Charles Spurgeon Collection: Spurgeon - C.H. - Tesoro de David (Treasury of David): 119d Salmo 119:94-136

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Charles Spurgeon Collection: Spurgeon - C.H. - Tesoro de David (Treasury of David): 119d Salmo 119:94-136



TOPIC: Spurgeon - C.H. - Tesoro de David (Treasury of David) (Other Topics in this Collection)
SUBJECT: 119d Salmo 119:94-136

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Salmo 119

EXPOSICIÓN DE LOS VERSÍCULOS 97 AL 104



Vers. 94. ¡Oh, cuánto amo yo tu ley! La amamos por su santidad y anhelamos ser santos; la amamos por su sabiduría y nosotros estudiamos para ser sabios; la amamos por su perfección y deseamos ser perfectos. Los que conocen el poder del evangelio se dan cuenta de su infinita hermosura en la ley cuando la ven cumplida y personificada en Cristo Jesús. C. H. S.



Aquí no se habla de conocer, leer, oír, decir o practicar exterior-mente la ley, sino de amarla; esto es más que todo lo anterior; todo lo anterior puede existir sin esto, pero no esto sin lo primero.



Si David estaba en el exilio o huyendo, es posible que alguien piense que su corazón había de estar ocupado por su esposa e hijos y otros amigos, de modo que quedaría poco espacio para otras cosas en él; y había de decir: «¡Oh, cuánto amo yo estas cosas! ¡Cuán turbado está mi corazón pensando en ellas, a causa de mi gran amor a ellas!»



Además, ¿no es digno de notar que no pudieran extinguir, suprimir o enfriar su amor ninguna de las tribulaciones que David estaba pasando constantemente, ni tampoco sus honores, riquezas, placeres o esperanzas?



Cristo mismo amaba la Palabra de Dios más de lo que amaba las riquezas; porque ¿no se sometió, con miras a la ejecución de su Palabra, a una pobreza tal que no tenía donde reclinar su cabeza? Y aunque era el heredero de todas las cosas, algunas mujeres tenían que proveerle de lo indispensable para subsistir. Amaba la Palabra de Dios más de lo que amaba a su madre, hermanos y hermanas.



Sí, Cristo amaba la Palabra de Dios más que a su propia vida; porque ¿no dio su vida para cumplir la Palabra de Dios? Si Jesús mismo amaba la Palabra más que a todas las demás cosas, más que a su propia vida, que era superior a la vida de los ángeles, ¿no había buenas razones por las que David la amara igualmente? ¿No tenía David tanta necesidad de ello como Cristo? Thomas Stoughton



Si se me concediera la gracia que recibió Ezequías, y se añadieran quince años a mi vida, sería mucho más solícito en acudir al trono de la gracia. Si tuviera que renovar mis estudios, prescindiría de lo trivial -los historiadores, los oradores, los poetas de la antigüedad y dedicaría mi atención a las Escrituras de la verdad. Me sentaría con mayor asiduidad a los pies del divino Maestro y no desearía saber de nada sino de «Jesucristo, y él mismo crucificado».



Esta sabiduría, cuyos frutos son paz en la vida, consolación en la muerte y salvación perdurable después de ella, esto es lo que buscaría, y exploraría por los campos espaciosos y deleitosos del Antiguo y el Nuevo Testamento. Jas. Hbrvey



El que ama la salvación amará esta Palabra; le gustará leerla, le gustará escucharla; y aquellos que ni la leen ni la escuchan, Cristo dice claramente que no son de Dios. Edwin Sanys



Es mi meditación. Las Sagradas Escrituras no son un libro para el perezoso; no son un libro que pueda ser interpretado sin el Espíritu Santo por el cual llegó. Por ello, no pueden hacerlo los que lo niegan. Es más bien un campo, en cuya superficie, si bien a veces recogemos fácilmente man á, sin esfuerzo y de balde, con las manos, por otra parte, hay muchas porciones que han de ser cultivadas con ahínco y esfuerzo antes de que rindan fruto para el uso del hombre. Este pan de vida, también debe ser comido con el saludable sudor de nuestra frente. R. C. Trench



Vers. 98. Más sabio que mis enemigos me has hecho con tus mandamientos. Un hombre recto, sin intrigas, es un enigma para los diplomáticos; sospechan en él doblez sutil que no pueden comprobar, en tanto que él, indiferente a sus sospechas, se mantiene en el mismo nivel y desconcierta sus artes. Sí, «la sinceridad y la integridad son la mejor política». El que es enseñado por Dios tiene una sabiduría práctica que la malicia no puede proporcionar al astuto; aunque es inocente como una paloma, exhibe más prudencia que la serpiente. C. H. S.



Porque siempre están conmigo. Como un soldado en la batalla nunca debe dejar a un lado su escudo, así nunca hemos de apartar la Palabra de Dios de nuestra mente; siempre ha de estar con nosotros. C. H. S.



Un buen hombre, vaya donde vaya, lleva consigo su Biblia, si no en sus manos, en su cabeza y en su corazón. Matthew Henry



Vers. 99. He llegado a tener mayor discernimiento que todos mis maestros. Incluso allí donde el predicador es piadoso, participante de esta gracia él mismo, de la cual es un embajador para otros, sucede con frecuencia que de su ministerio resulta una mayor medida de luz y gracia para otros que para él mismo; así vemos que Agustín, que fue convertido e iluminado por Ambrosio, sobrepujó con mucho en conocimiento y en gracia espiritual al que le enseñó. Y aquí Dios nos muestra maravillosamente su gloria en que, sea cual sea el instrumento, El es el que dispensa luz y gloria, dando por medio de este instrumento más luz y gloria que la que éste tenía. Y esto no entristece nunca a un maestro piadoso, sino que es más bien para él materia para gloria. Wm. Cowper



Vers. 100. Porque he guardado tus mandamientos. San Gregorio observa con respecto a dos de sus discípulos que, si bien Cristo estaba hablando con ellos, no le conocían; pero al ejecutar un acto de hospitalidad hacia El, a saber, partir el pan con El, le conocieron, y fueron iluminados, no por oírle, sino porque cumplieron los preceptos de Dios. Todo el que quiera entender, pues, que primero se apresure a hacer lo que oye. Nathanael Hardy



Vers. 101. De todo mal camino retraigo mis pies, para guardar tu palabra. Un santo sabe que todo pecado es un golpe a la santidad de Dios, la gloria de Dios, la naturaleza de Dios, e} ser de Dios y la ley de Dios; y, por tanto, su corazón se yergue contra todos; mira al pecado, cada uno de ellos, como mira a los escribas y fariseos que acusaban a Jesús; y como Judas, que traicionó a Cristo; y como Pilato, que condenó a Cristo; y como los soldados que azotaron a Cristo; y como la lanza que atravesó su costado: y, por tanto, su corazón dama justicia sobre todos. Thomas Brooks



El verbo «retraigo» nos advierte que, por naturaleza, los pies nos llevan por el camino de toda clase de pecado, y corremos hacia él con la prisa de las pasiones humanas, de modo que incluso los sabios y entendidos necesitan frenar, retraer y retroceder sus pasos a fin de poder guardar la Palabra de Dios y no ser desechados.



Y, además, nótese que el verbo hebreo traducido aquí por «retraigo» es incluso más fuerte en significado, y denota «encadeno, aprisiono» mis pies, con lo cual podemos darnos cuenta de que no basta una leve resistencia para impedirles que vayan por mal camino. Agellius Y Genebrardus, en Neale Y Litledale



Vers. 102. No me aparto de tus juicios, porque tú me instruyes. El que es cuidadoso de no apartarse una pulgada del camino no lo abandonará. El que nunca toca una copa de bebida alcohólica no se emborrachará. El que nunca pronuncia una palabra ociosa no será un profano. El que empieza a apartarse un poco, no sabe nunca dónde terminará. C. H. S.



Vers. 103. ¡Cuán dulces son a mi paladar tus palabras! Más que la miel a mi boca. Cuando el Salmista se alimenta de ellas, las halla dulces; pero cuando da testimonio de ellas, le parecen más dulces aún. ¡Qué sabios seremos si, por nuestra parte, conservamos la Palabra en nuestro paladar por medio de la meditación y en nuestra lengua por la confesión! Ha de ser dulce a nuestro paladar cuando pensemos en ella, pues de otro modo no será dulce en nuestra boca cuando hablemos de ella. C. H. S.



Vers. 104. Por eso, odio todo camino de mentira. Los corazones fieles no son indiferentes a la falsedad; surge en ellos una santa indignación; como aman la verdad, aborrecen la mentira. Los santos tienen un horror total a todo lo que es falso; no toleran la falsedad o la locura; se oponen vigorosamente a toda clase de error de doctrina o maldad en la vida. El que ama un pecado está en coalición con un enjambre de pecados; no hemos de tener tregua con ninguno de estos amalecitas, porque el Señor quiere guerra con ellos de generación en generación, y nosotros también hemos de quererla.



Es bueno aborrecer... ¿Qué? Si, no aborrecer a ningún ser humano, sino aborrecer «todo camino de mentira». El camino del egoísmo, de la justificación propia, de la mundanalidad, del orgullo, de la incredulidad, de la hipocresía, todos éstos son caminos falsos, y, por tanto, no sólo hemos de evitarlos, sino que hemos de odiarlos. C. H. S.



Un hombre piadoso no sólo hace lo que es bueno, sino que se deleita en hacerlo, su alma se apega a ello; está en su elemento cuando está haciéndolo; no hay nada que más le cuadre y agrade que hacer su deber; lo ama, sí, le gusta hacerlo, y lo ama aunque no pueda hacerlo. Joseph Caryl



La totalidad es un signo seguro de sinceridad. Herodes esquiva algunos pecados, en tanto que saborea otros en su boca. Un hipócrita siempre deja al diablo algunos huevos en el nido, para que los empolle, aunque se lleve muchos.



Algunos no quieren comprar determinada mercancía porque no se la ofrecen al precio que quieren, pero gastan el mismo dinero en otras cosas; lo mismo los hipócritas evitan ciertos pecados; si, les desagradan porque no pueden cometerlos sin que resulte oprobio o enfermedad de ellos, o por alguna otra desventaja, pero dedican el mismo amor a otros pecados que se acomodan mejor a sus designios.



Algunos afirman que el mar pierde por un lado lo que gana por otro; del mismo modo, el terreno de la corrupción de los no convertidos pierde por un lado lo que gana por otro. Hay en él una concupiscencia que es la predilecta; algún pecado dominante que, como Agag, ha de ser eximido cuando los demás son destruidos. «En esto el Señor sea misericordioso a tu siervo», dijo Naamán. Pero ahora se le dice al regenerado: «limpiémonos de toda contaminación de carne y de espíritu» (2! Corintios 7:1). Geo. Swinock



El odio al pecado es un afecto o pasión implacable, podríamos decir homicida; persigue al pecado con el corazón ardiente hasta la muerte, como uno que venga sangre, esto es, la sangre del alma, que el pecado derrama, y la sangre de Cristo, que el pecado ha derramado.



Odia al pecado de modo completo y perpetuo, y entonces no vas a eximirlo, sino que acabarás ex terminándolo. Hasta que odies el pecado, éste no puede ser mortificado; no clamarás contra él, como los judíos contra Cristo: «¡Crucifícalo, crucifícalo!», si no que le mostrarás indulgencia, como David con Absalón: «Tratad bien al muchacho -a este deseo carnal o aquel- por amor a mí. » La misericordia al pecado es crueldad al alma. Edward Reyner



Todo pecado es una mentira. Por medio de él intentamos engañar a Dios. Pero en realidad engañamos a nuestras almas (Proverbios 14:12). No hay engaño como la locura de creer que una carrera en el pecado puede llevarnos a la felicidad. Wm. Plumer



EXPOSICIÓN DE LOS VERSÍCULOS 105 AL 112



Vers. 105. Lámpara es a mis pies tu palabra. Toda persona debería hacer uso de la Palabra de Dios de modo personal, práctico y habitual, para poder ver su camino y lo que hay en él. C. H. 5.

Lo que todos queremos no es ver maravillas que nos asombren, o extasiamos en visiones y arrobamientos, sino un poco de luz en el camino abrupto y oscuro que hemos de seguir, una lámpara que alumbre de modo seguro y nos ayude en la tarea que tenemos que hacer. Las estrellas son infinitamente más sublimes, los meteoros más deslumbrantes; pero la lámpara que brilla en un lugar oscuro está infinitamente más cerca de nuestras necesidades prácticas. De «The Expositor»



Después de haber andado dos millas para visitar un vecindario en que pocos podían leer, con el objetivo de pasar la velada leyendo a una compañía que estaba reunida para escuchar, y estando ya a punto de regresar por una senda estrecha, a través de bosques, en que el camino se bifurcaba varias veces, se me proveyó de una antorcha de tea. Objeté que era demasiado pequeña, pues pesaba menos de media libra. «Le llegará hasta su casa», contestó mi huésped. Le dije: «El viento la apagará.» Me respondió: «Estará encendida hasta que llegue a su casa.» «Pero ¿si llueve?», dije. El replicó: «Le iluminará hasta su casa. »



A pesar de mis temores, tuve luz abundante en el camino hasta casa y me proporcionó una ilustración apropiada, creo, de la forma en que nuestros corazones indecisos podrían ser guiados por la «senda estrecha». Si aceptáramos la Biblia como nuestro guía, sería una lámpara para nuestros pies, que iluminaría nuestro camino al cielo. Uno me dijo que tenía cinco objeciones a la Biblia. Le contesté que si la tomara como lámpara para sus pies «le iluminaría hasta llegar a casa». Otro me dijo que hallaba dos faltas en la Biblia, y le contesté con las palabras de mi amigo que me proveyó la antorcha: «Te iluminará hasta llegar a casa.» «The American Me ssenger»



Todo depende de la forma en que usemos la lámpara. Uno cuenta que cuando era muchacho se sentía orgulloso de llevar la linterna de su maestro de Escuela Dominical. El camino a su escuela pasaba por calles fangosas y no iluminadas. El muchacho sostenía la linterna demasiado alta, y los dos se metieron en fango espeso. «¡Ah, debes sostener la lámpara más baja!», exclamó el maestro cuando pudieron salir del charco fangoso. El maestro, entonces, le explicó nuestro texto, y el que cuenta la historia dice que nunca olvidó la lección de aquella noche. Es fácil llevar la linterna demasiado alta; pero muy raro que la llevemos demasiado baja. James Wells



Vers. 106. Juré y lo confirmo que guardaré tus juicios. Hay que remozar con frecuencia las resoluciones santas. Un soldado indeciso en la lucha es derrotado fácilmente. El valor verdadero arrolla las dificultades que anularían a un ánimo pasivo y vacilante. La resolución hará para un hombre débil de voluntad más que la fuerza para el cobarde. Stephen Charnock



Teodorico, arzobispo de Colonia, cuando el emperador Segismundo le preguntó el camino más directo y rápido para alcanzar la verdadera felicidad, contestó brevemente: «Cumple cuando estás bien de nuevo lo que prometiste cuando estabas enfermo.» David lo hizo; hizo votos en la guerra, y los pagó en la paz; y así deben hacer los hombres buenos; no como el astuto diablo, del cual nos cuenta el que escribió el siguiente epigrama:



El diablo estaba enfermo, quería hacerse monje;

el diablo estaba bueno, el diablo era un monje.



¡No seas como muchos hoy en día, que si la mano de Dios cae algo pesada sobre ellos, hacen toda clase de promesas acerca de cómo enmendarán su vida! Cuando la vara se aparta de su espalda todo es olvidado; es más, muchas veces sucede que son peores que antes. John Spencer



Vers. 107. Hazme vivir, oh Jehová, conforme a tu palabra. El Señor ha prometido, preparado y provisto esta bendición de vida renovada para todos sus siervos que esperan en El. C. H. S.



Vers. 109. Mi alma está de continuo en peligro. David vivía en medio de peligros. Tenía que luchar constantemente para sobrevivir, escondiéndose en cuevas, luchando en combates. Esta es una situación muy inconveniente, y un hombre así se comprende que procure hallar cualquier expediente justificable por el cual terminar una condición semejante; pero David no se descarría del buen camino para hallar seguridad en el pecado, porque dice: No olvido tu ley. Dicen que todas las cosas son aceptables en el amor y la guerra; pero el santo no piensa así; su vida está expuesta en todo momento, la lleva en la mano, pero en su corazón lleva la ley. C. H. S.

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Llevaba la vida en su mano, dispuesta a darla cuando Dios la requiriera. Y esto hay que observarlo: que no hay ninguna tribulación que esté más dispuesta a tomar la vida de los hijos de Dios que no ellos a entregarla.



Como Elías salió a la boca de la cueva para encontrar al Señor, y Abraham salió a la puerta de su tienda para hablar con el ángel, también el alma de los fieles está dispuesta a salir a la puerta del tabernáculo de su cuerpo para mudar de lugar cuando el Señor 10 ordene; en tanto que el alma de los impíos se retrae, se esconde, como Adán entre los arbustos, y hay que hacerla salir del cuerpo por la fuerza, como a la de aquel mundano: «Esta noche vienen a pedir tu alma»; pero nunca sacrifican sus almas voluntariamente al Señor. W. Cowper



Si alguno lleva en la mano un vaso frágil, de cristal o material semejante, lleno de licor precioso, especialmente si la mano es débil o si hay obstáculos alrededor, con dificultad evitará que se quiebre el vaso y se derrame el contenido.



Tal es la condición de mi vida que yo, rodeado de enemigos, la llevo en la mano; y, por tanto, expuesta a tal riesgo que siempre tengo la muerte ante mi vista, colgando de un hilo muy endeble. Andreas Rivetus



Agustín en este lugar confiesa con franqueza que no entien4e lo que quiere decir David con la expresión «tener el alma entre las manos» (según el original); pero Jerónimo, otro de los antiguos, nos enseña que esto es un hebraísmo y significa hallarse en un estado de peligro extremo. Los griegos también han hecho de la idea un proverbio que dice lo mismo. J. Caryl



Vers. 110. Me han tendido un Zazo los impíos. A los impíos les es totalmente indiferente la forma en que destruyen a un buen hombre, no tienen mejor opinión de él que de un conejo o una rata; la astucia y la traición siempre se alían con la malicia, y todo sentimiento caballeroso es desconocido entre ellos, que tratan al que es piadoso como una alimaña que hay que exterminar. C. H. S.



Los llama impíos; lo cual implica tres cosas: primera, que obran impiedad; segunda, que la aman; tercera, que perseveran en ella. Wm. Cowper



El impío, en el comer, nos induce a la glotonería; en el amor, a la lujuria; en el trabajo, a la pereza; en la conducta, a la envidia; en la corrección, a la ira; en el honor, a la altanería; en el corazón, a los malos pensamientos; en la boca, a las palabras; en las acciones, a las malas obras; cuando despertamos nos induce a malas acciones; cuando dormimos, a sueños impuros. Girolamo Savonarola



Me han tendido un lazo, pero yo no me desvié de tus mandamientos. No es el que le echen el anzuelo lo que causa daño al pez, sino el morderlo. T. Watson



Vers. 111. Porque son el gozo de mi corazón. No dice que los testimonios de Dios acarrean gozo, sino que son gozo; no hay otro gozo como no sea el deleite en la ley del Señor. Para cualquier otro goce, el rey sabio dijo a la risa: «tú enloqueces»; y a la alegría: «¿De qué sirves?» El gozo verdadero son las arras que tenemos del cielo, es el tesoro del alma, y, por tanto, está guardado en un lugar seguro; y nada de lo que ponemos en este mundo es seguro. Abraham Wright



Vers. 112. Mi corazón incliné. El profeta, a fin de definir brevemente lo que es servir a Dios, afirma que él ha aplicado no sólo sus ojos, manos o pies para guardar la ley, sino que empezó con el afecto del corazón. Juan Calvino



Hasta el fin. Nuestra vida sobre la tierra es una carrera; es en vano que empiece a correr rápidamente el que luego desmaya y cede antes de llegar al fin. Y esto lo tipificaba (dice Gregorio) el que en la ley la cola del animal era sacrificada con el resto: la perseverancia lo corona todo. Es bueno empezar bien; esforcémonos en perseverar hasta el fin. Wm. Cowper



EXPOSICIÓN DE LOS YERSÍCULOS 113 AL 120



Vers. 113. Los pensamientos vanos aborrezco, mas amo tu ley. Lo opuesto a la ley de Dios, fija e infalible, es la opinión del hombre indeciso, cambiante. David sentía un desprecio profundo por esto; toda su reverencia y consideración iban a la palabra segura de testimonio. En proporción a este amor a la ley estaba su aborrecimiento a las invenciones de los hombres. Los pensamientos de los hombres son vanidad; pero los pensamientos de Dios son verdad. Oímos mucho en estos días de «intelectuales», «predicadores que piensan» y «pensamiento moderno»; ¿qué es esto sino el antiguo orgullo del corazón humano? El hombre vano quiere ser sabio. El Salmista no se gloría en sus pensamientos. Cuando el hombre piensa lo mejor que puede, sus pensamientos más elevados quedan por debajo de los de la revelación divina, como la tierra queda debajo de los cielos. C. H. S.



La vanidad de su corazón le era una carga. Una nueva criatura es tan cuidadosa contra la maldad en la cabeza, o en el corazón, como en la vida. Un hombre piadoso debería ser más puro a la vista de Dios que a la vista de los hombres. Sabe que nadie sino Dios puede ver los extravíos de su corazón y los pensamientos de su cabeza; con todo, es tan cuidadoso de que los pecados no asomen la cabeza como de que se hagan manifiestos. Stephen Charnock



La mente carnal se deleita en permanecer en estas imaginaciones afines a ella, y se solaza en la indulgencia en las ideas, cuando no se presenta oportunidad para gratificación de otro tipo, o cuando el hombre no se atreve a cometer la trasgresión real. Pero la mente espiritual retrocede ante ellas; estos pensamientos pueden presentarse de vez en cuando como intrusos, pero no son bien recibidos y se les echa al punto; en tanto que otros temas, como la Palabra de Dios, son atesorados rápidamente para que ocupen la mente más provechosa y deleitosamente durante las horas de asueto y retiro.



No hay mejor prueba de nuestro verdadero carácter que el efecto habitual de los pensamientos vanos en nuestra mente -sea silos amamos y nos los permitimos, o silos aborrecemos, vigilamos y oramos contra ellos. Thomas Scott



El sentir desagrado hacia el mal no es suficiente; sino que se nos requiere un aborrecimiento perfecto contra toda suerte y grado de pecado. David Dickson



Pensamientos vanos. La palabra se usa para indicar las opiniones de los hombres; y puede aplicarse a todas las opiniones heterodoxas, doctrinas humanas, herejías condenables; éstas son incompatibles con las perfecciones de Dios, despectivas de su gracia y de la persona y oficios de Cristo; y contrarias a la Palabra, y, por tanto, son rechazadas y aborrecidas por los hombres buenos. John Gill



Pensamientos vanos. En hebreo seaphim, indecisión entre dos opiniones (ver 1º Reyes 18:21). De ahí que signifique dudas escépticas. Christopher Wordsworth



Pero amo tu ley. Los entendidos que se deleitan en los estudios están insistiendo constantemente sobre alguna noción que puede hacer progresar sus conocimientos, y se aferran a ella como el hierro al imán. El que es sostenido ppr «las alas del divino amor»,a Cristo dará miradas frecuentes hacia El y hará vuelos cortos hacia El, incluso en medio de los negocios del día, para una visita.



El amor, al mismo tiempo, es una gracia que afianza; aumenta nuestro deleite en Dios, en parte por la visión de su bondad, que se muestra en el mismo acto de amar; en parte por las recompensas que da al comportamiento afectuoso de sus criaturas; los dos impedirán que el corazón dé cabida a compañeros disolutos como son los malos pensamientos. Stephen Charnock



Nota que no dice es libre de vanos pensamientos, sino que los »aborrece»; el aprecio que siente por ellos es el que sentiría por una cuadrilla de ladrones que entrara en su casa. Wm. Gurnall



Vers. 114. En tu palabra espero. De todos los ingredientes que endulzan la copa de la vida humana no hay ninguno más rico o poderoso que la esperanza. Su ausencia amarga la suerte más dulce; su presencia alivia el más profundo dolor. Rodeadme de todos los goces que puede despertar la memoria o conceder las posesiones -sin esperanza no bastan.



En la ausencia de esperanza hay tristeza en los goces pasados y presentes también. Pero aunque me quitéis todos los goces que pueden conferir el pasado y el presente, si el mañana brilla con esperanza, estoy contento en medio de mi mal. De todos los motivos que mueven a los hombres en esta tierra asendereada, el de la esperanza es el que está más ocupado. Es el bálsamo más dulce que suaviza nuestras penas, el rayo más brillante que dora nuestros placeres.



La esperanza es el más noble de los hijos, el primogénito, de las previsiones y los pronósticos. Sin ella, el ganado que no piensa está contento en su presente abundancia. Sin ella, el hombre que reflexiona no puede ser verdaderamente feliz. Wm. Grant



Vers. 115. Apartaos de mí, obradores de maldad. Como si dijera: no habléis más, no me molestéis, estoy resuelto en mi curso, he jurado y estoy firmemente resuelto a guardar los mandamientos de mi Dios; con la ayuda de Dios, me mantengo firme en este puesto, y el mundo entero no puede arrancarme de él. Robert Sanderson



Es difícil, incluso en el caso de un milagro, el guardar los mandamientos de Dios y malas compañías al mismo tiempo; por tanto, cuando David quiere maridarse a los mandamientos de Dios, para amarlos, vivir con ellos, en la adversidad o la prosperidad, hasta el fin de sus días, se ve forzado a dar carta de divorcio a las malas compañías, sabiendo que, de otro modo, no habría manera de hacer el enlace. Geo. Swinock



Vers. 116. Y no quede yo avergonzado de mi esperanza. Podemos sentirnos avergonzados de nuestros pensamientos, nuestras palabras y nuestros hechos, porque brotan de nosotros mismos; pero nunca nos avergonzaremos de nuestra esperanza, porque brota del Señor, nuestro Dios. Tal es la fragilidad de nuestra naturaleza que, a menos que seamos sostenidos constantemente por la gracia, caeremos en tal hediondez que quedaremos avergonzados de nosotros mismos y de todas las gloriosas esperanzas que ahora son la corona de gloria de nuestra vida.



El varón de Dios adoptó bajo promesa la resolución más positiva; pero se da cuenta de que no puede confiar en su solemne decisión; de ahí estas oraciones. No es malo hacer resoluciones; pero será inútil hacerlas a menos que las rociemos bien con clamor confiado en Dios. David quería guardar la ley del Señor, pero primero necesitaba que el Señor de la ley le guardara a él. C. H. S.



Vers. 117. Apóyame, y seré salvo. David tenía miedo de tres cosas: Primera, una gran tentación fuera; porque la tentación sopla sobre el creyente de los cuatro vientos. Segunda, una gran corrupción dentro. Tercera, ejemplos de otros hombres dignos que habían caído antes, que han sido escritos para nosotros; no que hayamos de aprender a caer, sino a temer para no caer. Estos tres deben tenernos siempre humildes, conforme a la advertencia: «que piense estar firme, mire no caiga.» Wm. Cowper



Sostenme, Señor, por encima de la pequeñez en que he vivido demasiado tiempo, por encima de los lazos que me han entrampado tan a menudo, por encima de las piedras en que he tropezado, por encima del mundo, de mí mismo, más alto de cuanto he llegado hasta ahora, por encima de mi propia mortalidad; digno de Ti, digno de la sangre con que he sido comprado, más cerca del cielo, más cerca de Ti.



No hay elevación como la elevación de la humildad. Algunas veces por medio de la disciplina severa para someter al corazón, reforzarle, hacerle independiente de las cosas externas. A veces por la aflicción, que es su mano que empuña la nuestra, para sostenemos mejor. A veces poniendo en tu, corazón la idea de lo que necesitas; orar con la misma oración que El intenta concederte en aquel momento. Algunas veces haciendo ver que te suelta, y te abandona, en tanto que al mismo tiempo como a la mujer sirofenicia- nos está dando el deseo de persistir, para que pueda darte más al final. James Vaughan



Vers. 118. Porque su astucia es falsedad. Lo llaman una política de largo alcance, con previsión, pero es una falsedad absoluta y debería tratarse como tal. Los hombres corrientes lo llaman diplomacia, pero el hombre de Dios llama al pan, pan y al vino, vino, y dice que es falsedad y nada más, porque sabe que lo es a la vista de Dios. Los hombres que yerran del camino recto inventan excusas de buen aspecto con que engañarse a sí mismos y a otros, y así aquietar sus conciencias y mantener su reputación; pero su máscara de falsedad es transparente en demasía. Dios arrolla las falsedades; sólo sirven para ser despreciadas, pisoteadas y barridas con el polvo.



¡Qué horrible ha de ser para aquellos que se han pasado la vida inventando una religión a medida el ver que Dios lo pisotea todo como un monigote que no sirve para nada! C. H. S.



No habla aquí del engaño con el cual los impíos engañan a otros, sino de aquel con que se engañan a sí mismos. Y esto es doble: primero, porque buscan algo bueno en el pecado, lo cual el pecado promete engañosamente, pero no lo hallan nunca. Luego, porque se lisonjean con la idea vana de escapar del juicio, que irremisiblemente les alcanzará. Wm. Cowper



Vers. 119. Como escorias hiciste consumir a todos los impíos de la tierra. Incluso si un buen hombre se ve forzado a apartar de sí a los obradores de maldad, mucho más el Dios tres veces santo apartará de sí a los impíos. C. H. S.



¿En qué se caracterizan? En que aquí florecen; pero «sus nombres serán escritos en el polvo» (Jeremías 17:13).

Sus corazones y mentes están en el mundo (Mateo 6:19, 20). Su constitución natural es mundana; saborean las cosas del mundo; los ascensos, los honores, la grandeza, esto es, su unum magnum; aquí hay su placer, ésta es su porción, su esperanza y su felicidad. El hijo de Dios busca otra herencia, inmortal e incontaminada. T. Manton



Vers. 120. Mi carne se estremece por temor de ti. En vez de exultar sobre los que han caído en el desagrado de Dios, se humilla. Lo que leemos y oímos de los juicios de Dios sobre los malos debe llevarnos a: 1) reverenciar su terrible majestad, y temerle. ¿Quién puede estar delante de Jehová el Dios santo? (1º Samuel 6:20). 2) Temer para que no le ofendamos y seamos objeto de su ira. Los hombres buenos necesitan refrenarse del pecado mediante los terrores del Señor; especialmente cuando el juicio empieza en la casa de Dios y son descubiertos los hipócritas y desechados como escoria. M. Henry



EXPOSICIÓN DE LOS VERSÍCULOS 121 AL 128



Vers. 123. Mis ojos languidecen en pos de tu salvación. Lloró, esperó la mano salvadora de Dios, y estas actividades pusieron a prueba los ojos de su fe, hasta que estuvieron a punto de sucumbir. C. H. S.



Se dirigió a las promesas de Dios, y en tanto que esperaba su cumplimiento y observaba con ansia la palabra de la justicia de Dios, expresa su sentimiento abatido: Mis ojos languidecen en pos de tu salvación.



¡Ojalá que tuviéramos deseos tan ardientes y vivos de esta gran salvación que efectuará la victoria sobre todos nuestros enemigos espirituales y nos capacitará para gritar triunfantes por toda la eternidad en el nombre de nuestro Libertador Omnipotente! John Morison



Vers. 124. Enséñame. David tenía a Natán y Gad, los profetas, y, además de ellos, a los levitas ordinarios que le enseñaban. El leía la Palabra de Dios con diligencia y meditaba en la ley noche y día; pero reconoce que esto no era nada a menos que Dios le enseñara.



Otros maestros hablan al oído, pero Dios habla al corazón; así Pablo predicó a Lidia, pero Dios abrió su corazón. Oremos pidiendo esta gracia. Wm. Cowper



Vers. 126. Es hora de actuar, oh Jehová, porque han violado tu ley. ¡Oh, si viniera otro Pentecostés con todas sus maravillas para revelar la energía de Dios a los contradictores y hacerles ver que hay un Dios en Israel! El extremismo del hombre, ya sea en la necesidad o en el pecado, es la oportunidad de Dios. Cuando la tierra estaba sin forma y vacía, el Espíritu vino y se movía por la superficie de las aguas; ¿no debería venir cuando la sociedad está regresando al caos?



Cuando Israel, en Egipto, fue reducido al punto más bajo y parecía que el pacto quedaba anulado, entonces apareció Moisés y obró grandes milagros; así, también, cuando la iglesia de Dios es hollada y su mensaje ridiculizado, podemos esperar ver la mano del Señor extendida para reavivar la religión, defender la verdad y glorificar el nombre divino. C. H. S.



¿Hubo alguna vez un barco encalmado en medio del océano sin esperanza de salir adelante que la iglesia presente? ¿Clamó alguna vez la tripulación de algún barco con más frenesí pidiendo alguna brisa favorable que lo que deberían gritar los que dirigen la iglesia del Dios vivo? Si Dios no obra, ciertamente no hay delante de la iglesia otra perspectiva que la de derrota completa y derrocamiento. El mundo es mayor que la iglesia si Dios no está en ella. Pero si Dios está en ella, no será sacudida. ¡Ojalá que la ayude, y que esto sea pronto!



Algunas veces el sueño de la iglesia, como el de la tierra, es tan profundo que no puede ser despertada por agentes naturales como el viento, el fuego, el terremoto, que hacían estremecer al profeta a la boca de la cueva, y sin los cuales la voz que siguió, tan sosegada, pequeña y tierna, habría perdido gran parte de su poder conmovedor y de sosiego.



Cuando la sociedad ha sido drogada por la copa de Circe de la mundanalidad, las voces que llegan de la eternidad no son atendidas, si se las oye, por lo que el terror ha de cumplir su misión de misericordia. Los corazones de los hombres, frívolos y superficiales, han de volverse serios, sus ídolos han de ser desmenuzados, sus nidos derribados a pedradas de los árboles, donde los habían hecho con tanto cuidado, y hay que enseñarles que si esto es todo en la vida, no es sino un fantasma y una burla.



¿Cree la iglesia su credo? Lo escribe, lo proclama, lo canta, lo defiende, pero, ¿lo cree, o, por lo menos, lo cree con una fe que engendre por él entusiasmo o respeto por parte del mundo? ¿No se han vuelto las verdades que forman los símbolos metodizados de la iglesia proposiciones en vez de poder vivo? ¿No yacen embalsamadas con reverencia supersticiosa en el arca de la tradición, acariciadas tiernamente por lo que fueron e hicieron? Pero ¿no se ha olvidado que eran verdades, que no pueden morir y no están muertas? Son verdaderas ahora, o no lo fueron nunca; vivas ahora, o no vivieron nunca. El tiempo no puede tocarlas, ni las opiniones humanas, ni la pereza de la iglesia ni su incredulidad, porque proceden de la esencia divina, rebosando su vida inmarcesible. No son máquinas que se vuelvan anticuadas e inservibles y sean desplazadas por invenciones mejores; no son métodos o sistemas de procedimiento fraguados para condiciones pasajeras y que desaparecen con ellas; no son andamios sobre los cuales puedan erigirse otras verdades más elevadas de edad en edad.



Son como Aquel que es el fin de nuestra conversación: «Jesucristo es el mismo, ayer, hoy y por los siglos.» No hay uno de estos credos o símbolos si la fe que despierta en nosotros fuera conmensurada con su valor intrínseco, no revistiera a la iglesia de un poder nuevo y asombroso. Pero, ¿cuál sería este poder si la fe los abarcara a todos? Sería vida de entre los muertos. Enoch Mellor



Es hora de actuar, como cuando el ataque de alguna enfermedad se hace más severo y vas a buscar al médico para que acuda más rápidamente, no sea que, llegando tarde, no pueda ya hacer ningún bien.



Así, cuando el profeta ve en el Espíritu Santo la rebelión del pueblo, sus lujos, placeres, engaños, fraudes, avaricia, borracheras, corre a buscar la ayuda de Cristo, el cual es el único que puede remediar tales pecados; le implora que acuda, sin demora. Ambrosio, En Neale Y Littledale



La infidelidad nunca fue más Sutil, más dañina, más plausible, quizá más próspera, que en el día en que vivimos. Ha abandonado el terreno bajo de la vulgaridad, ordinariez y chabacanería en que se había mantenido, para elevarse a las alturas del criticismo, la filología y quizá la misma ciencia. Satura en una extensión temible nuestra literatura popular; se ha investido de los encantos de la poesía, para proyectar su hechizo sobre la mente pública; se ha entretejido con la ciencia, y el que no se dé cuenta de que ha sido esposada por una gran parte de las mentes cultivadas de esta generación no está al corriente del estado de opinión en nuestro país. «Es hora de actuar, oh Jehová.» John Angell James



Pero nuestros pecados ya están maduros, sí, se pudren incluso; la medida de nuestras iniquidades ha sido colmada. Indudablemente nuestro país se está hundiendo en la iniquidad; nuestras lenguas y obras han sido contra el Señor, para provocar los ojos de su gloria; la prueba de la expresión de nuestros rostros testifica contra nosotros (Isaías 3:8, 9); sí, declaramos nuestros pecados como los de Sodoma; no los escondemos, el clamor de nuestros pecados es en extremo grave4 sus clamores penetran los cielos y rugen a gran voz, diciendo: «¿Hasta cuándo, Señor, hasta cuándo? ¿Hasta cuándo tardarás para vengarte de una nación así?» (Apocalipsis 6:10; Jeremías 9:9). George Webbe



Es tiempo para ti, oh Jehová. Algunos lo leen de esta forma, pero el original dice: Es tiempo de actuar para ti, oh Señor. Es hora en que cada uno en su lugar dé un paso adelante y se ponga del lado del Señor, contra el crecimiento amenazador de la inmoralidad y la impiedad. Hemos de hacer lo que podamos para apoyar los intereses que se hunden de la religión, y, después de todo, hemos de pedir a Dios que emprenda la obra con sus propias manos. Matthew Henry



No hay nada que no mejore a un santo. No sólo las ordenanzas, la palabra, los sacramentos, la comunión santa, sino incluso los pecadores y sus mismos pecados. Incluso éstos ponen las gracias del santo en ejercicio, y los disponen a un estado de piadosa lamentación y compunción del corazón. Un santo navega con toda clase de vientos. Los impíos son perjudicados por las cosas buenas, pero los piadosos son mejorados por las peores. Porque han violado tu ley; por eso amo tus mandamientos.



Cuanto más es reconocida la piedad por los fieles, más la desprecia el mundo. Los más eminentes entre los santos eran los de la casa del César (Nerón) (Filipenses 4:22); los que guardaban el nombre de Dios eran los que vivían allí donde estaba el trono de Satanás (Apocalipsis 2:13). El celo por Dios crecía cuando más ardiente era la oposición; y por ello el santo debe laborar con más celo para restaurar la gloria de Dios. Wm. Jenkin



Vers. 127. Por eso amo yo tus mandamientos más que el oro; más que el oro muy fino. La imagen empleada pone delante de nosotros a un avaro; su corazón y su tesoro son su oro. ¡Con qué deleite lo cuenta! ¡Con qué esmero lo vigila, escondiéndolo en lugar seguro, no sea que se lo quiten, lo que le es más caro que la vida!



Así deberían ser los cristianos, avaros espirituales, que cuentan su tesoro como superior al oro fino y «lo esconden en sus corazones», en lugar seguro, donde el gran ladrón no podrá alcanzarlo.



¡Oh cristianos! ¡Cuánto mayor es vuestra porción que el tesoro del avaro! Escondedla, vigiladla, retenedla. No tenéis que temer la codicia en las cosas espirituales; más bien «codiciad sinceramente», incrementad vuestro acopio; y al vivir sobre él y vivir en él, aumentará en extensión y será más precioso en valor. C. Bridges



Vers. 128. Por eso estimo todos tus preceptos sobre todas las cosas como rectos. Los muchos «todos» usados en este versículo (algo semejante a Ezequiel 44:30), muestran la integridad y universalidad de su obediencia. «Todo» es una palabra corta, pero abarca mucho. John Trapp



El justo escuadra sus acciones con una buena regla; la razón camal no le vuelve parcial, las prácticas corruptas no le arrastran, sino que la sagrada Palabra de Dios le dirige. A. Wright



Y aborrezco todo camino de mentira. El amor a la verdad engendra odio a la falsedad. Este hombre piadoso no es indiferente a nada, pero aquello que no amaba, lo aborrecía. No entraba como ingrediente en una sopa sosa; amaba y aborrecía, y de veras, sin indecisiones. Sabía lo que sentía, y lo expresaba.



Su aborrecimiento era tan sin reservas como su afecto; no tenía una palabra amable para cualquier práctica que no admitiera el escrutinio de la luz de la verdad. El hecho de que sean tan grandes las multitudes que siguen el camino ancho no tenía influencia en este santo, excepto para hacerle más decidido en evitar toda forma de error y de pecado. ¡Que el Espíritu Santo gobierne nuestros corazones para que nuestros sentimientos en cuanto a los preceptos de la Palabra puedan ser del mismo carácter inequívoco! C. H. S.



La mejor prueba de nuestro amor a Dios en su Palabra es lo contrario: el aborrecimiento al pecado y a la impiedad. «Los que amáis al Señor, aborreced el mal». El que ama a un árbol odia al gusano que lo consume; el que ama un vestido odia la polilla que lo roe; el que ama la vida aborrece la muerte; el que ama al Señor aborrece todo lo que le ofende. Que los hombres que aman sus pecados lo tengan en cuenta; ¿cómo puede haber el amor de Dios en ellos? Wm. Cowper



El que quiere amar el bien con intensidad infinita, debe aborrecer el mal con la misma intensidad. Así que, lejos de haber incompatiblidad entre este amor y este odio, son complementarios; polos opuestos de la misma emoción moral. John W. Haley



Si Satanás echa mano de ti por medio de algún pecado, uno sólo, ¿basta con éste para llevarte a la condenación? Como cuando el carnicero lleva al animal al matadero, a veces atado por las cuatro patas, a veces una sola, lo mismo ocurre con Satanás. Aunque no seas esclavo de todos los pecados, conque seas esclavo de uno, te tiene agarrado de modo suficiente por este afecto pecaminoso. Wm. Cowper



EXPOSICIÓN DE LOS VERSÍCULOS 129 AL 136



Todos los versículos de esta sección empiezan con la letra número diecisiete del alfabeto hebreo; pero cada versículo empieza con una palabra diferente. Wm. S. Plumer



La letra diecisiete es la letra Pe. La sección es preciosa, práctica, provechosa, poderosa, de modo peculiar. C. H. S.



Vers. 129. Maravillosos son tus testimonios. Jesús, el Verbo eterno, es llamado Admirable, y todas las palabras pronunciadas por Dios son admirables en su grado. Los que no las conocen se maravillan ante ellas.



Teniendo como tenemos estos escritos santos, no perdamos tiempo empleando nuestro pensamiento, o prostituyendo nuestra admiración quedándonos embobados con las locuras humanas y asombrados ante las banalidades humanas. Geo. Horne



Por eso los guarda mi alma. Algunos se maravillan de las palabras de Dios y las usan para sus especulaciones; pero David era siempre práctico, y cuanto más las admiraba, más las obedecía. C. H. S.



David dijo: Por eso los guarda mi alma; y ¿por qué lo hacía sino porque los consideraba como maravillosos? ¿Puede hacerse proficiente en algún arte el que la desprecia y rebaja? Ensalza el libro de Dios sobre todos los demás. T. Watson



Vers. 130. La entrada de tus palabras da luz ¡Oh, si tus palabras, como los rayos del sol, pudieran entrar a través de la ventana de mi entendimiento y disipar la oscuridad de mi alma! C. H. S.



Un profesor de Gottinga abre su Biblia impresa con letra grande, para ver si ve bastante para poder leerla, y pone la mirada sobre este pasaje: «Abriré los ojos a los ciegos en una forma que no conocen», y, al leerla, los ojos de su entendimiento son iluminados.



El soldado de Cromwell abre su Biblia para ver hasta dónde había penetrado la bala de su mosquete y lo había hecho en el versículo «Regocíjate, oh joven, en tu juventud, y alégrese tu corazón en los días de tu juventud; y anda en los caminos de tu corazón y la vista de tus ojos; pero sabe que por todas estas cosas Dios te traerá a juicio.»



Y, en broma, un soldado de Kent abre la Biblia que le había enviado su entristecida madre, y la primera frase en que se ponen sus ojos es el texto tan familiar de los días de su infancia: «Venid a mí, todos los que estáis fatigados y cargados», y el disoluto joven se encamina a los pies de Cristo para obtener descanso. Jas. Hamiton



Hacen entender a los sencillos. No hay nadie tan entendido a quien Dios no pueda cegar; nadie tan ciego e ignorante cuya mente y corazón El 130 pueda abrir.



El, que al posarse sobre las aguas primitivas de la creación dio a aquella masa informe la hermosura que vemos ahora, y que del caos tenebroso sacó los cielos esplendentes y los adornó con tantas estrellas, puede moverse sobre el alma oscura e iluminarla, aunque esté tan vacía de conocimiento como la tarde del mundo del primer día lo estaba de la luz.



El maestro de escuela a veces envía al niño a su casa y le dice a su padre que le ponga de aprendiz de algún oficio, porque él, con todo su saber, no puede instruirle; pero si el maestro es el Espíritu de Dios aprenderás, aunque seas un zoquete: La entrada de tus palabras da luz, y hace entender a los sencillos. Tan pronto como el alma entra en la escuela del Espíritu se vuelve proficiente. Wm. Gurnall



Vers. 131. Mi boca abrí y aspiré con afán. Una metáfora sacada de personas caldeadas por el sol, y de los que se quedan sin resuello al perseguir algo que quieren alcanzar. La primera metáfora expresa la vehemencia de su amor; la segunda, la intensidad de la persecución; era como un hombre que necesita más aire, aire fresco que quiere aspirar. T. Manton



Vers. 132. Mírame. Si una mirada nuestra a Dios tiene eficacia salvadora, ¿qué es lo que hemos de esperar de una mirada de Dios a nosotros?



Y ten misericordia de mí. La mirada de Cristo a Pedro fue una mirada de misericordia, y todas las miradas del Padre celestial son de la misma clase. Si El nos mira con justicia severa, sus ojos no los podremos resistir, pero mirando en misericordia, nos exime y bendice. C. H. S.



Mírame como miraste al lloroso Pedro, y ten misericordia como la tuviste de él, que amaba tanto tu nombre que su triple confesión de amor borró su triple negación, diciendo: «Señor, Tú sabes que te amo. »



Mírame, como a la mujer pecadora, penitente y llorosa, y ten misericordia de mí, no conforme al juicio del fariseo que murmuró de ella, o de Judas que se indignó contra ella, sino perdóname como hiciste a ella, «porque ella había amado mucho», diciéndome también a mi: «Tu fe te ha salvado; vete en paz.» Neale Y Littledale



Señor, como nuestras miradas a Ti con frecuencia son tan breves, tan frías, tan distantes que no producen impresión en nuestros corazones, condesciende continuamente a mirarnos a nosotros con misericordia y con poder. Dedícanos un mirar que nos haga volver a nuestros sentidos, y nos toque con ternura y contrición al recordar que el pecado, la incredulidad y la desobediencia atravesaron las manos, los pies y el corazón de nuestro querido Señor y Salvador. C. Bridges



Como acostumbras con los que aman tu nombre. Dios tenía un hijo sin pecado, pero ninguno sin aflicciones. «El disciplina a cada hijo a quien recibe.» «Sí», dice el suplicante delante de nosotros, «concédeme tu porción eterna, y estoy dispuesto a beber la copa que ellos bebieron y ser bautizado del bautismo con que fueron bautizados. No quiero ningún atajo a la gloria, ningún camino nuevo. Estoy contento con seguir la ruta del Rey. Ten misericordia de mí, como acostumbras con los que aman tu nombre.» Wm. Jay



Vers. 133. Afianza mis pasos con tu palabra. Se dice de Boleslaus, uno de los reyes de Polonia, que llevaba consigo el retrato de su padre, y cuando había de hacer alguna obra o emprender algún plan extraordinario, miraba el retrato y oraba pidiendo que pudiera no ser indigno del nombre de su padre.



Del mismo modo las Escrituras son el retrato de la voluntad de Dios. Antes de que un hombre emprenda o se ocupe de algún negocio, que mire en ellas y lea lo que ha de hacer, lo que no ha de hacer, y lo que Dios manda, y que lo haga; lo que Dios prohíbe, que no lo haga; que sus palabras, las de Dios, lo decidan todo, la regla de la Palabra de Dios lo escuadre todo; y su gloria, el propósito último de todas las cosas. De SPENCER: «Things new and oíd»



Y ninguna iniquidad se enseñoree de mí. Preferiría ser un preso de los hombres toda la vida, que estar en servidumbre al pecado un día. No dice: «Que éste o aquél no se enseñoreen de mí», sino «que el pecado no se enseñoree de mí». ¡Bien dicho! Hay esperanza en una condición semejante para el hombre en tanto que siga así. Michael Bruce



Vers. 134. Mírame de la opresión de los hombres. Es una vergüenza que un hombre oprima a otro. Las bestias no suelen devorar las de su misma clase; pero los enemigos del hombre son los de su propia casa.



Vers. 135. Haz que tu rostro resplandezca sobre tu siervo. ¡Oh Dios, que eres la verdad, hazme uno contigo en la vida eterna! Estoy con frecuencia cansado de leer y cansado de escuchar; en Ti sólo hay la suma de mi deseo! ¡Que los maestros callen; que toda la creación enmudezca delante de Ti, y habla Tú solo a mi alma!



Tus ministros pueden pronunciar las palabras, pero no pueden impartir el espíritu; pueden entretener la fantasía con los encantos de la elocuencia, pero si Tú permaneces silencioso, ellos no enfervoricen el corazón. Ellos administran la letra, pero Tú abres el sentido; ellos anuncian el misterio, pero Tú revelas su significado; ellos señalan el camino de la vida, pero Tú das fuerza para andar por él; ellos riegan, pero Tú das el crecimiento.



Por tanto, habla Tú, Señor, mi Dios, verdad eterna, a mi alma, no sea que siendo calentado exteriormente, pero no vivificado interiormente, muera y sea hallado infructuoso. «Habla, Señor, que tu siervo oye.» Tomás De Kempis



Vers. 136. Ríos de agua descendieron de mis ojos, por los que no guardan tu ley. Su pena era tal que apenas podía darle salida; sus lágrimas no eran gotas de pena, sino torrentes de ayes. En esto era como el Señor Jesús, que contempló la ciudad y lloró sobre ella; y como el mismo Jehová, que no tiene placer en la muerte del que muere, sino en que se arrepienta y viva.



El creyente maduro se apena por los pecados de los demás. En el versículo 120 su carne se estremecía ante la presencia de Dios, y aquí parece que se derrite en ríos de lágrimas. Nadie se ve tan afectado por las cosas celestiales como los que se dedican mucho al estudio de la Palabra, y por ello han aprendido la verdad y la esencia de las cosas. Los hombres carnales tienen miedo a la fuerza bruta y lloran por las pérdidas; pero el espiritual siente un santo temor del mismo Señor y, más que nada, lamenta que se proyecte deshonra sobre su santo nombre.



Algunos dicen: Porque mis ojos no guardan tu ley. El ojo es la entrada y salida de gran cantidad de pecado y, por tanto, tendría que ser un ojo que llora. O mejor, ellos, esto es, los que me rodean (vers. 139). Nótese que los pecados de los pecadores son las penas de los santos. Hemos de lamentar lo que ellos no pueden enmendar. M. Henry



El que se encoge de hombros cuando ve que una serpiente se arrastra hacia otro, se asustará mucho más cuando vea que se acerca a él. En nuestros propios pecados tenemos la ventaja de que la conciencia azota al alma con remordimiento y vergüenza; al lamentar los pecados de los demás, tenemos sólo las razones del deber y la obediencia. Los que luchan fuera de casa por causa del valor, lucharán en casa por amor a su propia seguridad. T. Manton



De modo uniforme, el carácter del pueblo de Dios es representado no meramente como los que están libres de «todas las abominaciones que se hacen en medio de la tierra», sino también los que suspiran y gimen por causa de ellas (Ezequiel 9:4). Y ¿quién no ve el campo inmenso que se extiende por todos lados para el ejercicio de la compasión cristiana sin restricciones? El espantoso espectáculo de un mundo apostatando de Dios, de multitudes jugando con la destrucción eterna como si el Dios del cielo fuera un «hombre para que mienta» es, sin duda, bastante para forzar «ríos de aguas» de los corazones de aquellos que se ven afectados por el honor de Dios.



¡Qué cantidad de pecado asciende como una nube delante de Dios de un solo corazón! Calcúlese al agregarse el de todo un pueblo, una ciudad, un país, el mundo, cada día, cada hora, cada momento. Bien pueden salir ríos de aguas sin cesar, a punto de desbordar las orillas. C. Bridges



Los vicios de los religiosos son la vergüenza de la religión; la vista de esto ha hecho que los campeones más tenaces de Cristo se hayan derretido en lágrimas. David era uno de estos grandes en el mundo, único en sus tiempos; con todo, llora.



¿Podía desmembrar un oso como si fuera un cabrito? ¿Rescatar un cordero matando a un león? ¿Derrotar a un gigante que se había atrevido a desafiar al ejército de Dios? ¿Podía caer como un torbellino sobre sus enemigos y hacerles morder el polvo; y ahora, llora como un niño o una mujer. Sí, había oído que se blasfemaba el nombre de Dios, que sus santos ritos eran profanados, sus estatutos vilipendiados y se hacía violencia a la santidad de la religión; esto dejó a este valiente corazón hecho un mar de lágrimas: «Ríos de aguas corren de mis ojos.» Thomas Adams