntos a gordura, tiene un corazón insensible a la reprobación severa de la Palabra divina. M. Geier



Así como un estómago lleno siente disgusto por la carne y no la puede digerir, así también el hombre inicuo aborrece la Palabra; no puede tragaría; no le dará satisfacción para sus concupiscencias. Wm. Fenner



¿No está el Salmista presentando un contraste entre los que llevan una vida de indulgencia, vicios, animal, en que el cuerpo y la mente están incapacitados para sus usos apropiados, y los que pueden correr en el camino de los mandamientos del Señor, que se deleitan en hacer su voluntad y meditan en sus preceptos? La pereza, la gordura, la estupidez, frente a la actividad, los músculos firmes, el vigor mental. Cuerpo frente a mente. El hombre en calidad de bruto, frente al hombre que retiene la imagen de Dios. Sir James Risdon-Bennett



Pero yo me he regocijado en tu ley. Cuando la ley pasa a ser un deleite, la obediencia es una bendición. La santidad en el corazón hace que el alma coma de la gordura de la tierra. El tener la ley para nuestro deleite producirá en nuestros corazones lo opuesto a los efectos del orgullo: serán curadas la sensualidad, obstinación, insensibilidad, y pasaremos a ser sensibles, espirituales, aptos para aprender. ¡Qué cuidado deberíamos tener en vivir bajo la influencia de la ley divina, para no caer bajo la ley del pecado y la muerte! C. H. S.



Vers. 71. Ha sido un bien para mí el haber sido humillado. Lo peor que nos ocurre a nosotros es mejor para nosotros que lo mejor para el pecador. C. H. S.



La enfermedad me enmienda, la pobreza me enriquece, la debilidad me da fuerzas, y con san Bernardo deseo: «Irascan mihi Domine»: «Oh Señor, entra en ira contra mí».



¡Qué necios somos, pues, al fruncir el ceño ante nuestras aflicciones! Estas, por acerbas que sean, son nuestros mejores amigos. No las recibimos para nuestro placer, sino para nuestro beneficio; el que lleguen merece que les demos la bienvenida. ¿Qué nos importa lo amarga que sea la poción a beber si nos trae la salud? Abraham Wright



Es realmente una experiencia sorprendente el ver a un hombre que sale de la cama de la enfermedad o de otro horno de aflicción, más como un ángel en pureza, más como Cristo en santidad, inocencia y separado de los pecadores; más como Dios mismo, siendo más justos en nuestros caminos y un ejemplo más santo en toda nuestra conducta. Nathanael Vicent



Tal como las aguas son más puras cuando están en movimiento, también los santos suelen ser más santos cuando pasan aflicciones. Se sabe que por medio de la mayor aflicción el Señor ha sellado la más dulce instrucción. El oro más puro es el más maleable. La mejor hoja de acero es la que más se dobla, para volver a enderezarse inmediata-mente después. William Secker



En la interesante biografía que Miss E. J. Whately escribió sobre la vida de su padre, el cual era arzobispo de Dublín, se cuenta un hecho, narrado por el Dr. Whately, referente a la introducción del alerce en Inglaterra.



Cuando llegaron los arbolitos, el hortelano, oyendo que venían del sur de Europa, consideró que debía proporcionarles calor, sin saber que pueden crecer en la zona de las nieves. Los puso en un invernadero. Día tras día vio cómo se iban marchitando, hasta que con disgusto los echó en un estercolero al exterior; allí pronto se avivaron y brotaron y crecieron hasta hacerse árboles. Necesitaban frío.



El gran labrador con frecuencia salva sus plantas exponiéndolas al frío. Las heladas de la tribulación y la aflicción son muchas veces necesarias para que crezcan los alerces de Dios. J. W. Bardsley



Para que aprendiera tus estatutos. El vaho de la prosperidad no es bueno para el soberbio; pero el aprender la verdad por medio de la adversidad es bueno para el humilde. Se aprende muy poco sin aflicción. Si quieres ser entendido en algo, has de sufrir. Las órdenes de Dios se leen mejor con los ojos humedecidos por las lágrimas. C. H. S.



«Nunca habría sabido», dijo Martín Lutero a su esposa, «lo que significaban muchas cosas, en muchos salmos, como las quejas y trabajos del espíritu; nunca habría entendido la práctica de los deberes cristianos si Dios no me hubiera puesto bajo formas diversas de aflicción».



Es muy cierto que la vara de Dios es como el puntero del maestro para el niño: le señala la letra para que pueda notarla mejor; así El hace resaltar para nosotros muchas buenas lecciones que de otro modo nunca habríamos aprendido. J. Spencer



El cristiano tiene motivos para agradecer a Dios aquellas cosas que no se han ajustado a sus propios deseos. Cuando las lágrimas nublan sus ojos, ha mirado a la Palabra de Dios y ha visto cosas excelentes.



Cuando Jonás salió de las profundidades del mar, mostró que había aprendido los estatutos de Dios. No importa cuánto haya que descender para poder obtener el conocimiento que él obtuvo. Nada podía detenerle ahora de ir a Nínive. Fue como si hubiera traído consigo de la profundidad un ejército de doce legiones de soldados aguerridos. La Palabra de Dios, captada por la fe, era otro tanto para él, y más aun. Sin embargo, Jonás necesitaba todavía más aflicción; porque había algunos estatutos que no había aprendido. Había algunas calabazas que debían secarse. Había que descender a un valle de la humillación, situado un poco más abajo.



Incluso la aflicción más profunda no nos lo enseña todo, quizá; y ésta es una equivocación que hacemos con frecuencia. Pero, ¿por qué hemos de obligar a Dios a usar métodos duros con nosotros? ¿Por qué no sentarnos a los pies de Jesús y aprender sosegadamente lo que necesitamos aprender? Geo. Bowen



Vers. 72. Mejor me es la ley de tu boca. Los mismos labios que al hablar nos dieron existencia, han pronunciado la ley por la que hemos de gobernar esta existencia. C. H. S.



La Escritura es la biblioteca del Espíritu Santo. La Escritura contiene las credenda, «las cosas que hemos de creer», y las agenda, «las cosas que hemos de practicar». La Escritura es la brújula conforme a la cual ha de ser movido el timón de nuestra voluntad; es el campo en que está escondido Cristo, la Perla de gran precio. La Escritura es a la vez la que produce y cultiva la gracia. ¿Cómo nace el convertido, sino por «la Palabra de verdad?» (Santiago 1:18). ¿Cómo crece, sino por «la sincera leche de la Palabra»? (1! Pedro 2:2). T. Watson



Un avaro no puede deleitarse tanto en sus montones, ni un heredero en su herencia, como el santo David en la Palabra de Dios. O. Heywood



La Palabra de Dios debe estar más cerca de nosotros que nuestros amigos, hemos de quererla más que a nuestras vidas, nos ha de ser más dulce que nuestra libertad, más placentera que todas las comodidades de la tierra. J. Mason



Cuando leía una parte del Salmo ciento diecinueve a Miss Westbrook, que iba a morir, me dijo: «Párese un momento, nunca le he dicho tanto antes de ahora; nunca pude hacerlo, pero ahora puedo: "La palabra de tu boca es más querida para mi que millares de oro y plata." ¿Qué pueden hacer para mí ahora el oro y la plata?» Geo. Redford

Que millares de oro y plata. Si un pobre dijera esto, los sabios de este mundo dirían que las uvas eran verdes, y que quien no tiene riqueza puede fácilmente despreciarla; pero éste es el veredicto de un hombre que tenía muchas posesiones, que sabía lo que era el valor del dinero y el valor de la verdad. C. H. S.



Ved hasta qué punto esta parte del Salmo está saboreada por la bondad. Los tratos de Dios son buenos (65); el juicio santo es bueno (66); las aflicciones, buenas (67); Dios es bueno (68); y aquí la ley no sólo es buena, sino que es mejor que él mejor de los tesoros. Señor, haznos buenos por medio de tu buena Palabra. C. H. S.



Los entendidos saben, con referencia a Cranmer y a Ridley, que el primero aprendió el Nuevo Testamento de memoria en su viaje a Roma, el último en Pembroke-hall, en Cambridge. Recuerdan lo que se dice de Tomás de Kempis: que no halló reposo en parte alguna, -«nisi in angulo, cum libello»-, sino en un rincón con este libro en la mano. Y lo que se dice de Beza: que cuando tenía más de ochenta años podía repetir perfectamente de memoria cualquier capftulo en griego de las Epístolas de Pablo.



Que los hombres consideren que Lutero habla en hipérboles al decir que no quería vivir en el paraíso sin la Palabra, y que con ella podría vivir bien en el infierno. Estas palabras de Lutero, sin embargo, deben ser entendidas en la perspectiva apropiada. Edmund Calamy





EXPOSICIÓN DE LOS VERSÍCULOS 73 AL 80



Su tema parece ser la experiencia personal y su influencia sobre los demás. El profeta se halla en una profunda aflicción, pero espera ser librado y hacer de ello una bendición. C. H. S.



Vers. 73-80. La idea que acostumbraban a dar los teólogos medievales del conjunto de esta sección es que es la oración de un hombre restaurado a su estado de inocencia y sabiduría original al ser moldeado según la imagen de Cristo.



Y esto concuerda con el significado evidente, que es, en parte, una petición de gracia divina y, en parte, una afirmación de que el ejemplo de la pieda4 y resignación en la tribulación tienen bastante fuerza de atracción para impulsar los corazones de los hombres hacia Dios, una verdad destacada por la Pasión y por las vidas de todos los santos que han intentado seguirla. C. H. S.



Vers. 73. Hazme entender, y aprenderé tus mandamientos. Un hombre que carece de mente es un idiota, una caricatura de hombre; un hombre sin gracia es un impío, la triste tergiversación de una mente. Los necios pueden pecar; pero sólo los que son enseñados por Dios pueden ser santos. C. H. S.



Lo cierto es que sólo Dios puede iluminar de modo santo nuestra conciencia; y, por tanto, oremos a él para que lo haga. Todo nuestro estudio, nuestras lecturas, lo que oímos y platicamos, nunca podrá hacerlo; el hacerlo sólo está en el poder de Aquel que nos formó. El que hizo nuestras conciencias, es el único que puede darnos esta luz celestial del verdadero conocimiento y del recto entendimiento; y, por tanto, busquémosle sinceramente para que lo haga. William Fenner



Vers. 74. Los que te temen me verán, y se alegrarán, porque en tu palabra he esperado. Un hombre que espera es un enviado de Dios cuando las cosas están en declive o en peligro. Hay personas que profesan una religión de cuya presencia se desprende tristeza, y los que son piadosos procuran escabullirse de su compañía; no debe ser así con nosotros. C. H. S.



Vers. 75. Conozco, oh Jehová, que tus juicios son justos. El que quiera aprender más es necesario que esté agradecido por lo que ya sabe. C. H. S.



¿Qué, David, qué sabes? «Sé que tus juicios son justos, y que conforme a tu fidelidad me afligiste.»



Aunque tengo interés en especulaciones de carácter muy distinto, preferiría, con mucho, poseer el conocimiento de este hombre en este texto que estar al corriente de todo el círculo de las ciencias, como las llaman con orgullo. J. MARTÍN



Porque en el credo del Salmista no existía lo que llamamos azar. Dios ordenaba todo lo que le sucedía, y él se complacía en pensar así. F. Bourdillon



Conforme a tu fidelidad me afligiste. La aflicción y la tribulación no sólo son compatibles con el amor que Dios nos promete en el pacto de gracia, sino que son partes y ramas de la administración del nuevo pacto. Dios no sólo es fiel, a pesar de las aflicciones, sino que es fiel al enviarlas. Hay una diferencia entre estas dos cosas; la una es como una excepción de la regla, la otra la hace parte de la regla. Dios no puede ser fiel sin hacer todas las cosas que tienden a nuestro bien y bienestar eterno. T. Manton



Sí, Señor, atesoro en mi memoria

también las estaciones llenas de tristeza

cuando, al mirar, tu faz veía

severa pero amable, austera y tierna.

No me sobra un suspiro, ni una lágrima,

punzada al corazón, nube en la mente;

el castigo más dulce fue el estricto.

¡Cuán dulce es su recuerdo ahora!

Sí, las cicatrices son hermosas;

pruebas son de tu amor que aún me quedan;

débil sombra de las de tu costado

y tu cabeza, rodeada de espinas.

Y así es tu tierna fuerza que me frena

cuando mi pie tropieza o se desvía,

enderezando mi voluntad díscola

en su camino por la senda estrecha.

J. H. Newman



Vers. 76. Sea ahora tu misericordia para consolarme, conforme a lo que has dicho a tu siervo. En el versículo anterior reconoce que el Señor le había afligido; ahora, en éste, ruega al Señor que le conforte. Esto es extraño, que una persona busque consuelo de la misma mano que le hiere; es la obra de la fe; la naturaleza nunca nos enseñará a hacerlo. «Ven, y volvámonos al Señor; porque El nos ha herido y El nos sanará.» W. Cowper



Vers. 77. Vengan a mí tus tiernas misericordias, para que viva. Nótese de nuevo la feliz combinación de las palabras. ¿Hubo alguna vez algo más dulce que esto, «tiernas misericordias»? El que ha sido afligido penosamente y, con todo, socorrido tiernamente, es el único que conoce el significado de este lenguaje escogido. C. H. S.



¡Ay!, muchos buscan la primera misericordia, la de remisión; y la misericordia segunda, de consolación en la tribulación, pero les es totalmente indiferente la tercera misericordia, el vivir bien. W. Cowper



El pecado es el mayor obstáculo a la misericordia. Nosotros mismos levantamos las brumas y las nubes que nos interceptan la luz del rostro de Dios; edificamos una pared que nos separa de Dios; con todo, la misericordia se abre camino.



Uno que ha leído sobre la miel, o ha oído sobre ella, puede conocer la dulzura de la misma en su imaginación, pero el hombre que ha saboreado la miel conoce su dulzura de veras; así, al leer y oír de la gracia y misericordia de Dios en Cristo, podemos barruntar que es algo dulce, pero el que ha tenido una prueba experimental de los efectos y frutos dulces de ella en su propio corazón, se da cuenta de que todo lo que se dice del perdón y consuelo de los pecadores por Dios se verifica en él mismo. T. Manton



Porque tu ley es mi delicia. ¡Oh bienaventurada fe! No es un creyente mediocre el que se regocija en la ley aun cuando los preceptos quebrantados le hagan sufrir. El deleitarse en la Palabra cuando nos reprende es prueba de que estamos beneficiándonos de ella. Sin duda, éste es un ruego que va a prevalecer ante Dios, por amargas que sean nuestras aflicciones; si todavía nos deleitamos en la ley del Señor, El no puede dejarnos morir; va a lanzar una tierna mirada sobre nosotros y consolará nuestros corazones. C. H. S.



Un hijo de Dios, aunque no pueda servir al Señor de modo perfecto, con todo, le sirve de buena voluntad; su voluntad está en la ley del Señor; no es un soldado forzado, sino voluntario. Por los latidos y el pulso podemos juzgar si hay vida espiritual en nosotros o no.



David afirma que la ley de Dios es su deleite; tiene su corona en que deleitarse; su música en que deleitarse, pero el amor que tenía a la ley de Dios hacia sombra a los otros deleites; como el gozo de la cosecha supera al gozo de rebuscar espigas. T. Watson



Vers. 78. Sean avergonzados los soberbios. Vergüenza para el orgulloso, porque el ser orgulloso es algo de lo que avergonzarse. La vergüenza no es para el santo, porque no hay por qué estar avergonzado de nada santo. C. H. S.



Esto sugiere una palabra para los impíos. Vigilad que con vuestro odio implacable a la verdad y a la iglesia de Dios no pongáis en marcha sus oraciones contra vosotros.



Estas oraciones imprecatorias de los santos, cuando están dirigidas al blanco, y debidamente enviadas, son de efectos devastadores. «¿No hará justicia Dios a sus escogidos, que claman a él de día y de noche, aunque tenga paciencia» con ellos? Os digo que pronto les hará justicia» (Lucas 18:7, 8). Estas no son palabras vacías, como las imprecaciones que profieren los impíos en el aire y desaparecen con su aliento, sino que son recibidas en el cielo, y devueltas con truenos y relámpagos sobre la cabeza de los impíos.



La oración de David dio al traste con las intrigas de Ahitofel, y echó a perder sus planes. Las oraciones de los santos son más de temer como dijo y sentía cierta reina- que los ejércitos de veinte mil hombres en el campo de batalla. La oración de Ester aceleró la ruina de Amán, y la de Ezequías contra Senaquerib llevó a su inmensa hueste al matadero e hizo descender un ángel del cielo para las ejecuciones aquella noche. W. Gurnall



Meditaré en tus mandamientos. El verbo asiach, en la segunda cláusula del versículo, puede ser traducido «hablaré de», o bien «meditaré sobre»; implica que, una vez obtenida la victoria, iba a proclamar la bondad de Dios que había experimentado. El hablar de los estatutos de Dios es equivalente a declarar, a partir de la ley, cuán fielmente guarda El a sus santos, y de qué modo tan seguro los libra, y cuán justamente venga las injusticias que se les hacen. J. Calvino



Vers. 79. Vuélvanse a mí todos los que te temen y conocen tus testimonios. David tenía dos frases descriptivas para los santos: los que temen a Dios, y los que conocen a Dios. Las dos poseen devoción e instrucción; tienen el espíritu y la ciencia de la verdadera religión. No nos importan los tontos devotos ni los intelectuales glaciales. C. H. S.



El temor y el conocimiento hacen al hombre piadoso. El conocimiento sin el temor engendra presunción; el temor sin el conocimiento engendra superstición; y el celo ciego, como un caballo ciego, tiene mucho vigor, pero tropieza por todas partes. El conocimiento debe dirigir al temor, y el temor debe sazonar al conocimiento; entonces hay una mezcla apropiada en la composición. T. Manton



Vers. 80. Sea mi corazón íntegro.



Fiel Salvador, Tú sabes nuestra historia;

el corazón que a tus pies ponemos

es débil, pecaminoso e insincero.

Mas, por tu gloria, sánalo,

y límpialo de pecado y engaño.

Te quiere a medias. Y nos damos cuenta

que sólo es fiel el íntegro;

sólo la ofrendo entera basta.

Ponlo, pues, entero ante el altar;

sea, pues, íntegro para poder ser fiel.

¿Sólo te quiere a medias? Señor,

¿podemos negarte algo, cuanto Tú lo das todo,

lluvias de bendiciones

y promesas de oro;

y todo sin reservas y sin reclamar nada?

Francis Ridley Havergal



Avergonzado. Dijo Pitágoras: «Ten respeto de ti mismo; no te avergüences de ti mismo.» Dios tiene un espía delegado dentro de nosotros y toma nota de nuestra conformidad o falta de ella a su voluntad, y, después de cometido el pecado, fustiga el alma con el sentimiento de su propia culpa y locura, como el cuerpo es azotado con el látigo. Manton



EXPOSICIÓN DE LOS VERSÍCULOS 81 AL 88



Esta porción del gigantesco Salmo ve al Salmista in extremis. Sus enemigos le han puesto en su condición más profunda de angustia y depresión; con todo, él es fiel a la ley y confía en su Dios. Esta octava es la medianoche del Salmo y es muy tenebrosa. Brillan, sin embargo, las estrellas y, en el último versículo, la promesa del alba. C. H. S.



Vers. 81. Desfallece mi alma por tu salvación, y espero en tu palabra. Cree cuando te halles bajo la nube y espera en El, cuando no haya luz ni de la luna ni de las estrellas. Que la fe viva y respire y eche mano de la salvación cierta de Dios cuando las nubes y la oscuridad te rodean y parece que te estás pudriendo en una cárcel sin salida.



¡Oh recia palabra de la fe: «Aunque me matare, en él esperaré»! ¡Oh dulce epitafio escrito sobre la losa de la tumba de un creyente que partió, que dice: «Muero esperando, y mi polvo y cenizas creen en la vida»! Retén firmemente a Cristo en la oscuridad; sin duda, verás la salvación de Dios. Samuel Rutherford



Vers. 82. Desfallecen mis ojos por tu palabra, mientras digo: ¿Cuándo me consolarás? El leer esta palabra hasta que los ojos ya no ven es sólo algo pequeño comparado con el velar esperando el cumplimiento de la promesa hasta que los ojos interiores de la expectativa empiezan a nublarse por la demora. No podemos marcar fechas a Dios, porque esto seria poner límites al santo de Israel; con todo, podemos instar e insistir en nuestro ruego con importunidad y hacer una pesquisa ferviente sobre por qué se demora la promesa. C. H. S.



Vers. 83. No he olvidado tus estatutos. La gracia es un poder viviente que sobrevive a lo que podría asfixiar a todas las otras formas de existencia. El fuego no puede consumirlo, ni el humo sofocarlo. Un hombre puede ser reducido a la piel y los huesos, y todo su consuelo secarse dentro de él, y, con todo, puede mantenerse aferrado a su integridad y glorificar a su Dios. C. H. S.



Vers. 85. Y no proceden según tu ley. No podrían proceder según la ley de Dios cuando están haciendo estas cosas. Quizá se refiere al hecho más que a los hombres. «Los soberbios me han cavado fosas, y no proceden según tu ley», lo cual es contra tu ley; y parece que lo hacen porque es contra tu ley, deleitándose en la maldad de lo que hacen. Estos hombres parecen embeber el espíritu malvado que Milton adscribe al arcángel caído. «Mal, sé tú mi bien.» J. Stephen



Los malvados me han contado fábulas, pero no según tu ley (versión de la Septuaginta). La razón especial por la que desea ser librado de la compañía de los malvados es que siempre están tentando a los píos describiéndoles los placeres del mundo, lo cual no son más que fábulas, placeres pasajeros y sucios, más falaces que reales, nada como los placeres sólidos y nobles que siempre fluyen de la observancia de la ley del Señor. R. Bellarmine



Vers. 87. Por poco me extirpan de la tierra. Sus enemigos casi le habían destruido para poderle hacer fallar del todo. Si pudieran habérselo tragado, o quemado vivo; cualquier cosa, con tal de poner fin a un buen hombre. Los leones están encadenados; pueden rugir, pero sólo pueden hacer lo que Dios les permite.



Si estamos resueltos a morir antes que abandonar al Señor, podemos estar seguros de que no moriremos, sino que viviremos hasta ver el derrocamiento de aquellos que nos aborrecen. C. H. S.



EXPOSICIÓN DE LOS VERSÍCULOS 89 AL 96



Vers. 89. Para siempre, oh Jehová, permanece tu palabra en los cielos. La palabra de Jehová no es voluble ni incierta; está establecida, determinada, es fija e inmutable. Las enseñanzas del hombre cambian con tal frecuencia que nunca se puede decir que estén establecidas; pero la Palabra del Señor es desde antiguo la misma y permanecerá sin cambio eternamente. Algunos no son nunca más felices que cuando lo pueden trastornar y cambiar todo; pero la mente de Dios no está con ellos. C. H. S.



Hemos llegado al centro del Salmo, y el hilo de la conexión es interrumpido a propósito. Implica que, como Dios es eterno, también lo es su Palabra, y que tiene una representación apropiada tanto en el cielo como en la tierra. Que como su Palabra está firme en el cielo, así es su fidelidad en la tierra, donde las aflicciones de los fieles parecen contradecirlo. T. Manton



Aun cuando la paciencia le falló a Job, su fe no le falló. Aunque Dios mate todas las demás gracias y c9n suelos, y mi alma también, con todo, El no matará mi fe, dice. Si El separa mi alma del cuerpo, no separa la fe de mi alma. Y, por tanto, el justo vive por fe más bien que por las otras gracias, porque cuando todo ha desaparecido permanece la fe, y la fe permanece porque permanece la promesa: Para siempre, oh Señor, tu palabra está establecida en los cielos. M. Lawrence



Vers. 90. Como tú has fijado la tierra, y está firme. Cuando vemos al mundo manteniendo su lugar y todas sus leyes permaneciendo iguales, tenemos en ello la seguridad de que el Señor será fiel a su pacto y no permitirá que la fe de su pueblo sea puesta en oprobio. Si la tierra permanece, la creación espiritual permanecerá; si la Palabra de Dios basta para establecer el mundo, sin duda es suficiente para el establecimiento del creyente individual. C. H. S.



Vers. 91. Por tu ordenación subsisten todas las cosas hasta hoy. El hombre puede destruir una planta, pero no tiene poder para forzarla a desobedecer las leyes dadas por el Creador común. Uno puede impedir el paso al crecimiento de una rama, pero ésta se aparta silenciosamente, y empieza a avanzar con paciencia y de modo irresistible en su dirección designada. James Neil



Algunas de las flores del mundo, y, más extraño aún, algunas de las plantas más jugosas y suculentas que conocemos, adornan la arena desolada del Cabo de Buena Esperanza, y no florecen en otros puntos. Si se rompe la rama de un árbol de modo que se ponga hacia arriba la parte de las hojas que estaba hacia abajo, al cabo de poco aquellas hojas han dado media vuelta y adoptado su posición anterior.

Los hombres voluntariosos pueden desafiar a su Hacedor y reducir a la nada sus órdenes sabias y misericordiosas; pero esto no lo hace la naturaleza. Es bueno, ciertamente, para nosotros que sus otras obras no hayan errado siguiendo la pauta de nuestra rebelión; el tiempo señalado para la siembra y la siega, el frío y el calor, el verano y el invierno, el día y la noche, con su provisión correspondiente, no ha cambiado. Los preceptos impuestos sobre la vegetación cuando Dios la creó en el tercer día siguen válidos y a ellos rinde la planta aún implícita sumisión. La planta más tierna antes morirá que transgredirlos.



¡Qué contraste tan grande presenta a esto la conducta del hombre, la obra más noble de la creación de Dios, dotado de razón y un alma inmortal, y, con todo, destruyendo su salud, sus poderes mentales, contaminando su espíritu inmortal; en una palabra, esforzándose locamente por frustrar cada uno de los propósitos para los cuales estaba formado. James Neil



Pues todas ellas son siervas tuyas. Por esta Palabra que está establecida nosotros podemos ser establecidos; por la voz que afianza la tierra podemos ser afianzados nosotros, y por la orden que obedecen todas las cosas creadas podemos ser hechos siervos del Señor Dios Todopoderoso. C. H. S.



Vers. 92. Si tu ley no hubiese sido mi delicia, ya habría perecido en mi desdicha. En nuestros períodos más oscuros no hay nada que prevenga nuestra desesperación como la promesa del Señor; sí, a veces parece que no hay nada entre nosotros y la autodestrucción, excepto la fe en la Palabra eterna de Dios. Cuando estábamos agotados por el dolor, y el cerebro ofuscado y la razón casi extinguida, un texto dulce ha susurrado seguridad alentadora, y nuestra pobre mente ha reposado de su lucha en el seno de Dios. Lo que era nuestro deleite en la prosperidad ha sido nuestra luz en la adversidad; lo que de día nos ha impedido la presunción, de noche nos ha impedido perecer. C. H. S.



El deleite en la Palabra de Dios es el antídoto contra la ruina y destrucción del santo afligido. La Palabra de Dios es ungüento para el santo enfermo, cordial para el santo moribundo, una medicina preciosa para evitar que el pueblo de Dios perezca en tiempo de aflicción.



Fue ella que sostuvo a Jacob para que no se hundiera cuando su hermano Esaú avanzaba furiosamente para destruirle (Génesis 32:12). Rogó: «Y tú dijiste: Yo te haré bien», etc. De este modo la promesa de Dios le Sostuvo. Esta también sostuvo a Josué y le permitió luchar valerosamente las batallas del Señor, porque Dios había dicho: «No te dejaré ni te abandonaré» (Josué 1:5).



Melanchthon dijo que el Landgrave de Hesse le había dicho en Dresden que le habría sido imposible resistir las muchas miserias de tan largo encarcelamiento de no ser por el consuelo de las Escrituras en su corazón. Edmund Calamy



La pobre viuda había recibido su asignación diaria y acudió a la tienda para gastarla de la mejor manera posible. Tenía sólo unas monedas de cobre. Las gastó: un penique de esto, un penique de aquello, todo necesario en el estado de agotamiento en que se hallaba.



Llegó al último penique y, con una expresión de heroísmo y resignación en su arrugado rostro, dijo: «Ahora he de comprar aceite, pues he de leer la Biblia durante la noche.» Es mi consuelo cuando todo lo demás ha desaparecido. Alexander Wallace



Este versículo podría llamarse un sahumerio contra la plaga, el ungüento del enfermo, la consolación del hombre afligido, y un bendito triunfo sobre todas las tribulaciones. R. Greenham



Vers. 94. Tuyo soy yo, sálvame, porque voy buscando tus mandamientos. Si tenemos tanto amor que nos ofrecemos nosotros, mismos a Dios para ser suyos, mucho más el amor de Dios hará que El se nos ofrezca a nosotros, porque Dios ama primero, más y de modo más firme. Si mi corazón se dirige hacia Dios, mucho más el corazón de Dios hacia mí, porque hay amor en la fuente. Joseph Symonds



Vers. 95. Los impíos me han aguardado para destruirme. La preservación de Daniel en el foso de los leones fue un gran milagro, pero no es un milagro menos maravilloso de Dios el que los fieles que forman el rebaño de Cristo sean preservados cada día en medio de los impíos, que son como lobos rapaces, sedientos de la sangre de los santos de Dios, y tienen un propósito cruel en su corazón para destruirlos. W. Cowper



Vers. 96. De todo lo perfecto he visto un límite. Estaría bien si alguno que profesa ser perfecto pudiera incluso ver el comienzo de la perfección, porque tememos que no pueden haber comenzado bien, pues de otro modo no hablarían con tal engreimiento. ¿No es el comienzo de la perfección el lamentar la imperfección? C. H. S.



El hombre, con su ojo corporal, puede contemplar el fin de muchas perfecciones en el mundo, de muchas haciendas hermosas, grandes hermosuras, grandes puertos, familias prometedoras; pero el hombre con el ojo del alma (o sea, su fe) puede ver el fin de todas las perfecciones terrenas. Puede ver el mundo en llamas, y toda su pompa y orgullo, gloria y valentía, coronas y cetros, riquezas y tesoros, hechos cenizas. Puede ver que los cielos pasan como un rollo, y los elementos derritiéndose por el tremendo calor, y la tierra, con todas las cosas que hay en ella, consumida; y todas sus perfecciones, sobre las que los hombres se envanecen, desapareciendo en humo y nada.



¡Cuán inmenso es tu mandamiento! Toma nota de que la ley, que es tu marca, es inmensa. Y con todo, no es fácil dar contra ella, porque para acertarla tienes que apuntar; en todo deber de la misma, con una ejecución de igual amplitud, pues de lo contrario no puedes acertarla. Stephen Marshall